La escritora, ensayista, feminista, investigadora y activista cultural dominicana, Ylonka Nacidit Perdomo, criticó este sábado el discurso del pastor Ezequiel Molina Rosario del pasado primero de enero, el cual perpetúa un sistema de desigualdad y violencia simbólica, que no solo afecta a las mujeres, sino que también amenaza el progreso social.

A través de referencias a autores como Jean Lacroix y Roger Piret, la autora advirtió que, en su discurso, Molina Rosario promueve una visión de "masculinidad primitiva" que deshumaniza a las mujeres y las reduce a roles subordinados, como el de "ajuar doméstico".

Sostuvo que la sociedad dominicana, el conglomerado social, los practicantes de órdenes religiones, creencias, o, credos, deben darse por enterados que "en el gobierno de la vida terrenal las mujeres existimos, no despreocupadas del mundo exterior ni en una escala zoológica denigrante".

"La «masculinidad primitiva» de Ezequiel Molina Rosario no salva ni va a salvar a la Humanidad, independientemente de los halagos que hagan las personas que se hacen indiferentes a sus prédicas verbales de autoridad paternal", agregó

Durante la denominada Batalla de la Fe, el pastor Molina Rosario dijo que “detrás de cada mujer exitosa en los negocios y en las empresas, lo más probable es que haya un hogar descuidado", lo que generó decenas de críticas.

Posteriormente, el religioso afirmó que sus declaraciones acerca de las mujeres fueron malinterpretadas, indicando que su intención no era desmeritar a las féminas.

Declaración completa de Ylonka Nacidit Perdomo:

DECLARACIÓN PÚBLICA DE YLONKA NACIDIT-PERDOMO EN TORNO A  LA PRÉDICA DEL PASTOR EZEQUIEL MOLINA ROSARIO DEL 1º DE ENERO DE 2024 EN «LA BATALLA DE LA FE».

                          

La «masculinidad primitiva» del pastor Ezequiel Molina Rosario.

Por

Ylonka Nacidit-Perdomo

 

Es posible que el pastor Molina Rosario, no tuviera, en sus oídos (el pasado primero de enero)  haciéndole eco lo escrito por Jean Lacroix en su libro Fuerza y debilidades de la familia (1962), que al decir de su prologuista —en la traducción española realizada en Barcelona en abril de 1962, Antonio Jutglar—: «[…] ha sabido presentar al lector una visión cristiana de la familia en la segunda mitad del siglo XX. Visión que, sin pretender ser absolutamente científica sabe ser total y supera estrechos moldes subjetivistas para plantearse con seriedad frente a los diversos planos, ontológico, íntimo, histórico, sociológico, jurídico, patriótico, político y religiosos, en que se desarrolla el fenómeno familiar. » [1]

De la familia se habla en  las liturgias dirigidas a las congregaciones; se explica su finalidad en la sociedad y, se hace énfasis en su utilidad; tanto es así, que el Estado moderno le presta servicios de protección a la familia; le concede privilegios de asistencia y, sabe que ante amenazas hostiles a la familia, quizás, la sociedad psíquicamente se enferma. No obstante, la familia es una categoría social que pertenece y  es del ámbito privado y, es, además, la primera institución social. En su interior se desarrolla la persona humana mediante la interacción de sus miembros.

Vuelvo y repito: la familia es una categoría social que pertenece y es del ámbito privado.

Extrapolando al presente lo escrito por Jean Lacroix, en su libro, en el capítulo «I. el asesinato del padre», Lacroix señala en 1962-: «Si en la actualidad la familia es el nido de todos los resentimientos, no es solo porque frecuentemente se transforma en un nido de víboras, sino, principalmente, porque los descontentos de la humanidad moderna ven en ella el principal obstáculo para sus más profundos deseos, para sus reivindicaciones más esenciales. Y este obstáculo de la familia es ante todo el de la autoridad paterna.  Así, pues se plantea a nuestra reflexión, el hecho de que el problema más difícil a desentrañar es el del sentido y significado de la paternidad.» [2]  Y de nuestra parte, agregaría, de la «masculinidad primitiva», además de la lucha tenaz, que deviene desde 1791 y se agudiza en 1789, entre el principio paternal y el principio fraternal.

Un pueblo, un rebaño dirigido y juzgado  exclusivamente —a conveniencia—  desde y por una «masculinidad primitiva» es una involución que conduce a un abismo, y produce una atmósfera nociva de interrupción del ritmo progresivo de las naciones y, evidencia el asomo de una relación opresiva, humillante, donde no sea procura ni promueve ningún tipo de emancipación. Bajo sospecha absoluta la norma de la «masculinidad primitiva» es que la mujer es «un ajuar domestico», una cosa útil, de utilidad, en este caso para la procreación y el cuidado de la prole y, hacer uso de la palabra ante una multitud de adeptos para hablar de la rentabilidad o no de la mano de obra de una mujer en el mercado local, con el argumento de éxito social-económico versus familia tradicional demuestra la pereza intelectual del orador, lo irracional y poco reflexivo del esfuerzo de comunicar una verdad que desea transmitir como absoluta. Lo que estimula, esa «masculinidad primitiva»,  es un comportamiento hacia la mujer colocándola en el eslabón de la infrahumanidad, mermada en sus derechos naturales y en sus derechos adquiridos.

Es una exhortación, un manifiesto de autoridad paternal   sin apariencias, equivoco,  desacertado, que coloca en contingencias al principio de fraternidad  en las relaciones filiales,  lanzado al público de manera instintiva, que perjudica a la existencia de la madre  en la familia y en la sociedad y, por ende, en el Estado de derecho.  Ezequiel Molina Rosario lanzó una piedra entera que se le devolvió como un proyectil cóctel. Su rebaño, que es de una militancia viva de fe cristiana,  no lo reconoce como un ofensor hacia la mujer ni coloca en rectificación  ese sin sentido, que no fue ni siquiera un grito, que lo revela  —y siento decirlo— como un hombre que reacciona desde el instinto milenario de la caverna. Dirán, tal vez,  que ha sido mal interpretado en su discurso y, que es un hombre de espiritualidad masculina, no lo contrario. No dirán que es,  un ofensor de la condición humana de las mujeres, de ese género humano al cual solo (el) le da la delegación de mantener  la «filialidad».

La «masculinidad primitiva» de Ezequiel Molina Rosario no salva ni va a salvar a la Humanidad, independientemente de los halagos que hagan las personas que se hacen indiferentes a sus prédicas verbales de autoridad paternal.  La sociedad dominicana, el conglomerado social, los practicantes de órdenes religiones, creencias, o,  credos,  deben darse por enterados que en el gobierno de la vida terrenal las mujeres existimos, no despreocupadas del mundo exterior ni en una escala zoológica denigrante. Es egoísmo de un hombre ver a la mujer con esa enorme desemejanza y, pretender que la relación hombre/mujer sirva únicamente para: la conquista del sexo del otro/de la otra o la lucha amorosa —como advertiría en un enfoque  M. Bañuelos en su libro Psicología de la masculinidad. Estudio crítico [3].

¿Qué ha pretendido  Ezequiel Molina Rosario? — ¿Enfrentar hombre contra mujer, o, mujer contra hombre, o mujer contra hijos, o, hijos contra la madre? Su exhortación ha creado un discurso de opuestos y entre los opuestos que atrae y, deja en evidencia, su rechazo a la ilustración de la mujer y, en cambio la prefiere solo atraída a ser un «ajuar doméstico» y a sus atributos naturales de concepción de vida. Sería recomendable, que el pastor volviera su vista —y recomiendo textos escritos por sus iguales, los hombres— al libro Psichologie différentielle des sexes de Roger Piret, muy leído en el década del sesenta, que es, quizás, el periodo en que Molina Rosario  tuvo su formación universitaria o ministerial, siendo este uno de los textos más recomendados y discutidos en las escuelas de sociología y en los estudios sobre derechos de familia en nuestro país y, en específico leyera el Capítulo V titulado «Les fonctions mentales»  consagrado  «a considérer l’intelligence comme une aptitude générale qui étaye les diverses opérations intellectuelles, à des degrés variables. » [4]. Lo cual traigo a colación a los fines de que, Ezequiel Molina Rosario tenga conocimiento —luego de su manifiesto de autoridad paternal— que en  el siglo XXI, sí, en la República  Dominicana, las mujeres somos (y representamos) un incuestionable  altísimo porcentaje de instruidas y tenemos derechos constitucionales.

 Por lo tanto, no es posible que un pastor de «masculinidad primitiva» pretenda ignorar nuestra inteligencia, nuestra capacidad intelectual y, el bienestar y satisfacción de tener una «mémoire féminine». No va tampoco a  deshumanizarnos ni a lanzarnos las piedras ancestrales de la laceración ni a tener un desahogo  que transgrede (jurídicamente) nuestros derechos humanos. 

El traje de arrogancia del pastor Ezequiel  se ha deshilachado. Su exhibida ´gallardía´ pastoral lo ha dejado plantado sin otro adorno que no sea el repudio. Su imprudencia epistolar o discursiva se hizo azar y, de azar su condena. Su torbellino de palabras —en contra del sexo femenino capaz de no ser un «ajuar doméstico»—  se hizo tormentas irritantes que no se detendrán. Ha provocado un cisma en el país. Ha empujado a la Iglesia Cristiana a un cisma y, no valdrá el lenguaje político ni los arreglos políticos para que se juzgue, moralmente, su culpabilidad por la negatividad de sus expresiones hacia la mujer.

Pretender destruir a la identidad femenina en beneficio de la identidad masculina no nos hará desvalidas, ni nos aislará en un extremo de la sociedad,  ni nos derribarán ni provocarán —bajo ninguna circunstancia— que nos someteremos a la sumisión de una «masculinidad primitiva» que pretenda amenazar, infundir terror por la presumida fuerza de una «masculinidad primitiva».

Un discurso que pretenda atemorizar a la mujer desde una congregación,  no nos llevará de vuelta —nunca— a ser condenadas a la hoguera ni a ser mutiladas o perseguidas. Esclavas no seremos. Ni estaremos en el cautiverio como «ajuar doméstico».  Esta es la intensidad, la tendencia de la Naturaleza de la razón. La razón  no teme  a quienes se aposentan en matorrales para destruir el hermoso paisaje donde nosotras exploramos el Ser. Esta es nuestra mayor empresa: explorar el Ser y dar a la actividad humana  una orientación espiritual desde las ciencias y las artes.

No es justo que se pretenda condenar (e inducir) a vivir a las mujeres dominicanas  al mal vivir de la «masculinidad primitiva» y, a una desventura ultraterrenal de sufrimientos.

¡Qué absurdo inicio de año 2025! Con una pretendida acción destructiva de la identidad femenina, que de sistematizarse  o inocularse se extendería  a la instrucción pública y a la educación en el hogar. Esa tendencia ultraconservadora es, además, ultradestructora de los avances conquistados por  las mujeres durante  el último milenio. No está fundada en un  «magister dixit» sino en una resistencia biológica de la «masculinidad primitiva» llevada al extremo de creer que —utópicamente—   las mujeres, sobre todo las de Occidente, viven en un ensueño o desconectadas del presente, nuestro presente, donde nuestra mayor empresa es la resistencia ante la «masculinidad primitiva» que enferma a la Humanidad de sus violencias y, hacen las devastadoras guerras de destrucción de pueblos y civilizaciones.

¿Puede la «masculinidad primitiva»  tener ´capacidad´ de mando (de gobernar) en la República Dominicana? —Esa es la pregunta a hacer. Es el título para numerosos ensayos a realizar  por los que entregan su espíritu a la subordinación, o, por quienes no entregan su espíritu a la subordinación.

 

NOTAS

[1] Jean Lacroix. Fuerza y debilidades de la familia (Editorial Fontanella, S. A. Barcelona, 1962):5.

[2] Jean Lacroix. Ibídem, 23.

[3] M. Bañuelos.  Psicología de la masculinidad. Estudio crítico (Ediciones Morata: Madrid: 1942):19.

[4] Roger Piret. Psichologie différentielle des sexes (Presses Universitaires de France, Paris, 1965): 46.