“Una obra de arte no da respuestas, sino que las provoca; su significado esencial se encuentra en la tensión de las respuestas contradictorias”.
Leonard Bernstein
Con esta frase se inicia Maestro, de Bradley Cooper. Una frase única de un artista sin igual… una frase que a él (Bradley Cooper) parece habérsele olvidado.
Pero, ¿qué se le va a hacer? Imagino que lo mandatorio es decir que “eso” está bien. Que no hay problema. Que él tiene derecho a olvidar eso que… ¿qué decía? Vivimos en tiempos no tan extraños como yo esperaría.
Vivimos en tiempos aburridos y predecibles… desde el punto de vista del consumo de cine, Hollywood sigue marcando la pauta de cómo piensa quien se precie de moderno, sin saber que el término describe a alguien vacío y que no piensa, que se sienta ante una pantalla, a dejar que lo miren; o sea, poco han variado los contenidos, y sí los medios por los que nos llegan.
Disruptor, me viene a la mente (cada momento histórico tiene su palabrería). Y no es que Leonard Bernstein fuera disruptor (de hecho, nada menos disruptor que la música que él hacía). En este momento, donde lo disruptivo de cualquier comportamiento adoptado en la sexualidad del status quo es bien visto, ¿qué tan disruptivo realmente es?
¿Es la sexualidad de Leonard Bernstein tan importante, bañó tanto su trabajo (porque arruinó su vida privada, según el Sr. Cooper), que trascendió de manera que alguien como yo no se dio cuenta (de que él era bi) porque nunca leí una biografía íntima ni pertenecí a su círculo de amistades?
Qué va.
La respuesta es: no trascendió.
No me vendas esa. Que Leonard Bernstein era un hombre feliz (él mismo lo dice) porque hacía lo que más le gustaba hacer: música.
Entonces, toda esa parafernalia, toda esta cornucopia en la cual se supone que yo me vería reflejado (la de la música), no es más que un espejito rodeado de labranzas y elaboraciones sobre la vida de un compositor y conductor que destruyó su propia vida (y no tanto), no por sus inclinaciones (eso, al parecer, estaba claro entre él y su esposa), sino… ¡pero espera! ¡Es que él no la destruyó! La vida de pareja es así, hasta que uno se muere…
Preguntas: ¿qué pasa entonces con la intolerancia de la época hacia alguien que llevaba una doble vida, por así decirlo? ¿Que su hija nunca se dio cuenta? ¡Vamos! Se nota que el guión era más largo (tiene la estructura para serlo). Y se nota que fue altamente manipulado con un solo fin: Oscares.
Mi introducción a Leonard Bernstein fue el cine. Gracias a él, toda una serie de clásicos del cine tienen música dirigida, compuesta, o ambas, trabajando de la mano de directores de la talla de Stanley Donen, pasando por Elia Kazan, y Robert Weiss, vieron forma final.
Ni hablar de sus composiciones para musicales y obras teatrales. Ni hablar de sus óperas.
Luego vino Muerte en Venecia, la obra maestra de Luchino Visconti que no tiene música de Bernstein, pero una de sus versiones de la 5ta Sinfonía de Mahler (el Adagietto) es particularmente memorable y siempre resonará conmigo. La suavidad de su dirección le ganaron el respeto de los expertos, y de un aficionado en el peor sentido de la palabra, como yo.
Viendo Maestro, yo no podía evitar pensar, ¿de qué?
Primero: la película comienza cuando eso que Bernstein tenía meses esperando (la oportunidad de dirigir, como suplente, la orquesta filarmónica de NY) finalmente sucede. Nada sobre su niñez. Nada sobre sus padres. Sus hermanos. Sus amigos. Sus disputas. Sus amores de juventud. Nada sobre (y tomemos esto con pinzas), como comenzó, los primeros atisbos, de su bisexualidad. Nada sobre su crianza ni su educación. Todo está definido ya. El es un maestro, y no necesitamos ver o saber nada más sobre su pasado.
El tono de la película está marcado por este evento. Pero en realidad se trata de un largo flashback que no tiene ningún mérito ni le aporta nada a la historia.
Si la película hubiera sido hecha desde el punto de vista de su esposa otro gallo habría cantado.
Segundo: la interpretación de Carey Mulligan es espectacular en su contención. Su elegancia no da espacio ni para respirar. A diferencia de Cooper, cuya nariz prostética ganaría mejor maquillaje contra cualquier guerra de las galaxias o isla del doctor Moreau, la actuación de la Mulligan aparece como orgánica.
Tercero: si él era tan feliz, si hubo un momento en que fue la estrella de los altos salones del arte alto, ¿qué de su relación con figuras como Aaron Copeland, quién se ve como personaje secundario? ¿Qué de sus patronos y promotores en el mundo de la música?
Material hay. No se por qué esta obsesión de los directores de hacer películas sobre gente importante limitándose a dos horas, cuando sabemos que los personajes, sus vidas, dan para mucho más.
Esto ha sucedido con Leonard Bernstein: se quedó corta. Se quedó simple. Y todo esto, por todas las razones equivocadas.