Kenneth Branagh comenzó a trabajar en Belfast en marzo de 2020, cuando fue alcanzado por un pensamiento, que lo motivó a escribir sobre la historia de su vida. “Quería volver y estrechar la mano de esa versión de mí mismo de nueve años, y quería entender por lo que habían pasado mis padres en términos de los increíbles sacrificios que hicieron para dar un gran paso en nuestras vidas, del que nunca hablamos posteriormente jamás”; dijo en una entrevista.

Se refiere al período de su infancia inspirado en su experiencia como un niño inocente residiendo con su familia de clase trabajadora en Belfast. Por lo visto, es un tema que ha querido relatar desde hace más de 50 años, aprovechando ahora su disponibilidad de los medios cinematográficos.

La película, estrenada en diversos festivales del cine, ha gozado de una cálida acogida del público y de la crítica, considerándola como su trabajo más personal de los realizados hasta la fecha.

No dudo que Belfast sea la obra más íntima que Branagh. Sin embargo, me ha producido sorpresa por los aplausos que ha recibido porque, a decir verdad, opino que forma parte de una filmografía que  va en picada. No puede ser más sedante. Parece una respuesta británica al filme “Roma”, de Cuarón.

Belfast sigue la tendencia de aquellos cineastas que cuentan su historia de vida como un desahogo personal. Cuarón lo hizo con un alto nivel estético y narrativo; mientas que aquí, en cambio, el esfuerzo resulta tosco, cuando Branagh abraza la cotidianidad de su niñez de una manera convencional y sin emotividad alguna.

La película se ambienta en 1969, en la localidad de Belfast, Irlanda del Norte;  describiendo la vida habitual de una familia protestante de clase trabajadora, desde la óptica de Buddy, un niño travieso y tímido, cuyo hogar está integrado por sus  padres, su hermano mayor y sus abuelos paternos.

Todo inicia de forma interesante, involucrándonos en las vicisitudes que le suceden en las calles; pero rápidamente nos damos cuenta de que Branagh lo modela de manera baladí y acomodaticio, no escapando de su zona de confort, repitiendo con sentimentalismo de bolsillo, el trauma del chiquillo cuando su comportamiento es modificado, en cierta medida, por las hostilidades cotidianas, intensificadas por los unionistas del pueblo que buscan víctimas infantiles; y, por la otra, los dilemas diarios de una familia encabezada por un padre moralmente pulcro, que explora la posibilidad de emigrar, debido a la crisis política de la sociedad donde reside. Todas las situaciones coloreadas de gris son iguales de planas, y pierden el impulso dramático para ampliar la psicología de los personajes.

Desde luego, Branagh no tiene la intención de que el cuadro del niño y la familia constituya un alegato político sobre los corolarios de The Troubles, sobre todo, porque le interesa examinar cómo la ingenuidad de un niño se ve arrinconada por el miedo a cambiar de lugar; inspeccionando las razones que obligan a recurrir a la emigración, como una vía para alcanzar la prosperidad.

Su estética emplea dispositivos que señalan, en algunos planos, el ánimo de Buddy y su familia, en medio de la dificultad política de Irlanda del Norte.

Se trata, por lo tanto, de mostrar los infortunios de una familia irlandesa de clase trabajadora. Sin embargo, pienso que utiliza al niño como una excusa trivial para revelar su discurso ecléctico sobre el poder de la tolerancia y la comprensión [entre católicos y protestantes], como el único camino para olvidar los hechos del pasado, y lograr un entendimiento  de cara a su presente.

El filme se vuelve previsible porque, en efecto, el paisaje urbano del poblado, subordina el desarrollo de los personajes, de por sí superficiales, para contestar las interrogantes sobre las contradicciones étnico-nacionalistas, de carácter religioso, que divide la sociedad.

Escena de Belfast.

Valoro por encima de lo demás, primero, el estilo que casi totalmente encuadra las incidencias del niño y los entornos urbanos a través de un monocromático blanco y negro, que añade belleza, tal cual las nubes de invierno; y, segundo, la auténtica representación de la época, que muestra a Belfast con sus calles, los  comercios, las viviendas y los muros militarizados.

Desafortunadamente, ni esos elementos ni la música, pueden paliar lo blando de una narrativa que en todos los personajes discurre de forma nimia. El drama carece de fuerza y el componente cómico está fuera de lugar. Las actuaciones del reparto me parecen olvidables.

Si así son los recuerdos infantiles de Branagh, temo que son aburridos. Su carta de amor a su ciudad natal está lejos de conmover.

Ficha técnica
Título original: Belfast
Año: 2021
Duración: 1 hr 39 min
País: Reino Unido
Director: Kenneth Branagh
Guión: Kenneth Branagh
Música: Van Morrison
Fotografía: HarisZambarloukos
Reparto: Jude Hill, CaitrionaBalfe, JamieDornan, JudiDench, Ciarán Hinds
Calificación: 5/10