5.2.- Psicología, neurociencia y creatividad: era digital

A fin de desarrollar esta última parte, tendré que valerme del conocimiento ajeno, pues son muchos los neurólogos, psicólogos, cientistas sociales, literatos,  músicos y artistas plásticos que han escrito acerca de la importancia de la creatividad en el proceso de desarrollo social.

De manera que para establecer los rasgos distintivos de estas reflexiones y reconocer los aportes hechos por quienes nos preceden, he de traer a colación algunas consideraciones  fundamentales para la comprensión del tema abordado.


Arqueología de la mente. Orígenes del arte, de la religión y de la ciencia.

En su libro: "Arqueología de la mente. Orígenes del arte, de la religión y de la ciencia”,  Steven John Mithen, un catedrático inglés de Arqueología en la Universidad de Reading, plantea que ya en el origen del arte se encontraban tres procesos  cognitivos:

  1. La capacidad de hacer una imagen mental que no representa fidedignamente al mundo real.
  2. La comunicación intencional.
  3. La capacidad de dar a «cosas» significados más allá del que tienen.

Según el neurocientífico español, Franciso Mora, estos complejos procesos cognitivos tienen una importancia excepcional en la escritura creativa, “comenzando por la creación de imágenes mentales que no son meros trasuntos de lo que está fuera de nosotros, siguiendo por esa voluntad intencional (que incluso activa, inevitablemente, imágenes de los lectores virtuales, a fin de que la comunicación se alcance con éxito) y finalizando por el potencial más extraordinario de la comunicación verbal estética: su dimensión simbólica, su capacidad de trascender los significados y sentidos habituales de cosas, seres y situaciones, que permite crear mundos posibles”, expresión muy analizada en el ámbito de la teoría literaria actual.

Son bien conocidos los hitos de los principales descubrimientos de las zonas corticales puestas en juego en el procesamiento lingüístico: Broca (1864) asoció el lenguaje articulado con la zona que lleva su nombre en una región frontal del hemisferio izquierdo; Wernicke (1874) dio nombre a un área parieto-temporal del hemisferio izquierdo como primordial para la comprensión del lenguaje hablado; Dejerine (1892) evidenció la importancia de la parte posterior del hemisferio izquierdo para la comprensión del lenguaje escrito.

Steven John Mithen.

Por su parte, el reconocido psicólogo Anibal Puente Ferreras, docente de la Universidad Complutense de Madrid, plantea que “cuando se oye una palabra, su sonido lo capta primeramente la corteza auditiva, que lo transmite a la zona adyacente de Wernicke, donde es comprendido. Cuando se lee una palabra, la corteza visual primaria, que percibe su imagen, la transmite a una zona de la corteza que procede a una transformación auditiva de la palabra; para una respuesta escrita a una instrucción oral, la información sigue el mismo circuito en sentido contrario. Si es para una respuesta hablada a una pregunta oral, dado que la zona receptora del lenguaje (zona de Wernicke) y la zona de emisión (zona de Broca) están enlazadas por un haz particular -el haz arqueado-, el programa se transmite de la primera a la segunda”.

Como es sabido, nuestro tronco cerebral sostiene las bases más vitales e inconscientes de aquellos procesos que se hacen muy complejos cuando el sistema límbico (en el que residen las respuestas emocionales del placer  y del dolor), interactúa con la corteza cerebral de asociación para transformarse en consciencia o voluntad de significado y de sentido. Esta transformación es importante en la vida de los seres humanos como clave para la supervivencia individual y colectiva.

El arte cumple también una función adaptativa y homeostática (la homeostasis es un estado de equilibrio entre todos los sistemas del cuerpo, imprescindible  para que este funcione correctamente). Las aproximaciones más extrínsecas al acto creador siempre han tenido en cuenta estos factores, sea en el ámbito más inmediato o en el más amplio, caracterizados por coordenadas espacio-temporales.

Todo creador está condicionado, mas no determinado, por su circunstancia, aunque la respuesta a ella puede ser muy diferente de un caso a otro. Desde los estudios biográficos a la crítica psicológica o social encontramos instrumentos operativos para conocer y apreciar mejor la dinámica creativa. Estos resultan útiles y reveladores, siempre que no se planteen como posibilidades excluyentes de otras aproximaciones igualmente importantes como, por ejemplo, el análisis textual o, más comprensivamente, los estudios sobre el discurso que amplían, desde la pragmática y la hermenéutica, la relación de un texto con su creador y con sus receptores (la pragmática es el estudio de los principios que regulan el uso del lenguaje en la comunicación y la  hermenéutica se considera una disciplina de la interpretación de los textos).

Por supuesto, son muy importantes los testimonios de los propios escritores sobre su proceso escritural; o los de los lectores acerca de las imágenes autorales creadas, y de los dispositivos de funcionamiento discursivo postulados en la apropiación poético-receptiva.

En fin, a la pregunta de si el arte tiene un valor biológico siendo el hombre un ser biológico como es, habría que contestar afirmativamente como lo hace sin titubeos Francisco Mora, quien dice, y en esto coincidimos, que el arte es la dimensión que  ayuda al ser humano a dar un sentido a su existencia, más allá de aquellas emociones básicas que le mantienen «biológicamente vivo».

Hemos llegado al final de este trabajo y quisiera despedirme rememorando a la muchacha sureña, ¿la recuerdan? (ver I y II de X): Rindámosle honor a su pasión por la escritura.

Si alguien  sabe de ella, avísenme, por favor.

Haffe Serulle en Acento.com.do