Donald Trump y Benjamin Netanyahu.
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Donald Trump y Benjamin Netanyahu.

“¡Felicidades por el mayor regreso de la historia!”.

El primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, fue uno de los primeros en felicitar a Donald Trump por su reciente victoria en las elecciones presidenciales de EE.UU. El tono -el mismo registro hiperbólico que ya es marca de la casa del político republicano- y la prontitud del mensaje no eran casuales.

La relación entre ambos mandatarios, especialmente desde que Trump abandonara la Casa Blanca a regañadientes en enero de 2021, ha tenido sus altibajos.

El primer mandato de Trump es considerado por muchos israelíes como “la era dorada” de las relaciones entre ambos países, explica a BBC Mundo Eytan Gilboa, profesor experto en relaciones diplomáticas entre Israel y Estados Unidos de la Universidad Bar-Ilan.

“Y él es considerado como uno de los mejores amigos de Israel que jamás haya ocupado la Casa Blanca”, señala Gilboa.

Su administración impulsó los Acuerdos de Abraham, por los que varios países árabes normalizaron sus relaciones con Israel, y tomó dos decisiones que rompían con el consenso internacional hasta la fecha: reconoció la soberanía israelí sobre los Altos del Golán y trasladó la embajada estadounidense de Tel Aviv a Jerusalén, reconociendo formalmente de esa forma a la ciudad santa como capital de Israel.

Pero cuando perdió las elecciones de 2020 y Netanyahu se apresuró a felicitar a Joe Biden “y encima en un video”, Trump lo percibió como una puñalada por la espalda, ya que él seguía impugnando el resultado de los comicios. Se lo contó él mismo al periodista de Axios Barak Ravid, que lo entrevistó para un libro que estaba escribiendo sobre su mandato: “No he hablado con él desde entonces”, le dijo, “¡que le jodan!”.

Joe Biden y Benjamin Netanyahu se abrazan en el aeropuerto de Tel Aviv.
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Joe Biden visitó Israel 11 días después del ataque de Hamás en 2023.

Pero las cosas han cambiado desde entonces.

En la carrera entre Trump y la vicepresidenta Kamala Harris por la Casa Blanca, Netanyahu apostó claramente por el republicano, incluso desde cuando no estaba nada claro hacia dónde se decantaría la elección. “Sin saber por ahora cómo va a afectar a Israel o a Medio Oriente, para muchos israelíes, Netanyahu hizo una apuesta y la ganó”, apunta Noam Gidron, profesor de Ciencias Políticas en la Universidad Hebrea de Jerusalén.

Israel fue, de hecho, “una de las pocas democracias occidentales en las que Trump fue más popular que Harris, lo que refleja una percepción pública de que Trump va a ser proisraelí”, añade el politólogo.

Sin embargo, es mucho más difícil predecir qué va a hacer un segundo gobierno de Trump, opina Gidron, ya que “hay corrientes contradictorias dentro de la administración emergente: vemos algunos nombramientos muy proderechistas y por otra parte vemos una corriente aislacionista dentro del Partido Republicano”.

Lo que sí está claro, agrega Gilboa, es que tanto Trump como su entorno han sido muy críticos con cómo ha gestionado Biden la guerra de Israel contra Hamás en Gaza y Hezbolá en Líbano.

No se espera que (Trump) se preocupe demasiado por cuántos camiones de ayuda humanitaria entran en Gaza o qué actividades lleva a cabo Israel en Cisjordania, y tampoco que imponga restricciones sobre la venta de armas a Israel”, agrega el experto.

Para la historiadora israelí Orit Rozin, “ambos son populistas y antiliberales, por lo que Trump se siente como en casa con este gobierno, especialmente con el nuevo Netanyahu”.

“Amigos de Israel”

La apuesta que hizo Netanyahu por Trump parece haber empezado a dar sus frutos, al menos en base a los nombramientos que el presidente electo ha hecho ya para cuando tome posesión de su cargo el próximo 20 de enero.

Algunos de los futuros cargos que se espera que ocupen las principales carteras relacionadas con la política exterior de Estados Unidos, como la de Secretario de Estado, Seguridad Nacional, Defensa o representación ante las Naciones Unidas, “son muy favorables a Netanyahu y su gobierno y al ala derechista del movimiento de asentamientos”, señala Gidron.

En su mayoría, estos nombramientos deberán ser aprobados primero por el Senado.

Marco Rubio frente a una bandera de EE.UU. y otra de Israel.
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El senador republicano Marco Rubio, nombrado por Trump para ser el próximo Secretario de Estado de EE.UU., ha sido un firme defensor del gobierno israelí.

Entre ellos está Marco Rubio, al que Trump ha pedido que lidere la política exterior de EE.UU., y que, según Eytan Gilboa, “tendrá la oportunidad de imponer disciplina en el Departamento de Estado donde algunos han sido hostiles a Israel durante muchos años”.

Rubio ha apoyado en numerosas ocasiones a Netanyahu en su ofensiva contra Hamás en Gaza y contra Hezbolá en Líbano, y ha acusado a Joe Biden de no hacer lo suficiente por Israel.

También se ha opuesto a un alto el fuego en Gaza y ha criticado a los países que han suspendido o restringido sus exportaciones de armas a Israel por sus posibles violaciones del derecho internacional humanitario.

Con respecto a los colonos extremistas violentos contra los que EE.UU. impuso sanciones el pasado verano, el senador republicano de Florida dijo que “los israelíes que viven legítimamente en su patria histórica no son el impedimento para la paz; lo son los palestinos”.

Otro de los nombramientos que desde el gobierno israelí se ven con buenos ojos es el de la futura embajadora de EE.UU. ante la ONU, Elise Stefanik.

La ahora congresista es una firme defensora de Israel que acaparó la atención pública al dirigir las duras audiencias del Congreso sobre la gestión de las protestas en los campus universitarios por parte de los rectores.

Stefanik también ha sido muy crítica con las Naciones Unidas y el mes pasado argumentó que EE.UU. debería “revaluar” su financiación del organismo internacional después de que la Autoridad Palestina intentara expulsar a Israel de la ONU por abusos contra los derechos humanos en Gaza.

“Trump también es muy crítico con las Naciones Unidas, así que creo que en este asunto su administración va a ser muy útil a Israel, va a haber mucha coordinación”, apunta Gilboa.

Otro “gran amigo de Israel”, en opinión del profesor de la Universidad Bar-Ilan, es Michael Waltz, nombrado para ser Consejero de Seguridad Nacional, un puesto clave de la administración que asesora al presidente sobre la respuesta que EE.UU. debería dar ante potenciales amenazas extranjeras.

“Sirvió durante 26 años en el ejército, es coronel y creo que podemos esperar una postura muy favorable a Israel en lo que respecta a asuntos de seguridad”, afirma el experto en las relaciones bilaterales.

La extrema derecha en Israel ha recibido también con entusiasmo la elección de Trump para embajador en Israel. Mike Huckabee se ha mostrado en el pasado favorable a la expansión de las colonias israelíes en Cisjordania.

Huckabee ha negado que exista la ocupación israelí de los territorios palestinos, tal y como denuncia la comunidad internacional, y ha defendido “el derecho de propiedad” de Israel sobre “Judea y Samaria”, como algunos israelíes denominan Cisjordania.

El ministro de Seguridad Nacional israelí, el ultraderechista Itamar Ben-Gvir, que vive en un asentamiento, recibió el nombramiento de Huckabee con corazoncitos en una publicación en la red social X.

De la Guerra Fría a la influencia de los evangélicos

Estados Unidos ha sido un importante apoyo para Israel desde su nacimiento como Estado, explica a BBC Mundo la historiadora Orit Rozin, profesora en la Universidad de Tel Aviv.

En un principio como parte del contexto de la Guerra Fría, cuando existía una importante influencia de la URSS en países como Siria, y más intensamente a partir de la guerra de 1967, cuando EE.UU. aceptó vender misiles Hawk a Israel.

El apoyo de Washington a su aliado en Medio Oriente ha acabado por convertirse en lo que diferentes mandatarios de ambos países han definido como una “relación especial”.

Una manifestación de cristianos en defensa de Israel.
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Los cristianos evangélicon en Estados Unidos se han convertido en fuertes defensores de las políticas de los gobiernos israelíes.

Durante años, “existió una especie de fascinación en Estados Unidos sobre Israel, ya que les recordaba a ellos mimos, a su historia en cuanto a la construcción de una sociedad justa, avanzada y progresista”, señala Rozin.

En los últimos años, además, con el refuerzo de lobbies proisraelíes como la AIPAC (siglas en inglés de Comité de Asuntos Públicos Estados Unidos-Israel), y el auge de la influencia política de los grupos evangélicos en el país que “se han convertido en fuertes defensores de Israel”, esta relación se ha reforzado, un cambio que según la historiadora, “tiene más que ver con Estados Unidos que con Israel”.

Pero esta relación también se ha politizado.

“Hay buenas razones para pensar que Israel y el apoyo a Israel se percibe cada vez más como un asunto partidista en Estados Unidos, con algo alineado con el Partido Republicano”, dice Noam Gidron.

Muchos de los votantes de Trump, coincide Orit Rozin, apoyan a Israel, pero curiosamente, el voto judío en Estados Unidos es tradicionalmente demócrata. Esto se ha vuelto a demostrar en esta ocasión, en la que el 79% de los judíos estadounidenses votaron por Harris, según una encuesta preliminar del National Election Pool.

Esto pone de evidencia la potencial brecha entre los judíos liberales de Estados Unidos "y hacia donde se está dirigiendo actualmente el Estado de Israel", apunta Gidron.

“Quiere el Nobel de la Paz”

Tanto Orit Rozin como Eytan Gilboa creen que Donald Trump quiere que su política en Medio Oriente le acerque al Nobel de la Paz.

“Él ha dicho que quiere ser un hombre de paz y yo creo que esta buscando el Nobel. Tiene un gran ego y ese reconocimiento supondría una gran satisfacción para él”, señala Gilboa quien considera, no obstante “que a Trump los palestinos no le importan nada”.

Según el profesor de la Universidad Bar Ilan, “Trump quiere que la guerra entre Israel e Irán y sus aliados haya terminado para enero de 2025, para que no tenga que lidiar con eso, y creo que hay bastante posibilidades de que al menos la guerra con Hezbolá haya acabado para entonces”.

Tras meses de negociación, un alto el fuego entre Israel y Hezbolá entró en vigor finalmente este miércoles, aunque Netanyahu ha dicho que se reserva el derecho a responder con nuevos bombardeos si la milicia chiita viola el acuerdo.

Sin embargo, es posible que la guerra en Gaza, para la que no hay ningún plan para el día después, sea un conflicto que la administración Trump no pueda evitar.

Los acuerdos que logró firmar entre Israel y varios países árabes son su principal carta de presentación para la paz, y su objetivo es ampliarlos, afirman los analistas consultados por BBC Mundo. Todo apunta a que las negociaciones con Arabia Saudita estaban muy avanzadas cuando Hamás atacó el sur de Israel el 7 de octubre de 2023 y estalló el actual conflicto en Gaza.

“Ahora intentará hacer todo lo posible por conseguir otro acuerdo de paz, posiblemente con Arabia Saudita. Creo que quiere en serio el premio Nobel por alcanzar algún tipo de paz. Él piensa que (Barack) Obama lo consiguió y en realidad no hizo nada, solo ser elegido”, opina Rozit.

Pero ampliar los Acuerdos de Abraham -que ya firmaron Emiratos Árabes Unidos, Marruecos, Baréin y Sudán- entra en conflicto con la retórica y los planes de una parte del gobierno de Netanyahu, que aboga por una anexión de Cisjordania.

“Por una parte están todos esos colonos mesiánicos que creen que el Estados Unidos de Trump les va a permitir anexionarse Cisjordania, pero eso alejaría la posibilidad de que Arabia Saudita normalizara sus relaciones con Israel”, añade la historiadora de la Universidad de Tel Aviv.

Ampliar el círculo de países que reconocen a Israel también forma parte de una estrategia para aislar más a Irán, otro de los asuntos claves en las relaciones entre Trump y Netanyahu.

En su pasada presidencia Trump se retiró del acuerdo firmado por varias potencias internacionales con Irán para limitar su programa nuclear e impuso fuertes sanciones al país, tal y como quería Israel.

El idilio está servido pero, ¿cuánto durará?

Para Eytan Gilboa, no mucho más allá del fin de la guerra. Trump estará en la Casa Blanca cuatro años, “pero no sabemos cuánto tiempo aguantará Netanyahu, porque lo más probable es que haya elecciones en 2025 y que las pierda. No creo que este gobierno logre sobrevivir al año que viene”.

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