La poesía es delectación. La magia de la idea y la imagen conjugándose en un haz de sentido y de belleza que nos abre la puerta hacia una realidad otra, espiritualizada, en la cual no es dado, a veces, rozar alguna esencia, vislumbrar lo divino…
Un poeta, decía José Martí, es una lira puesta al viento, donde el universo canta. Así hoy, al presentar este libro, Caleidoscopio en sepia, podemos escuchar un canto singular, el canto de Amarilis Cueto, que, como siempre ocurre con la creación literaria cuando es sincera, trasmuta de lo particular, de lo íntimo y personal, a lo ecuménico.
Ella, que viene de la narrativa, con títulos como El despertar de Ogún y Póthos se tomó su tiempo para la poesía. Estuvieron, creo, midiéndose de lejos, en un pulso interior que es temor, y reverencia, y finalmente caudal y catarsis. En cada narrador hay un poeta en potencia, y también viceversa, porque al contacto con el más puro logos los géneros se mezclan y contaminan en un imperativo que encuentra salida como sea, y que escoge su propio género y forma, en un proceso que a veces no es consciente y sobre el cual los autores no tenemos verdadero poder, pero que sí podemos sentir.
«Esto pide un poema», decimos, «o este cuento se escapa y quiere ser novela». Obedecer o no a estos mandatos del Verbo ya es otra cosa. Hay autores, «narradores puros», por decirlo de algún modo, que dejan pasar los poemas como a malos amores, o «poetas puros» que se resisten a los textos de largo aliento, pero eso no quiere decir que no los sientan agitarse dentro de sí.
Por suerte, el pulso entre la narrativa y la poesía, en Amarilis Cueto, se dio de modo natural, y una vez más su otro arte afín, su violín de Ingres, la fotografía, aportó no poca majestuosidad a este nuevo libro. Playas, árboles, aves, detalles cotidianos, objetos, rostros, flores…, se suman, redondean y enriquecen conceptos que nacen de los versos y hallan su plenitud en estas fotos capturadas por su mano de artista, haciendo nacer un real caleidoscopio. A cada movimiento, una nueva forma, un nuevo haz luminoso, una alegoría o un ensueño.
En todos sus libros, Amarilis Cueto ha sabido imbricar su pasión fotográfica de una manera única; pero en este, la connotación visual sube varios niveles, pues las metáforas que nacen de los poemas, las imágenes poéticas, establecen un diálogo con las imágenes literales que las mentes despiertas podrán escuchar íntegro. Nada está colocado al azar, salvo lo que tribute al ordenado caos de la poesía y su misterio.
El poeta Leopoldo Minaya lo entendió bien, al escribir:
La calidez del ritmo, la plasticidad de las imágenes, el placer de los hallazgos inteligentes… impactan el espíritu del lector hasta hundirlo en un océano maravilloso de emociones nuevas, a veces extrañas, desgajadas adrede del punto de empalme preciso entre la ilusión y la realidad. Hay, en Caleidoscopio en sepia, en su dibujar profuso, una vocación de misterio que asalta los sentidos y convoca la alteridad en la que nos descubrimos, con la que nos identificamos.[1]
Estructurado en cuatro grandes apartados: Nosotras, Catarsis íntima, Pétalos de cielo, y Policromía, Caleidoscopio en sepia aborda muchos y profundos temas, entre los que destaca no solo el amor, leit motiv el más alto, sino también lo femenino, el orgullo de ser mujer, una especie de grito reivindicativo hacia su género, tan ninguneado en nuestras sociedades machistas y clericales.
Por eso resulta poderoso escucharle decir, en el poema Erguida: Yo soy mi propia sombra rota, / rescoldo de pequeñas brasas de mi frente altiva, / nube en la noche envuelta en rayos/ o luz encendida en un hoyo negro. / (…) Pero no soy yo la que escribe. / Es mi espectro quebrado, / que teje de la nada una nueva historia, / una nueva vida. //[2]
O también, esta otra, que toma los visos de una declaración: Yo, Amarilis Cueto, / soy una ola pequeña en un mar bravío. / Desde mi enmudecido corazón, / digo que existo solo porque existes/ Habito en los halos de mis letras/ en la muerte y vida de mis personajes. / [3]
De modo que, en esta especie de declaración, la poeta proclama al ancho mundo: ¡aquí estoy! Podrás considerarme pequeña, si quieres, pero aquí seguiré, en el verbo y el tiempo.
Es destacable que, si bien lo reivindicativo y apologético hacia su género es motivo fortísimo, la poeta no sucumbe a lamentos ni ayes, ni se victimiza, tendencia tan en boga en estos días; tampoco hace del tema el centro del poemario, sino que lo equilibra con otras y variadas bellezas que cantan también al amor de pareja, al paso del tiempo arrollador, a la madre, y, de manera especial, a la naturaleza. Hay en Caleidoscopio en sepia una fauna riquísima y un jardín.
Del leve colibrí, milagro alado, al cáliz de luz de la cayena; de la cigua palmera, al prisionero corazón de la catleya. Todo le habla a la poeta. Filtrados por sus modos de comprensión del mundo: la sensibilidad poética y su lente correcaminos, Amarilis va dejando constancia de su perenne asombro ante el gran espectáculo de la naturaleza, y también hacia el interior de las almas. Por eso crea conceptos y asocia imágenes para fijar lo físico, y hace los mismo para los intangibles. Una ixora es una gota cristalina de miel, el sol es bola ardiente, ardor del alma, y el ocaso, azafrán postrimero, nostalgia y luz.
Libélulas, algas, olas, nubes, odas, colores, dudas, dolores… Todo cabe en el caleidoscopio de Amarilis, donde ejercita el arte de refractar la luz de la poesía. La escritora Laura García de Luca, lo calificó así:
En el rincón más íntimo de su imaginación, los silencios se combinan con la danza de las palabras, tejiendo con hilos de experiencia y sueños una pieza única: este poemario.
Y así como el caleidoscopio se compone de fragmentos de vidrio, piezas que a primera vista parecen dispares y carentes de sentido, el poemario nace de los pedazos de la vida. Son los instantes de éxtasis, pero también el dolor del asombro. La melancolía y el ojo de la fotógrafa que capta por igual los gestos, las luces y los colores. Amarilis Cueto encuadra cada poema como un pedazo de cristal, tallando con precisión para reflejar todo el mundo de color sepia. Y al girar el caleidoscopio vemos cómo los pedazos diversos danzan, se conectan y se entrelazan en un juego.[4]
De Lucas ve, como nosotros, emoción lúdica e imaginación desatada en este poético caleidoscopio. Y también, a nuestro juicio, vocación literaria de alto numen, afán de formular mediante versos esas profundas interpelaciones que nos hacemos como especie desde que tomamos conciencia de que estamos aquí, bajo la misma luna que vio morir a los dioses de antaño, y a los aedas que cantaron sus glorias y sus espadas. El afán e impulso de la escritura, esa forma de eternidad, la habita, como habitó a aquellos que nos precedieron. Por eso, confiesa sin pudor:
Dejo mi alma en el papel. / Descubro un mar de palabras, / caracolas que reptan. / Poso los ojos sobre un lienzo, / dibujo caminos leves de escritura. / Me salvan las palabras, /asaltan de improviso, / se agarran a mis raíces, / burlan mis recuerdos, / navegan mares de tormenta, / incendian de arrebol mi cielo. / Cuando escribo soy eterna, / me convierto en cardumen / que colma atarrayas. / Salgo de mí misma, / dejo huellas invisibles / de historias sin contar. / Le doy voz a la memoria. / Bendita soledad cósmica: / cofradía del universo. //
Debemos añadir, además, que Caleidoscopio en sepia, esta primera incursión Amarilis Cueto en la poesía, se presenta oficialmente hoy en el lugar donde nació: Santo Domingo, pero, como todo libro que se labra su propio camino, ya fue presentado en Europa, en la madre patria, España, en un ambiente íntimo y delicioso donde ya resonaron estas claras poesías, un hecho que nos llenó de regocijo.
Los libros tienen su propio sino, y cuando salen de nuestras manos apenas nos pertenecen ya, salvo en ese rincón de nuestra memoria melancólica donde permanecen los sentimientos y pulsiones que los hicieron nacer.
De Amarilis Cueto, decir que es uno de los nombres que da brillo permanente al creciente catálogo de Río de Oro Editores, que compartimos un amor minucioso y tenaz por la literatura, por el verso preciso, por la visión detallada y holística de los libros, como obras de arte y como reflejo del alma que se expande y entrega en cada página. Hemos tenido el honor de asistir al progreso constante de su narrativa, de acompañarla en ese camino, y ahora, de ver nacer este poemario en nuestra deliciosa Colección Cierva Blanca, este caleidoscopio que nos trae a un mundo sepia de buenos versos, colores e ilusiones, un libro que refracta la luz de la poesía, y que, como dijera el místico Minaya, todo autor de un primer texto se complacería en anunciar.
[1]Leopoldo Minaya, Nota de contracubierta a Caleidoscopio en sepia, de Amarilis Cueto, Río de Oro Editores, 2024.
[2]Amarilis Cueto, Erguida, en Caleidoscopio en sepia, Río de Oro Editores, 2024, p. 30.
[3] Yo, Amarilis Cueto, ob. cit. p. 57.
[4] Laura García de Lucas, Prefacio a Caleidoscopio en sepia, de Amarilis Cueto, Río de Oro Editores, 2024, pp. 15-16.