Las universidades de América Latina y el Caribe son las que menos estudiantes de intercambio internacional reciben y sus alumnos suelen elegir Estados Unidos o Europa para estudiar fuera de sus países, según un estudio de la Organización de Estados Iberoamericanos (OEI) presentado este martes.
El informe diagnóstico sobre la educación superior y ciencia pospandemia en Iberoamérica pone de manifiesto que antes de la COVID-19 la región presentaba una de las menores tasas movilidad académica internacional y solo el 3.5 % fue hacia estos países.
Eso a pesar de que, según el estudio presentado en Santo Domingo, hubo un crecimiento de la oferta universitaria en la región, con un índice de matrícula por encima de la media global, así como de títulos de doctorado.
Hoy en día la internacionalización es un ámbito más relevante para las universidades, ya que pudieron consolidar la movilidad en modo virtual con éxito y se reforzaron las redes de cooperación internacional, de modo que "nunca antes ha habido un trabajo tan articulado en la región”, reza el informe.
Hasta 2019 "no se había valorado el bache tecnológico en Iberoamérica, una región en donde el desarrollo del ecosistema digital era del 50/100″, y presentaba bajas competencias tecnológicas y desigual financiamiento entre países, señala el texto, realizado con apoyo de Banco de Desarrollo de América Latina-CAF.
Asimismo, en materia de investigación, se evidencia un crecimiento del 74 % de las publicaciones en el periodo 2010-2019, sin embargo, la posesión de un doctorado no era la regla entre investigadores iberoamericanos, con un porcentaje inferior al 40 %.
El estudio indica que las investigaciones que no son sobre COVID-19 han quedado congeladas y puede que cuenten con restricciones para su continuidad.
Asimismo, destaca que, en la región, los docentes no recibieron refuerzos salariales y que la distribución de recursos tecnológicos fue diversa y desigual, poniéndose "de manifiesto la poca democratización del acceso al conocimiento”.
Una de las principales propuestas señaladas en el informe es estimular programas cortos y de formación profesional de dos o tres años, con mayor flexibilidad y atención a las características personales del alumno.
También que las instituciones de Educación Superior se conviertan en “centros para el emprendimiento e innovación” que fomenten redes y nodos para compartir saberes y experiencias.
En cuanto a la financiación, deberá cambiar su enfoque, hasta ahora basado en el crecimiento de la matrícula y del personal y en indicadores macroeconómicos, por otro que incluya metas y resultados alcanzables, acordados con las universidades y asociados a objetivos multianuales, entre otras recomendaciones.