Hará pronto setenta y cinco años del estreno de “Rashōmon” (1950), un punto de inflexión en la antología del cine. Relata el asesinato de un samurai y el asalto sexual a su esposa, mientras transitaban por un camino.

La película no es un cuento lineal del incidente. Su director y guionista, Akira Kurosawa (1910-1998) la fragmentó en cuatro analepsis sobre el mismo hecho excluyentes una de la otra. Al contar cada perspectiva, dejando los sentimientos humanos de los personajes fuera de la estructura aristotélica (principio, medio y final), el artista planteó una reflexión.

Derivado de la técnica del cineasta japonés, la psicología moderna estudia un fenómeno conductual al que ha denominado con el nombre “el efecto Rashōmon”, en honor a ese filme.

Con el reciente estreno en Netflix de la teleserie de "Monsters. La historia de Erik y Lyle Menéndez” (2024),  sobre el parricidio cometido por Erik y Lyle Menéndez en 1989, el monumental legado de Akira Kurosawa retoma vigencia plena. No es la primera vez que el sensei inspira a otros directores de cine. La estructura narrativa de “Rashōmon”, sirve de copia de plano, por ejemplo, a:

  • “Testigo a cargo” (1957), Dir. Billy Wilder
  • La oscarizada cinta “Los Sospechosos Habituales” (1995), Dir. Brian Singer
  • “Perdida” (1014), Dir. David Fincher
  • La también oscarizada “La Separación” (2011), Dir. Asghar Farhadi; y,
  • La película dominicana “339Amín Abel Hasbún. Memoria de un crimen” (2014), Dir. Etzel Báez.

La influencia del efecto Rashōmon ha cruzado a otros estudios sociales, incluida la teoría del delito. En la literatura y en el periodismo la tesis también encuentra aplicación práctica.

Elena Poniatowska Amor cuenta que, luego de ver en su juventud “Rashōmon” en estreno, quedó impactada por su multiplicidad de voces. Su obra cumbre “La noche de Tlateloloco” (1968) está conectada a una polifonía que rescata para la memoria, la matanza de los estudiantes universitarios el fatídico 2 de octubre de 1968 en el Distrito Federal de México.

De acuerdo con el psicólogo Nahum Montagud Rubio:

“El efecto Rashomon es un fenómeno que es producido a causa de la subjetividad y percepción personal de cada uno a la hora de contar un mismo evento real. Es decir, es el hecho de que varias personas, quienes han vivido un mismo hecho, traten de describirlo, pero mezclando su percepción de lo vivido, lo cual hace que cada cual lo explique a su manera, olvidándose o exagerando unos aspectos u otros. Pese a la cantidad de versiones que puedan surgir, estas resultan ser verosímiles, haciendo difícil escoger solo una.”

“Monsters. La historia de Erik y Lyle Menéndez”, de los realizadores Ryan Murphy e Ian Brennan, hace un empleo fiel e integral del método original ideado por Kurosawa, excepto que, “Rashōmon”, es una adaptación fílmica de dos cuentos medievales japoneses, mientras que la teleserie es una adaptación ficcional de un hecho histórico.

A inicios de los años noventa, antes de la invención del internet, la televisión por cable era la reina de las comunicaciones. Entre 1989 y 1996, el proceso Menéndez, el primero en televisarse por ese medio, no salió de los noticieros de CNN, cada vez con más confusas novedades sobre el expediente. Siendo una abogada recién graduada, recuerdo tertulias con compañeros de labores sobre el sonado caso.

Era difícil contrastar la verdad. Estaba la versión de ellos, pero también la de los siquiatras, familiares, amigos, abogados de la defensa, los de la fiscalía acusadora, los testigos indirectos, el jurado, la prensa y el público en general.

El caso Menéndez de la vida real comprobó que el efecto Rashōmon no es solo un recurso narrativo sino un fenómeno psicosocial. Akira Kurosawa no solo hizo películas, cultivó el pensamiento crítico, porque hacía cine como filosofía.

Al igual que el director iraní Asghar Farhadi y el dominicano Etzel Báez, antes mencionados, los creadores de la nueva teleserie de Netflix han incorporado elegantes guiños a los planos de “Rashōmon”, destacándose el capítulo 5, en que el actor Cooper Koch en el rol de Erik Menéndez, se pone los zapatos del actor nipón Toshirō Mifune en una prolongada confesión en primer plano.

Javier Bardem y Chloë Sevigny interpretan a José y Kitty Menéndez, para algunos, víctimas, para otros, victimarios. Sevigny descarna el alma del espectador como lo hizo la actriz Machiko Kyo en el filme japonés. Bardem, como el samurai asesinado en la película de Kurosawa, parece salir de la cripta a defenderse.

Los veteranos actores y la espantosa banda sonora susurran desde el más allá su versión de los hechos. En contrapunto, un cancionero popular de los años noventa musicaliza el iter criminis de sus hijos, fanáticos de Milli Vanilli, el falso dúo cantor.

El antes citado psicólogo explica que: “en el efecto Rashōmon se entiende que la realidad en una determinada historia es algo que depende por completo de la propia subjetividad de uno, y que factores como la limitación de la información recibida, la edad, el género, la memoria, la influencia de otros o creencias de alguien son aspectos que influyen en la forma en cómo una historia es revivida. Las historias que cuentan los personajes pueden ser ciertas y, a su vez, aparentemente incompatibles, salvo que uno de ellos mienta”.

Recomiendo el clásico de Kurosawa y la teleserie de los Menéndez como ficciones del pensamiento y de la conducta humana.

“Todos queremos olvidar algo, es más fácil así”. (Cita del guion de “Rashōmon”).