Un video captado con celular muestra una camioneta blanca cosida a balazos y, a través de los cristales rotos, un interior calcinado.
“Que sirva esto de registro: Rhonita y cuatro de mis nietos están acribillados y quemados en un camino cerca de La Mora”, narra en inglés una voz quebrada.
Su dueño, Kenneth Miller, fue de los primeros en llegar a la escena de una de las más brutales masacres que ha visto la zona fronteriza de México con Estados Unidos en tiempos recientes.
El ataque, perpetrado el 4 de noviembre de 2019, acabó con la vida de tres mujeres y seis niños de entre 8 meses y 12 años pertenecientes a una prominente comunidad mormona asentada desde hace décadas en los estados norteños de Chihuahua y Sonora.
A pesar de los cinco años transcurridos desde los asesinatos, las hipótesis construidas y las decenas de arrestos llevados a cabo, el caso continúa plagado de interrogantes.
La herida de las familias LeBaron, Langland y Miller sigue en carne viva, y, al tiempo que exigen justicia, se agarran al mensaje de resistencia que el más vocal de sus miembros, Julián LeBaron, le lanzó ya a BBC Mundo la misma semana de la tragedia.
“No nos vamos a ir. Aquí nacimos, es nuestro país y no se lo vamos a entregar a unos delincuentes”, repiten hoy, mientras llaman a los más de 140 millones de mexicanos a “asumir también su responsabilidad” y a sumarse a la reivindicación para “liberar al país de la violencia”.
Cenizas que se llevó el viento
“Aquí hay pueblos fantasma, que se vaciaron porque la gente ya no soportó tal nivel de violencia e impunidad”, cuenta Julián LeBaron en un momento de la serie documental “LeBaron, muerte en la tierra prometida”.
Dirigida por Carlos Pérez Osorio, quien con su ópera prima “Las tres muertes de Maricela Escobedo” ya había expuesto otras historias desgarradoras de la inseguridad en México, es uno de tantos proyectos que han visto la luz con motivo del quinto aniversario de la tragedia.
Con su afirmación en la serie, LeBaron se refiere a valles enteros del norte mexicano que han ido despoblándose tras encontrarse con demasiada frecuencia en el fuego cruzado de los carteles rivales que se disputan el territorio.
Pero también habla de su comunidad en particular.
Es que fueron muchos los que tras la matanza tomaron rumbo a EE.UU. dejando atrás la Colonia LeBaron, fundada por el patriarca de la familia, Alma Dayer LeBaron, quien llegó a México procedente de Utah en 1924.
Perteneciente a una rama fundamentalista de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, mejor conocida como la iglesia mormona, se separó de ella al negarse a abandonar la poligamía y creó una versión a su medida —en la que pudiera continuar con la práctica— en tierras chihuahuenses.
Decenas huyeron también del rancho La Mora, otra comunidad mormona independiente ubicada en el municipio de Bavispe, en el estado vecino, Sonora, a escasos kilómetros de la Colonia LeBarón, a cuyos miembros les unen lazos de sangre.
Ambas quedaron enlutadas cuando aquel fatídico 4 de noviembre unos hombres armados emboscaron en un camino de terracería en los confines entre Sonora y Chihuahua a tres camionetas procedentes de La Mora.
En una de ellas iba Rhonita María Miller (30 años), de nacimiento LeBaron, prima de Julián LeBaron y nuera de Kenneth Miller, con sus cuatro hijos rumbo al aeropuerto de Phoenix, Arizona, donde esperaba recoger a su marido.
Christina Langford Johnson (29 años) y Dawna Ray Langford (43) viajaban en las otras dos, cada una con sus hijos, para asistir a una boda en la Colonia LeBarón.
Ninguno de los vehículos llegó a su destino. Acabaron baleados y sumidos en llamas, con nueve de los ocupantes carbonizados: además de las mujeres adultas, Howard Jacob Miller Jr. (12 años), su hermana Krystal Bellaine Miller (10 años) y los mellizos Titus y Tiana Miller (8 meses), y los primos Trevor Harvey Landford (11 años) y Rogan Jay Langford (2 años).
“Estaban tan quemados que sus cenizas no duraron; el mismo viento los fue destruyendo”, recuerda en la serie documental Shalom Tucker, la madre de Rhonita, quien llegó al lugar como otros miembros de las familias LeBaron, Langford y Miller antes incluso que las autoridades y los medios.
Lo hicieron alertados por la densa columna de humo que vieron a lo lejos desde sus respectivas casas, y también por Devin Langford, hijo de Dawna, quien logró escapar del ataque y caminó 27 kilómetros hasta La Mora.
Allí les explicó a sus familiares que su hermano Cody había recibido un disparo en el rostro, y que también habían sobrevivido otros menores, y que esperaban heridos, escondidos entre los arbustos.
A Mackenzie, quien al ver que su hermano Devin tardaba en regresar salió en su busca, la encontraron exhausta en medio del desierto. Y a Faith, la hija de 8 meses de Christiana, la hallaron aún en el carro, sentada junto al cuerpo de su madre.
“Tenía todo el día de estar amarrada a su portabebé, sin comer, orinada hasta el cuello. Debió llorar durante horas”, dice Tucker en el documental.
Gracias a sus relatos se pueden reconstruir parte de los hechos, y las imágenes grabadas por sus familiares en la escena y que emitieron las televisoras locales e internacionales siguen retumbando en la memoria de muchos hoy.
"Se cruzó una línea"
Así le quedaron también a Pérez Osorio, el director de “LeBaron, muerte en la tierra prometida”, una producción de N+ Docs y Filmadora Documental que se estrenó el 1 de noviembre en ViX y está también disponible en Amazon Prime.
“Cuando supe del ataque, pensé que se había cruzado una línea como nunca antes”, le dice a BBC Mundo.
“Me pasé el día con la tele prendida, siguiendo todo lo que pasaba, porque a tiempo real se estaban generando todo tipo de hipótesis, de mitos, de rumores sobre quiénes eran los atacantes, por qué los habían atacado, quiénes eran las víctimas”, le dice a BBC Mundo.
Ante la indignación generalizada, las autoridades mexicanas no tardaron en salir al paso y ofrecer una versión oficial de los hechos.
En una rueda de prensa, el entonces secretario de Seguridad, Alfonso Durazo, explicó que había varias organizaciones vinculadas al tráfico de drogas que aspiraban a dominar el territorio en el que tuvo lugar la masacre, uno de ellos relacionado con el poderoso Cartel de Sinaloa.
El convoy de camionetas en el que viajaban las mujeres y niños “pudo haber sido confundido por los grupos que se disputan el control de la región", dijo el funcionario, subrayando lo que cinco años después sigue siendo la hipótesis principal.
Al tener las víctimas doble nacionalidad, pronto llegó también la reacción del presidente de EE.UU., Donald Trump, quien a través de la entonces Twitter ofreció ayuda a México “para barrer a esos monstruos”.
“Estados Unidos está listo, dispuesto y es capaz de involucrarse y hacer el trabajo de manera rápida y efectiva”, insistió el republicano en la red social.
A lo que su homólogo mexicano, Andrés Manuel López Obrador, contestó con un contundente: “No necesitamos de gobiernos extranjeros para resolver estos casos”.
Eran tiempos en los que la inseguridad relacionada con el narco ocupaba más titulares que de costumbre.
Apenas habían pasado tres semanas desde el 17 de octubre, cuando un tiroteo en la capital sinaloense de Culiacán que involucró al Cartel de Sinaloa llevó a las autoridades a liberar a Ovidio Guzmán, hijo del capo de la droga convicto Joaquín “El Chapo” Guzmán.
Así, en medio de aquellos sucesos violentos insólitos, hubo voces que cuestionaron la versión oficial sobre la emboscada a los LeBaron, Langford y Miller.
Y también aquellos que día tras día, en platós de televisión y artículos de opinión, se preguntaron si no habría sido aquella comunidad mormona realmente el blanco del ataque desde el inicio.
Al fin y al cabo, la familia tenía un historial de encuentros violentos con las organizaciones criminales. Ya en mayo de 2009 Erick LeBaron, un joven de 17 años, fue secuestrado y liberado con vida ante la resistencia de la comunidad a pagar el rescate y la presión pública.
No corrió la misma suerte Benjamín LeBarón, quien dos meses después, en julio, fue ejecutado en su casa junto a su cuñado Luis Widmar por un grupo de sicarios.
Todo ello lo aborda la serie documental, y también abarca la tensa relación de la familia con otras comunidades de la región, que hablan de enfrentamientos por los recursos hídricos usados para los campos agrícolas en la frontera.
“La razón principal de que nos hayamos abierto y compartido información (sobre lo ocurrido el 4 de noviembre de 2019 y desde entonces) es porque casi todas las víctimas en México son revictimizadas por las instituciones y la misma sociedad”, dice al respecto Julián LeBarón, enmarcando el suceso que destrozó a su familia en un contexto mucho más amplio de inseguridad.
“De nosotros han dicho que queremos robar minerales, agua, que estamos con el Chapo Guzmán”, sostiene.
36 detenidos y preguntas sin respuesta
Hoy por hoy la hipótesis principal sigue siendo que quienes los atacaron lo hicieron por haberlos confundido con un grupo rival, y relacionan la masacre con un enfrentamiento previo en el municipio aledaño de Agua Prieta entre un grupo relacionado con el Cartel de Sinaloa y otro originario de Ciudad Juárez, llamado La Línea.
En estos cinco años las autoridades han detenido a 36 personas, entre ellas quien fuera director de la policía local y un capo del narcotráfico en la zona, y han emitido más órdenes de aprehensión.
De los arrestados, 13 están señalados por el delito de homicidio y los demás por delincuencia organizada.
Pero muchas preguntas siguen en el aire: ¿quién dio la orden de atacar al convoy?, ¿se dieron cuenta los asaltantes que estaban disparando a mujeres y niños?, si fue así ¿por qué los acribillaron?
Julián LeBaron ha encabezado innumerables marchas por el país para denunciar la crisis de inseguridad y exigir soluciones, con frecuencia codo con codo con el poeta Javier Sicilia, cuyo hijo fue asesinado en 2011 en Morelos junto a seis amigos.
En abril acudió con Adrián LeBaron y Shalom Tucker, padres de Rhonita Miller, a la Fiscalía Especializada en Materia de Delincuencia Organizada (Femdo), para pedir que también se investigue a los detenidos en el marco de un probable delito de terrorismo.
También han mostrado interés en reunirse con la nueva presidenta, Claudia Sheinbaum. La mandataria, quien asumió el cargo el 1 de octubre, ha dicho que la Secretaría de Gobernación (Segob), a cargo de Rosa Icela Rodríguez, tiene la indicación de recibirlos en caso de que lo pidan. “Estarán siempre las puertas abiertas”.
“Su sentido de comunidad y su fe los hace muy resilientes”, destaca el documentalista Pérez Osorio. Y sus lazos de sangre, el hecho de que conforman una gran familia, hace que tengan mucha capacidad de movilización.
“Tenemos que actuar, los casi 140 millones de mexicanos. Tenemos que salir a las calles”, reclama Julián LeBaron, mientras recuerda que el sexenio de AMLO cerró con 115.000 personas desaparecidas y 72.100 cuerpos que ingresaron a los Servicios Médicos Forenses sin identificar.
“Cuando asesinan a un alcalde o matan a un niño, el país se tiene que parar ante las autoridades, ponerlas contra la pared para que sepan que si no lo resuelven se tienen que ir. No podemos vivir para siempre con el terrorismo”.
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