Un cuchillo y un machete bien afilados. Una escopeta aceitada para que nunca se tranque al momento del tiro, que debe ser certero para evitar la confrontación sangrienta. Perros especialistas. Botas de goma, ropa fuerte y lona para guarecerse de las inclemencias y las plagas, si no hay cuevas cercanas. Algo de comer sólo para el primer día de la jornada porque el resto es pura sobrevivencia. Decisión. Resistencia. Valentía. Sobre todo, valentía.
Requisitos imprescindibles para adentrarse por tres y hasta seis días con sus noches en las entrañas de la Sierra de Baoruco, en el sistema de terrazas hacia el litoral del mar Caribe y en las islas Beata y Alto Velo para matar chivos y cerdos cimarrones (Jabalíes o sacarañas).
El cerdo reacciona ferozmente cuando monteros los acorralan. Los chivos, nunca. Huyen y se encaraman en lo más alto de múcaras difíciles de escalar para los canes.
“Ese animal es peligroso, yo he sabido andá con cuatro perros, y el puerco matámelos a los cuatro. Aquí uno le dio un navajazo a un hombre, en una pierna, que se la bandió de una lao a otro. Ese puerco, cuando ta guapo, es muy peligroso; hay que saberle peliar. Si no se le sabe peliá, lo malogra a usté de rápido”.
Es larga la experiencia de Silverio de la Rosa, el legendario Macuso, ya con 80 años, pero aún fuerte y decidido a seguir la tradición.
Le han pasado 66 vueltas al sol en esos menesteres. Comenzó a ir al monte “desde muchachito, sobre una burra, detrás de los viejos de antes. Iba con su padre Juan de la Rosa Arache y, tras su muerte, con su hermano Sócrates.
Tiene su casa formal en el cercano municipio Oviedo, al este, pero prefiere vivir en la montaña bajo la soledad de Bucancarángana, a medio camino, a 28 kilómetros al este del municipio Pedernales, próximo a la Loma del Burro, en una casucha de palo, a dos niveles, con su letrina, sin servicio de agua potable y energía, acompañado por el sonido de los grillos, el cruceteo de iguanas y los ladridos de sus canes monteadores.
“Aquí yo tengo mi tierrita, mi dos o tres vaquitas, mis gallinitas… y mis cuatro perros de montería también los tengo ahí. Se me robaron el mejor. Anoche dormí allá (2 de mayo). Ahí toy tranquilo. Si tengo diez peso en los bolsillos, me duran porque no los gasto, no hay bodega, llevo mi comida, y allá colmeneo (búsqueda de miel en colmenas silvestres) y monteo. Hoy iba a ir a montiá, pero después me dije: no, no voy a ir solo, y me quedé”.
Campechano, sin luces académicas, pero resuelto y dueño de una conciencia crítica envidiable, Macuso remarca:
“Yo monteo todavía con Andy; a veces sé ir con Nene (el magistrado) y a veces sé ir solo… Quedan animales en los montes, pero si se lograra una veda por una temporada (porque ya aquí hay que hablar así: si se lograra), con hombres que estén dispuestos a cumplir la ley, no se acabaran nunca. En la era de Trujillo se protegían, había una época en que usté no podía ir a montiá”.
Una veda que parece imposible porque la ONG Grupo Jaragua, responsable del comanejo de esas zonas protegidas categoría uno (alta restricción), considera a esos “ancestrales inquilinos” como animales invasivos que provocan mucho daño a la rica flora y a los terrenos.
Este hombre mulato ha vivido de hacer parir la tierra y de la caza. De pequeño conoce cada uno de los detalles que hacen especial las áreas luego designadas parques nacionales Sierra de Baoruco y Jaragua.
Conoce cada caverna, incluyendo las que conservan petroglifos taínos en sus paredes; los peñascos, las guasábaras, los cactus, los manglares, los silbantes pinares, cada cañada, cada sabana, el litoral, las islas, los cenotes, los bosques húmedos, los paraderos de aves, las orquídeas, las hutías y los solenodontes, las iguanas, la canelilla, el guanillo, el maguey, los cangrejos, las tortugas carey, los manatíes, las lluvias y el sol.
Conoce el frío del Baoruco y el caliente del Jaragua Conoce cada rincón de esos sitios del sur, mucho más allá de las bellezas que, desde lejos, en panorámica, deslumbran a visitantes de ocasión.
Los parques nacionales están expuestos cada minuto a ataques peligrosos. Lo admite Macuso, pero sin titubear exculpa a los cerdos y los chivos porque -para él- es cosa de humanos. De extranjeros consentidos por malos dominicanos, acota.
“El otro día, Yuly, del parque Jaragua, puso un escrito diciendo que se tan quemando los mangles. Yo le devolví diciéndole que dijera el porqué se están quemando. Yo creo que los mangles se están quemando porque los haitianos sacan el cangrejo con carburo, muere el cangrejo, mueren los huevos, los hijos… se calienta el agua, se calienta la tierra, los mangles se secan… Yo hacía cumplir la ley, pero un día metí preso a un hombre que era pana y trabajador de un político, y me sacaron. Yo andaba con mi mujer y le dije a él que había que salir de allí, y así debía ser. Chivos hay muchos porque esa plaga de haitianos no los mata. Ellos cortan los palos, el guaconejo, la canelilla, sacan las cotorras, matan las iguanas pa vender la carne en Haití, matan las abejas”.
Él guardaparques en Bahía de las Águilas y en la zona de Oviedo. Tiene mil historias por contar.
“En estos días fui a Bahía de las Águilas, y me dio hasta pena. Fui a sacá una colmena que daba hasta dos cubetas de dulce (miel), y no queda una sola viga, tan quemá todita porque el haitiano saca la colmena con el fuego prendío, y los dominicanos averamos las abejas batiendo un humo. Ellos matan las abejas. A las iguanas le meten carburo en las cuevas y las matan con todo y huevito, y se está acabando todo. Nosotros teníamos un programa de incubamiento de huevos de las tortugas, y tenía meses que yo soltaba hasta 200 tortuguitas… Aquí se está acabando todo”.
PAQUITA DE LA MONTAÑA
Macuso va de la mano de su pareja Olga Méndez Peña (Paquita), una mujer menuda de 59 años con quien casó cuando ella despuntaba los 15 años. Tienen tres hijos, una hembra de 35 años y dos varones de 37 y 39 años.
Su hablar pausado le disimula bien su arrojo. Durante tres décadas ha monteado con él. Ahora sólo espera que se alivie de una cirugía de hernia “para volver un sábado a ver si cazamos un chivo o un puerco”. Hace cuatro meses que no van al monte.
Siempre está dispuesta a ataviarse para acompañarle en cada desafío. Se viste con pantalón largo, camisa manga larga, pachanga de goma en los pies, un pañuelo cubriendo la cabeza, una sábana, cuchillo y machete en sus respectivas vaquetas, mochila con agua, café y, a veces, panes.
“Y nos vamos, y donde nos coja la noche, ahí dormimos, y cuando los perros menean los puercos, Macuso le tira. Yo me subo en una mata, porque ellos pelean mucho, hasta que él lo mata… Entonces él me llama, yo bajo, prendo una candela, caliento agua, lo mojo un poquito, lo pelo, lo abro por la barriga, le saco las tripas, boto los desperdicios, le hago hoyos por la barriga y el jocico, cogemos una soga la pasamos y también lo amarramos por las patas de atrás, hacemos una brisaca… Si matamo dos, Macuso trae uno y yo uno. La vida del monte es buena. Namá hay que dormir donde le coja la noche y, si llueve, aguantá el agua hasta que amanezca”.
UNA VIEJA TRADICIÓN
El monteo en Pedernales viene de lejos. Los padres fundadores del poblado en 1927 (gobierno de Horacio Vásquez, 1924-1930) “contagiaron” a sus proles.
Desde esa época, en la provincia y en sus pares de la Región Enriquillo (Independencia, Baoruco y Barahona) se conoce la dureza de la cordillera y todo el sistema de terrazas de la parte baja, hasta el litoral. Su travesía para habitar la Sabana Juan López (hoy Pedernales) había sido por los despeñaderos de la Sierra, desde Duvergé, Puerto Escondido, Aceitillar-Bucan Polo (Las Mercedes).
Como cuenta Miguel Pérez, 83 años, en los años 50 del siglo XX cerdos y chivos merodeaban en los bosques que circundaban el pueblito, como Bucanyé, la zona de Los Olivares, Las Mercedes.
“La gente conocía las cuevas donde se guarecían, los asechaban, los atrapaban y los mataban. Esos puercos cimarrones, sacarañas, como le llamábamos, y los chivos tienen una carne muy sabrosa porque comen orégano, palo de chivo. De Oviedo iban a pie y luego regresaban con sus chivos como trofeos”.
Los fundadores conocían al dedillo la fiereza de los cerdos cimarrones y la nobleza de los chivos en la hondura del hoyo de Pelempito y el entorno. Norberto, Juancito, Clemente, Curú, Arturo, Bao, Largo, Pedro Mella, entre otros, sembraron semillas de la montería que aún vive.
Pérez, músico y administrativo, evoca sus tiempos de niño, antes de salir por fuerza mayor de Pedernales, a finales de la década del 50, para vivir en la capital.
“Cuando los cerdos estaban viejos desarrollaban unos colmillos grandísimos y filosos, y eran muy guapos. Recuerdo que Norberto Pérez, hermano de Juancito y Antonia (fundadores), tuvo un incidente con un animal de esos, que lo navajeó en la parte de atrás de la entrepierna y le peligró una vena,y casi se muere. Parece que se descuidó y el cerdo le pasó y le vino desde atrás. Suerte que recibió ayuda. Le pudieron controlar la hemorragia. Eso fue ahí mismo, cerca del pueblo, en los años cincuenta”.
Recuerda la hilarante anécdota de Pedrito Mella, hijo de Pedro Mella. Y ríe de buena gana.
“Él fue a montear por ahí, por Cabo Rojo, con Largo Méndez, el papá de Mon y Bobollo, los músicos. Él vio un chivo y lo agarró por una pata, y el chivo lo arrastró por esos peñascos que cortaban. Pero lograron degollarlo. Cuando llegaron a la casa, él pensó que le darían la mayor parte de la carne, por el esfuerzo, pero sólo le dieron una piernita. Entonces entraron en contradicción. Él comenzó a reclamar, a pelear. Y Largo le dijo le daría la queja a su papá Pedro Mella de que se puso de malcriado. Había muchos animales. La gente buscaba su carne”.
LOS VIAJES DEL ALMIRANTE
Desde tiempos ancestrales, cerdos y chivos cimarrones habitan en la parte fría (parque Baoruco) y en la caliente (parque Jaragua y sus islas) de la provincia más meridional de la República Dominicana, fronteriza con Haití: Pedernales.
La triangular Isla Beata es un tesoro de biodiversidad y un patrimonio histórico. Existe en el mar Caribe, 7 kilómetros al sudoeste de Cabo Beata. Es punto más al sur la isla La Española. Mide 27 kilómetros de superficie, 9 kilómetros de largo, 4 de ancho y 41 metros en su máxima altura.
Fue avistada por el almirante Cristóbal Colón en su segundo viaje (1493). La llamó Madama Beata y, por su posición geoestratégica, la visitó en tres de sus cuatro viajes. En ese lugar llegó a permanecer hasta 45 días. Desde ese punto zarpaban barcos hacia otras islas caribeñas como Cuba y Jamaica. Durante los siglos XVI y XVII, la Beata fue refugio de piratas que asaltaban costas y barcos que pasaban por la ruta del mar Caribe.
A siete millas de la Beata, más al sur, 74 kilómetros distantes de la ciudad Pedernales, la isla Alto Velo. De poco más de un kilómetro cuadrado, 1,4 de largo y uno de ancho, con altura máxima de 101 metros. Es la cima de uno de los picos de la cordillera submarina Beata. Cerca, los islotes Los Frailes y Piedra Negra.
En aquellos tiempos los españoles tenían en la Beata posesiones de ganado vacuno para aprovisionar sus expediciones marítimas en el denominado Nuevo Mundo. Cuentan historiadores que ese ganado se mantuvo como cimarrón hasta el siglo XVIII.
El Grupo Jaragua ha enfatizado en su portal: “A principios del siglo XVII, los colonizadores habían establecido fincas ganaderas que fueron posteriormente abandonadas. En la actualidad, ratas, perros, gatos y cerdos cimarrones deambulan por la isla. Entre los daños que provocan se encuentran, el saqueo de nidos de iguanas, así como la depredación de iguanas jóvenes, se comen la vegetación, son una amenaza que genera a toda la fauna nativa del a isla”.
SOBRE PUERCOS
Henry Abreu Domínguez colgó en Google el 19 de febrero de 2022 un texto sobre el jabalí o cerdo cimarrón, un mamífero cuyo nombre científico fue asignado en 1758 (Sus Scrofa Linnaeus), de la familia Suidae.
Destaca que de esta especie originaria de Europa, Asia y algunas de África proceden todos los cerdos domesticados, introducidos en América (isla La Española), principalmente en 1493 durante el segundo viaje de Cristóbal Colón, que lo traía como alimento.
“En su diario, el Almirante cuenta que fue en La Gomera, en Las Canarias, donde compró ocho puercas preñadas para embarcarlas y traerlas a La Española (Ortiz Cuadra, C., citando la carta de Cristóbal Colón a los Reyes Católicos). Y se presume que la variedad (cimarrona) fue la que desciende del Sus scrofa domesticus var. Celtíbero. Sánchez, Raúl (2015)”, documenta el autor.
Y afirma: “Por la gastronomía española, el cerdo se hizo muy popular, pero muchos de ellos (los animales) lograron escapar adentrándose en las sierras y lugares poco accesibles, haciéndose salvajes nuevamente y produciendo manadas… Con la fiebre porcina de 1978 el gobierno de turno tomó la decisión de sacrificar los cerdos, y muchos decidieron liberarlos antes que entregarlos al Gobierno, creándose así manadas de cerdos en la cordillera central, sierra Baoruco, el este del país en la zona cercana a Los Haitises que aún perduran en la actualidad”.
El portal Fauna Dominicana destaca que el puerco cimarrón o sicaraña es robusto y muy ágil. Mide entre 90 y 130 centímetros de largo y unos 55 centímetros de alto. Coloración variada, con predominio de marrón y negruzco, o marrones con manchas más oscuras. Su hocico es puntiagudo y la cabeza alargada y grande, con cuello grueso y patas muy cortas. Ve poco, pero tiene un olfato muy afinado. Son fieros y rápidos como sus antepasados, los jabalíes
Su alimentación es a base de frutos, hierbas, su constante moverse y rápidas huidas, no facilitan la acumulación grasas corporales.
Causa destrozos en los bosques al comer ramas y cortezas de las plantas. También cavan la tierra. Se le considera una de las especies invasivas y más dañinas del planeta, según describió Browne Lowe y otros.
Cazadores preguntados sostienen que cuando es ese mamífero es barraco puede pasar las 200 libras de peso.
El profesor Bolívar Troncoso, geógrafo, especialista en Turismo Sostenible y presidente de la Fundación Sabores Dominicanos, valora la sabrosura de las carnes de cerdo y chivo cimarrones.
Resalta que en el fondo del hoyo de Pelempito “hay comida y agua” y por eso abundan esos mamíferos. Y no descarta que el cacique taíno Enriquillo, quien, en 1519, se rebeló en la Sierra de Baoruco contra la opresión de los españoles, aprovechara aquellas fuentes de proteína.
Los cazadores de hoy saben que es buen lugar para conseguirlos, pero también que la tarea es dura.
LOS CHIVOS, CHIVOS SON
La cabra es un mamífero rumiante (de rumia, regurgitar) domesticado alrededor del octavo milenio antes de Cristo, por interés en su carne y leche.
La veneraban en Mendes, Egipto, y no podían matarla. Creían que la gran divinidad de la ciudad se había ocultado bajo la figura de una cabra y por ello se le representaba con la figura de ese mamífero.
Al macho le llaman cabrón, cabro, chivo, macho cabrío, irasco, castrón o chivato. A las crías les llaman cabrito, chivito, choto, baifo. Mientras maman, son cabritos; chivos o chivas, hasta que cumplen un año; primales o primales hasta los dos años. Desde los dos hasta los tres años, machos llanos y a las hembras, cabras, se describe en Wikipedia.
Sierra de Baoruco es sitio de bosques nublados y mucha vida animal y vegetal. El área del Jaragua (Xaragua) un mundo de biodiversidad y rastros taínos. Dos tesoros de Pedernales, suscritos por convenios internacionales.
Es el mismo mundo donde, hace siglos, habitan libres chivos y cerdos “sicarañas”, mal vistos por ambientalistas que los consideran depredadores de los ecosistemas. Pero celebrados por cazadores que los buscan para vender sus carnes, unos; otros, por la adrenalina que genera la práctica riesgosa del monteo y la pasión por compartir los guisados o asados con los suyos… Por la fama de las carnes y la fuerza de la tradición y sus relatos.