El mal no existe es una película de Ryûsuke Hamaguchi que, dentro de su simplicidad, me ha dejado cautivado por su sutileza y su capacidad para transmitir emociones a través de la belleza de lo cotidiano. No me parece que sea una obra mayúscula del director japonés, pero, de igual forma, considero que tiene el mismo semblante emocional de Asako I & II y de Drive My Car. Desde el preámbulo, se hace evidente que Hamaguchi recupera su poética naturalista para puntualizar, con estética refinada, un drama conmovedor sobre la conexión del ser humano con la naturaleza, presentado además con un grado de intimismo que me atrapa y no me suelta hasta los minutos finales que me obligan a reflexionar.

La trama, situada en un bosque invernal, narra las experiencias de Takumi, un hombre sencillo que vive con su pequeña hija en un pueblo remoto rodeado de montañas, cuya vida tranquila se ve interrumpida por la presencia de los empleados de una empresa que busca construir un complejo turístico bajo el concepto del glamping, a pesar de la oposición de los locales que no aceptan el trato porque saben que trae consecuencias nefastas para la zona rural.

En general, la narrativa de Hamaguchi adopta un enfoque contemplativo, parsimonioso, a menudo alejado de los lugares comunes, que muestra en cada escena el modo de vida de un campesino que cría a su hija, corta leña con el hacha, fuma cigarrillos, recoge jarras de agua del arroyo y, de vez en cuando, escucha desde su cabaña los disparos de los cazadores de ciervos.

El conflicto surge a fuego lento, entre silencios, con una tensión palpable que se origina por las acciones dialécticas de unos personajes que metaforizan, por una parte, el progreso del capitalismo corporativo y, por la otra, la preservación del medio ambiente. Este dilema moral, aunque parece ordinario en su premisa por la manera en que los personajes dialogan a plena luz del día, está tratado con una profundidad filosófica que me coloca en un estado autorreflexivo, sobre todo cuando Hamaguchi edifica los golpes de efecto para elaborar una crítica ecológica bastante sutil sobre el caos de la naturaleza y el vínculo del ser humano con el medioambiente, que se entiende, dicho sea de paso, como la ausencia de maldad en los entornos naturales y la ética que provoca que el hombre se robe los recursos que salen de ahí para cubrir sus intereses corporativos sin pensar en el impacto duradero, donde la idea del turismo medioambiental no es más que una cifra estadística al servicio de las inversiones de capital, de gente que busca ganar dinero sin pensar en el daño al medioambiente y las personas que ocupan su espacio. En pocas palabras, su parábola habla de cómo la naturaleza en sí misma es caótica más allá de las actividades del hombre que alteran su equilibrio.

Para conseguir esto, Hamaguchi se sirve de un elenco de actores no profesionales que siempre me resultan orgánicos en su pauta expresiva, especialmente Hitoshi Omika como el padre sereno y sinuoso que protege a su hija de los peligros de los hombres; en una interpretación contenida y sumamente emotiva que logra transmitir el peso de la responsabilidad paternal y el apego a la naturaleza sin necesidad de grandes gestos.

Hamaguchi suele encuadrarlo, además, en una puesta en escena que, en ocasiones, acentúa la psicología intrínseca del protagonista a través del plano panorámico, el plano secuencia, el plano fijo, la elipsis, el uso psicológico del color azul y, sobre todo, el uso del sonido diegético que señala la fragilidad que se sutura fuera de campo. Estos recursos estilísticos, acompañados de una lírica banda sonora de Eiko Ishibashi, añaden capas de significado a la historia. Y evocan sobre mí una sensación de serenidad, que también me inducen a razonar en cómo el mal, en este caso, no es algo tangible, sino que, más bien, reside en la indiferencia y en la falta de simbiosis con la naturaleza.

Ficha técnica
Título original: Evil Does Not Exist (Aku Wa Sonzai Shinai)

Año: 2023
Duración: 1 hr. 46 min.
País: Japón
Director: Ryûsuke Hamaguchi
Guion: Ryûsuke Hamaguchi

Música: Eiko Ishibashi
Fotografía: Yoshio Kitagawa
Reparto: Hitoshi Omika, Ryo Nishikawa, Ryuji Kosaka, Hazuki Kikuchi

Calificación: 7/10