Aftersun, la ópera prima de Charlotte Wells, es una película que llega hasta mis sentidos, envuelta en un aura de sensibilidad que promete una introspección delicada, partiendo, por supuesto, de un apunte semiautobiográfico con el que pretende narrar algunas cosas puntuales de su vida. Sin embargo, a medida que avanza, me encuentro abrumado por una sensación de desconexión que no desaparece ni pausando el asunto para mirar la hora de mi reloj.

Desde el inicio, comprendo que Wells busca capturar la nostalgia y los dilemas de la vida cotidiana con un discurso indulgente sobre la pérdida de la inocencia y los sacrificios paternales, pero su narrativa permanece situada en lugares comunes en los que se ausenta el gancho emocional, y sus pericias estéticas quedan más como accesorios que se ejecutan sobre el encuadre para contentar a ese público progre de MUBI y A24 que se suele sorprender con cualquier chorrada que reciba estrellitas en los festivales de cine.

La trama se sitúa a finales de la década de los 90 y sigue a Sophie, una niña escocesa de 11 años que viaja a un lugar de vacaciones junto a su padre de 30 años, poco después de que este se separara amistosamente de su madre para afrontar su homosexualidad reprimida frente a la playa.

En términos estructurales, la narrativa de Wells se muestra como un largo racconto, ensamblado como un mosaico de recuerdos dispersos que Sophie tiene en su mente mientras baila en una discoteca a oscuras cuando es adulta y rememora los días en que era una chiquilla feliz que grababa con su cámara todo lo que ocurría al lado de su padre ya fallecido que la orientaba sobre las encrucijadas de la adultez futura.

El problema fundamental, no obstante, es que su narrativa carece de un hilo conductor lo suficientemente fuerte como para mantenerme involucrado, sobre todo porque los personajes reducen sus acciones a una serie de discusiones banales que se repiten inútilmente en los instantes de depresión del padre afectado por la ansiedad y el desosiego intrínseco producido por ser homosexual; las inquietudes de la niña cuando graba con su cámara los episodios de felicidad y pierde su lado inocente al interactuar con los otros jóvenes; las conversaciones en la piscina entre el padre que oculta sus sentimientos y la hija que lo anima para que recupere su autoestima.

La rutina de situaciones se estanca en el círculo de la playa, la piscina, el buceo, los baños de barro y la habitación, de gente que tiene su existencia arreglada como para derrochar un buen dinero en un hotel en Turquía.

De igual modo, las actuaciones de Paul Mescal y de Francesca Corio me resultan algo competentes, pero nunca me llegan a tocar una fibra y presentan a sus personajes con un aire superfluo que se lleva su trato bienintencionado. Uno interpreta a un padre esquivo, alegre, responsable, afligido por el dolor interno provocado por su sexualidad latente y la necesidad de custodiar a su hija para guiarla por el buen camino. La otra asume el papel de una niña curiosa, tierna, párvula, que busca animar a su papá para que supere la crisis personal. Pese a algunos momentos entrañables entre ellos, no llego a creer en su vínculo ni en la presunta tristeza que se respira en cada escena.

El estilo visual de Wells, a veces mostrado como material encontrado, trata de ampliar la psicología de los personajes a través de propiedades formales como el sobreencuadre, la elipsis, el sonido diegético, el fuera de campo, los espacios cerrados, el uso del color, el primer plano, el plano medio, la música empática de unas canciones descriptivas y un montaje parsimonioso que solo me aleja de lo que sucede. Pero sus hallazgos visuales solo estiran las escenas innecesariamente. Y su ejercicio pretencioso parece más bien un comercial turístico con fragancia noventera, distanciado de cualquier rastro de intimismo en su registro obvio de mayoría de edad sobre el duelo, la pérdida y los recuerdos.

Ficha técnica
Título original: Aftersun

Año: 2022
Duración: 1 hr. 41 min.
País: Reino Unido
Director: Charlotte Wells
Guion: Charlotte Wells

Música: Oliver Coates
Fotografía: Gregory Oke
Reparto: Paul Mescal, Francesca Corio, Celia Rowlson-Hall

Calificación: 5/10