Araceli, de la italiana Elsa Morante (1912-1985), se publicó en 1982 y fue escrita quizás en momentos difíciles, cuando la autora padecía una enfermedad que la condujo a un intento de suicidio. Su vida personal sufrió las consecuencias de dos guerras mundiales, con el estigma de ser judía, que la obligó a huir con su marido, Alberto Moravia, a un pueblo del sur de Italia, donde soportó las precarias condiciones de los refugiados. En plena guerra mundial, con El juego secreto inicia una carrera literaria atravesada por sentimientos de decadencia y ruina, no solo de las clases sociales en la Italia de la primera mitad del siglo XX, sino también de los valores morales sobre los que descansa la sociedad.
La infancia está presente con insistencia en sus novelas, como una etapa misteriosa y mágica, cubierta de luces y sombras. Así, en Araceli, Manuel, el protagonista, vive anclado en un pasado donde persigue lo femenino en la imagen de la madre, cuyo misterio intenta desentrañar. Dividido entre dos mundos, el de la madre, Araceli, nacida dentro de una humildísima familia de Almería, en el sur de España, y el del padre, Eugenio, miembro de la burguesía italiana del Piamonte, Manuel arraiga en los misteriosos orígenes de la madre. Busca, además, su identidad sexual en un juego de espejos donde lo femenino y lo masculino se funden en la figura materna.
Las dos clases sociales se enfrentan en una lucha soterrada, porque Araceli, una muchacha casi salvaje y analfabeta, cautivó a un brillante marino de la armada real italiana. Por lo tanto, el niño crece entre dos mundos que se toleran, pero que resultarán irreconciliables. Por un lado están las grandes familias italianas que abrazan el fascismo; por otro, los trabajadores y campesinos, que se unen a los partisanos durante la guerra. El hermano de Araceli, muerto en la guerra civil española entre los anarquistas, se convierte en referente admirado para el niño y lo acerca a España, donde perseguirá el misterio de una madre que no acaba de encajar con la familia del marido. Este, pese a ser un militar de alta graduación y elevados principios, siempre admirado por sus subordinados resulta, en cambio, una figura borrosa para el hijo, quizás porque renuncia a ser su guía y modelo. La madre, supersticiosa, y de una religiosidad que raya en lo fantástico, le transmite a Manuel un saber intuitivo y una conexión mágica con el mundo. Le entrega una medalla protectora con el emblema del indalo, especie de tótem prehistórico original de la zona almeriense. Este amuleto es en un leitmotiv que conecta al narrador protagonista con el pasado ancestral de Araceli.
La lucha de Manuel en la búsqueda de la madre y de su identidad sexual se convierte en un reproche contra esa mujer que constituyó el horizonte de su infancia, pero lo abandonó al decaer en un comportamiento ninfomaníaco. Esto se debió posiblemente a un desajuste emocional a causa de la esterilidad que le produjo un parto, y la posterior pérdida de su hija recién nacida. El niño intuye el dolor de la madre y, aunque guarda como un tesoro lo vivido en secreto con ella, sufre el abandono como una traición. Mientras, la búsqueda de sí mismo para asumir su homosexualidad resulta una travesía violenta y dolorosa.
Elsa Morante se aventura en la construcción de un sujeto masculino para explicar el poder que puede ejercer la figura materna en la formación de la personalidad. Pero la obra va mucho más allá del tema edípico, ya que los enfrentamientos ideológicos y los prejuicios sociales, que desatan la guerra, son aún más devastadores. La muerte de la madre cuando él solo tenía siete años, la humillación padecida por el padre al final de la contienda, su fallecimiento cinco años después, y la miseria en la que se ve reducido marcan la oscura vida de Manuel.
En medio del camino de la vida, como diría Dante, el protagonista decide viajar a Almería, ya en la agonía del franquismo, con el deseo de desentrañar el misterio de la madre. Llega a una aldea medio abandonada y en una zona desértica, donde únicamente habita un anciano miserable, el último vestigio de la familia materna. Así se vincula a unos orígenes representados en aquel tótem asexuado que la madre le regaló.
Resulta atractivo en esta obra el modo de explicar, desde la relación de amor y odio hacia la madre, lo complejo de la homosexualidad. La íntima amistad de Elsa Morante con Pier Paolo Pasolini pudiera estar detrás de la narración. Es Araceli una novela difícil, de carácter psicoanalítico, que se sumerge en la subjetividad del protagonista en su búsqueda identitaria, pero que revela también la personalidad torturada de la autora.
Consuelo Triviño Anzola en Acento.com.do
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