PEDERNALES, República Dominicana (Fotos: Luis E. Acosta).- La fiesta estaba en su buena en el Club Socio Cultural (CSC), con la popular orquesta del vegano Tatán Jiménez. El lugar, atestado de público. Los parroquianos bailaban cada set desde las nueve de la noche. Aquel sábado, el pintoresco Ramón Tejeda (Toñito el Gordo) carecía del RD$1.00 (un peso) para la entrada, y, desde el anochecer, merodeaba para saltar la verja perimetral y disfrutar del baile. Para los jóvenes, conseguir ese “dineral” en aquel tiempo resultaba difícil, y los bailes, una atracción insoslayable.

Los muchachos del club hacían guardia para controlar la evasión del pago por la única puerta, frente al parque central. Cada vez que Toñito se superponía a sus 300 libras para gaviarse en la valla por el lado oeste, calle Mella, se topaba con uno de los celosos vigilantes. Le sorprendían, pero él insistía. Quería disfrutar.

Las horas pasaban. Hasta que logró la hazaña. Pero ya Tatán tocaba el último merengue del contrato. Eran las cuatro de la madrugada, hora en que terminaban los bailes; comenzaban a las nueve. El Gordo de la Juan López enrojeció y masculló con la mandíbula apretada. Brotaron las carcajadas.

Desde entonces, la historia fue tema obligado en los corrillos de la juventud pedernalense. Toñito y los muchachos del club eran muy amigos; sólo que él no estaba exonerado del pago de la entrada, como  ellos, porque -como unos cuantos jóvenes- siempre rechazó a la organización. Los intentos por saltar la valla y colarse como parroquiano eran comunes en aquel tiempo

La fiesta con Tatán era una de las recurrentes actividades movilizadoras de la comunidad y de gestión de recursos que realizaba el club durante los años setenta.

Eran los tiempos en el brazo tenebroso de la represión de los 12 años de los gobiernos presididos por Joaquín Balaguer (1966-1978) se sentía en este municipio del extremo sudoeste del territorio nacional.

El presidente constitucional Juan Bosch había sido derrocado el 25 de septiembre de 1963 por la oligarquía, la cúpula de la Iglesia Católica y Estados Unidos, bajo la sombrilla propagandística de supuesto peligro comunista.

Una rebelión cívico-militar liderada por el coronel Francisco Alberto Caamaño Deñó se había levantado el 24 de abril de 1965 para reponer a Bosch, quien, el 20 de diciembre de 1962, había ganado las primeras elecciones libres después de la tiranía de Trujillo, con 628,495 votos (58.7%).

Ante el avance de los constitucionalistas y con el alegato de proteger vidas, el país imperial norteamericano invadió el 28 de abril de 1965 a República Dominicana con 42 mil guardias. La ocupación duró hasta septiembre de 1966. La zozobra crecía.

El club vivía de puertas abiertas como catalizador de las inquietudes de la juventud. Era el principal sitio de desahogo a través de expresiones culturales y políticas. Y eso lo ponía en la mira de los organismos represivos del Estado. Lo consideraban un centro de activismo comunista, pese a que en su matrícula tenía miembros de todos los colores del espectro partidario y a nadie perseguían por pensar diferente.

EN EL PATIO DE LA IGLESIA

La juventud era desafiante. Se integraba. Activaba. Leía. Estaba al tanto de los procesos políticos en el mundo. La dinámica del legendario Partido Revolucionario Dominicano de Bosch y Peña Gómez, le deslumbraba. La hirviente Universidad Autónoma de Santo Domingos le motivaba. La distancia de las metrópolis no lo impedía; tenían contacto con los universitarios. El vivir en un provincia de la frontera dominico-haitiana jamás fue excusa para inercia.

Un grupo de jóvenes se reunía en la enramada situada en el patio de la Iglesia católica, en la esquina de las calles Braulio Méndez y Genaro Pérez Rocha, a una docena de pasos del cuartel de la Policía. Con asesoría de dos religiosas españolas, cantaban en el coro, tocaban guitarra,  ayudaban a las misas cantadas. Era la Juventud Estudiantil Católica (JEC). Y el cura, René Tousignant.

“Las españolas Josefina y María de Jesús se inventaron formar un grupo de teatro con nosotros mismos. Comenzamos a ensayar varias obras, que nunca se presentaron. Una de ellas, Un Quijote para el Mundo, del célebre teatrista dominicano Iván García. Pero como era muy boba, para nosotros, quisimos hacer otra con algún matiz político. Y, como en esos días habían matado en la UASD a la estudiante Sagrario Ercira Díaz, con ese pesar, quisimos hacer una presentación sobre ella”, narra Manuel Pérez Adames (Manuel Beján), uno de los pioneros.

Pero la idea no gustó a las dos cooperadoras de la Iglesia. Alegaron que la JEC no era política, sino cultural, y el plan de ellos chocaba con las normas.

“Ellas rechazaron nuestra propuesta y nos mandaron a formar un club para presentar nuestra obra porque dizque era política, chocaba con las creencias con la iglesia y  nos traería problemas. Así que optamos por formar nuestro club”, ha contado Manuel Pérez Adames (Manuel Beján), quien había cumplido 17 años en ese momento, edad media del grupo.

En aquellos inicios, activaban José Ramón Madera, Franklin de la Paz, Siria Ferreras, Betty Pérez, Juanita y Manuel Pérez Adames, quienes entraron en acción.

Manuel Pérez Adames,

Relata sin titubear: “Entonces convocamos a varios jóvenes, entre ellos, Marcos Fernández, José Molina (José Carmela), Leonardo Curú, Alejandro Ferreras, Juan Pérez Batista Pérez (Reyito), Pastor Reyes Nin, Manolo Curú, y formamos una directiva provisional presidida por la profesora Siria Ferreras. Y a los tres meses, elegimos una para los siguientes tres años. Yo salí como presidente y Marcos Fernández, tesorero”. Año 1969.

Los hermanos, profesora Siria, y Alejandro Ferreras.

Pero carecían de local para las reuniones. Se juntaban en casas de familias y otros lugares para mantener la llama viva, hasta que alquilaron una parte del tradicional bar de Claudio Tejeda, padre Toñito el Gordo, en la calle Duarte esquina 16 de Agosto. Se trataba del lado completo por el lateral que daba a la Duarte y el de la calle 16 de Agosto, que colindaba con el patio. Pagaban 60 pesos cada mes. Realizaban actividades todos los meses para cumplir con ese y otros compromisos. Comoquiera,  la tarea resultaba muy dura.

“También celebrábamos fiestas, pero una fiesta lo más que dejaba eran 115 pesos, cuando se daba buena. No podíamos hacer fiestas todos los meses, y en algunas de las que hacíamos, perdíamos dinero, por lo que no podíamos cumplirle al dueño del local”, relata Manuel Beján.

Los muchachos estaban en una Encrucijada.  La deuda se acumulaba. Y debían salir de ella sin claudicar en su objetivo. Así que cargaron con las sillas plásticas, mesas y otros bártulos, las introdujeron en el arruinado local del Partido Dominicano, y cerraron las puertas con candados.

Para ellos, era el mejor lugar, por la ubicación en el centro del pueblo, frente al parque, en la esquina de las calles Antonio Duvergé y Matías Ramón Mella Castillo.

Perder esa oportunidad –entendían- implicaría la desintegración definitiva en el corto plazo. El dirigente del centro-izquierdista Partido Revolucionario Dominicano, Leonel Santana, les había incitado a la toma urgente de tales instalaciones.

El inquieto Juan Pérez Batista (Reyito), uno de los fundadores, dice que aún le conmueve la imagen de la algarabía que brotó cuando escucharon tal arenga.

“Leonel Santana nos advirtió que debíamos ocupar de inmediato ese local porque los reformistas andaban detrás de él para instalar su partido. Todos levantamos las manos y hasta nos subimos sobre las sillas”.

Unas 30 familias damnificadas del poderoso huracán Inés del 29 de septiembre de 1966, que ocupaban el antiguo edificio del Partido Dominicano, había recibido viviendas de bajo costo de las 110 construidas por el gobierno de Balaguer, al sureste del pueblo (Barrio Inés). Cuando los clubistas asistieron para ocupar el local –precisa Reyito- “aún quedaban tres familias: la de Teo el pintor, Juan Barín y Marifinca, pero nos entendieron”..

Por doquier, la edificación exhibía las huellas de hacinamiento extremo y del abandono gubernamental. Destartalada, sin puertas, con baños arruinados, tanto que –en palabras del mismo Reyito- “duramos dos días sacando caca y tuvimos que despegar los inodoros”.

Había otra razón de peso para “invadirlo”.

“Teníamos que hacerlo” –sostiene Manuel Beján- “porque debíamos asegurarnos de que el club no se desbaratara. Yo tenía que irme a la capital, a estudiar, y Marcos, al Instituto Superior de Agricultura de Santiago, y teníamos que dejarle a los demás un local donde reunirse”.

Relata que la ocupación “no le gustó a  la gobernadora (Virginia Pérez, la de Yime). Entonces, Marcos y yo, y Chichí Madera, salimos para la capital a reunirnos con el general Rafael Adriano Valdez Hilario, que era el director de Frontera, y conseguimos que él decidiera ir la semana siguiente a Pedernales”.

A su regreso, Manuel Beján fue apresado por agentes policiales. No fue para felicitarle.

“Y cuando me llevaban preso, esposado, Pastor Reyes Nin me ve y dice: si lo llevan preso por eso, a mi hay que llevarme también. Y se lo llevaron. También nos encontramos con Radhamés Vitor, que era miembro del club, y al preguntar, también se lo llevaron. Duramos cinco días presos, acusados de comunistas y de invasores de tierras del Estado”. Me dieron galletas y golpes en el estómago para que le abriera el local. Y me negué”.

Cuando el general llegó al pueblo, un miércoles, seguido tramitó la libertad, vía el fiscal Pineda Mosquea. Pero la hubieron de esperar presos hasta que buscaran la fianza a la provincia Barahona, 124 kilómetros al este de Pedernales.

Al oficial superior le recibieron con pompas. Y allí, él se comprometió a  gestionar ante el presidente Balaguer la donación del inmueble. Hecho que, según Julio Mella, 80 años, nativo del pueblo, ocurriría luego durante un acto celebrado en el municipio Jimaní, provincia Independencia.

Reyito: “Recuerdo que ese general y el mayor general Neit Nivar Seijas vinieron luego a entregar, en persona, el documento de incorporación”.

José Molina (José Carmela) conserva su carnet, y lo muestra. Era el socio 38. 17 años de edad tenía para la época de expedición, 5 de diciembre de 1970, justo la fecha en que formalmente fundaron el CSC. Se especifica que debía pagar una cuota de 25 centavos mensuales. El documento está firmado por la presidenta provisional durante tres meses, Siria Ferreras, y por el portador.

“Fue una lucha trementa para conseguir el club. Al general Valdez Hilario le entregamos una carta que nos hizo Pablitín Leger, que era muy buen redactor; era secretario del gerente de Alcoa, Patrick N. Hughson. Entonces, ese general gestionó que el doctor Balaguer autorizara la entrega de manera definitiva… Y así fue. Lo logramos, pero pero todo estaba destruido y faltaba la verja perimetral y no teníamos dinero para hacerla”.

Recuerda que “colectamos dinero, recibimos donaciones de dos o tres blocks por persona, celebrábamos fiestas… Cuando ya teníamos el material, nosotros mismos fuimos los obreros de esa construcción y los albañiles de Pedernales, en la época, Euclides Pérez, Amador y Cuna, se ofrecieron y nos ayudaron”.

Reyito: “Aquello estaba destruido. El gobierno nos reparó el edificio. El material lo fuimos  a buscar a Paraíso (cerca de 100 kilómetros), donde un señor de nombre Polibio Díaz, uno de los grandes dirigentes reformistas de la época. Ese material lo cargamos en un camión grande marca HINO, de Julito Díaz. Eso estaba destruido”.

Para avivar al club –relata- celebraban reuniones cada viernes para planificar actividades culturales, de entretenimiento y recolección de fondos. Destaca que en la estructura tenía grupos de teatro, poesía coreada y de estudios de obras literarias.

“Teníamos influencia en los clubes sociales, culturales y deportivos. Como era la época de los 12 funestos años del doctor Balaguer, teníamos un grupo que sabía declamar muy bien y hacíamos poesía coreada con temas alegóricos. Los clubes en aquellos tiempos eran instrumentos de luchas sociales, protestábamos mucho por las cosas malas en el Estado. La mayoría de nosotros éramos echadías; por eso, regularmente quienes solventaban eran los miembros que trabajaban en la Alcoa”.

José Carmela: “Nosotros, los jóvenes que, dizque, estábamos en la izquierda (digo así porque lo hacíamos por inducción), con la asesoría del grupo de universitarios, entre ellos, Bifí, mi hermano Aldemar, René Mancebo, Tonego y otros, comenzamos a darle forma al club como una expresión joven de protestar contra los abusos que se cometían en los doce años de Balaguer… Fue un recorrido bastante duro para nosotros … Hacíamos actividades en contra de Balaguer: poesía coreada, teatro, canciones de protestas. Leíamos mucho porque los muchachos de la UASD nos hacían llegar libros y toda la documentación de los partidos de izquierda (MPD, PCD)”.

Luis Sena ingresó a la organización en los 70 cuando cumplía 15 años. Vive en Estados Unidos, hace mucho tiempo. Pero aún se siente clubista y dice que debe parte de su comportamiento de hoy al aprendizaje de aquella época. Expresa que se destacó en teatro, poesía coreada y declamación. Y aprendió técnicas de baile.

“Sé que me aceptaron porque siempre estuve involucrado en mucho activismo porque mis hermanas Mima y Leomaris eran socias y mi madre no les permitía practicar en actividades nocturnas y fuera de la ciudad, si no yo no les acompañaba para supuestamente cuidarlas. Cotizábamos con una pequeña cuota, pero llegábamos a acumular deudas. Nos resultaba imposible pagar tres cuotas. Éramos tres hermanos de bajos recursos, pero el club esperaba. El club siempre fue una casa abierta social y de entretenimiento sano, confiable para los padres de aquella época”.   l

EL PARTIDO DE TRUJILLO

El edificio donde funciona la organización  no salió de la nada.

Fue construido por el sanguinario régimen de Trujillo para su Partido Domicano, tras el huracán el huracán Katie, que destruyó a Pedernales el 16 de octubre de 1955.

El lema del PP representaba un acróstico del nombre del “jefe”: Rafael Leónidas Trujillo Molina. (Rectitud, Libertad, Trabajo y Moralidad).

Miguel Pérez y Julio Mella (Cucuyo) coinciden en que fue edificado entre 1956 y 1957 como parte del proceso de reconstrucción a cargo del ingeniero Wascar Tejeda Pimentel de cara a los actos de la fundación de la provincia el 1 de abril de 1958.

Cucuyo, en voz baja:

“Lo recuerdo porque yo trabajé allí picando piedra para las paredes, que son de hormigón armado. Me ganaba 10 centavos por cada latita de piedras picadas. Yo llenaba cinco o seis. Ahí estuvimos y, luego, como primer conserje del Partido, en ese local, durante dos o tres años. Ganaba 35 pesos, pagados por el partido; era la época en que Francisco Prats Ramírez dirigía ese partido. Después me fui a Santo Domingo y el trabajito se lo dieron a mi mamá (Nemia). Recuerdo que hubo un secretario del partido llamado Omobono Ramírez y el presidente, Rubén Bretón. Ese local en el tiempo quedó acéfalo… y luego fue refugio de ciudadanos como damnificados del huracán. El salón, las oficinas y los pasillos laterales fueron ocupados. Allí vivía Luis Peguita, Iguemota, la hija de Ruperto Volquez Medrano (gobernador en 1978) y Marina, la mamá de esos muchachos…”

Recuerda Miguel Pérez: “El Gobierno construyó un conjunto de obras que inauguró con los actos de la fundación de la provincia, el 1 de abril de 1958. El partido había operado primero en una casona de zinc que servía como local de una cooperativa cafetalera, en la Duarte casi con 16 de Agosto, justo donde luego funcionó el Teatro Doris. Luego en el salón principal del primer piso de la “la casa consistorial o ayuntamiento”.

“Recuerdo que, para tirarle el plato, llevaron una brigada de Barahona porque cuando se comenzaba a tirar un plato de concreto, no se  podía parar. Y recuerdo que  en la parte de atrás, por la Mella, hicieron una rampa con unos descansos; eso fue por  donde ahora hay una iglesia evangélica. Con carretillas subían el cemento”.

Allí también funcionaba el famoso casino, sitio de celebración de actividades como actos líricos, reinados, bailes, conferencias, charlas, “siempre dedicadas al Benefactor de la Patria y Padre de la Patria Nueva (Trujillo)”.

Pérez, 80 años, músico de la época, cuenta que las actividades siempre las acompañaban con “una bandita de música”. “En aquel momento, el presidente del partido era Rubén Bretón; el conserje, Lulú Barraco. También trabajaba Mildre Méndez, hija de Nonoy y hermana de Chema”, refiere.

Claudio Fernández (Kike), 87 años, refiere que “mi primer empleo como hijo de Pedernales fue como mensajero del Partido Dominicano. Ahí me pagaban cinco pesos mensuales. Lo dejé porque mi papá tenía la posibilidad de mantenernos. Yo organizaba las sillas y estaba a la orden del presidente del partido, que esa época era López Reyes y el secretario, Armando Pérez González. La misión era hacer actividades en beneficio de la era del jefe. Venía mucha gente de afuera para dar conferencias en honor a Trujillo”.

Según Clemente Pérez, 98 años: “Ahí se hablaba mucho, pero solo de Trujillo; todo el mundo tenía que ser trujillista, obligado”.

A LA VUELTA DE LOS AÑOS

El icónico edificio sufre ahora un proceso acelerado de deterioro, y la causa no han sido los vientos de un fenómeno natural, ni los damnificados. Había sido remozado en 2014 a un costo de unos 3 millones de pesos erogados por el Patronato de Desarrollo de la Provincia. Sería la segunda remodelación desde la fundación de la ocupación, en 1970.

El ingeniero Leandro Féliz Terrero fue responsable de la remodelación completa, que incluyó, baños nuevos, cambio de pisos, embellecimiento de la verja y colocación de acondicionadores de aire. El día de la inauguración, el presidente del Patronato, Antonio Trinidad, alabó sus condiciones profesionales y éticas.

Siete años después, parte de la baldosa se ha reventado. Las puertas han sido violentadas, se robaron los alambres de cobre del sistema de aire y, según el entrenador de campo y pista, Ambiorix Zapata, “se robaron todos los abanicos y desarmaron los ventiladores y los ladrones desarmaron las consolas de los aires y se llevaron piezas importantes como los capacitores, y dejaron los cascarones. Algunas de las centrales están buenas y otras no, porque se le llevaron los capacitores y los vendieron… Eso yo lo verifiqué”.

Isabel Matos, la presidenta en funciones, asegura que solo hurtaron los alambres de cobre. “Los aires están ahí, los compresores también”.

Lucy Sena, quien renunció a la presidencia,  “por razones personales”, sintentiza las vicisitudes en su gestión de la organización.

Ingresó con la intención de contribuir con el desarrollo de la cultura del pueblo. La directiva se propuso el remozamiento del local porque tiene el único salón con capacidad para 150 personas. Y lo logró. Pero no pueden pagar vigilantes, y, dice, la Alcaldía le ha dado la callada por respuesta a una solicitud en esa dirección.

“Acudimos al Patronato y se lo agradecemos, pero era imposible sostenerlo con la pequeña colaboración que solicitábamos a quienes querían usarlo para actos sociales… La mayoría de las veces había que cederlo sin pago. Entonces, al año de su remozamiento, se levantó la mitad de los mosacios, y la directiva, haciendo malabares, logró poner loza nueva. Al poco tiempo, fuimos víctimas del robo de los alambres de los aires. Vino la pandemia y no pudimos reunirnos para realizar actividades profondo y darle mantenimiento a la planta física. El piso volvió a levantarse”.

La motivación de los jóvenes para activar en clubes culturales es muy baja. La crisis es grave. En 2021, el CSC solo registra unos 50 miembros, pero sólo 15 son socios activos. Durante la década del 70, al menos 70.

Isabel Matos opina que “ahora es muy diferente. En los 70 no teníamos el problema de las drogas, no había discotecas, no existía la corrupción de hoy; hoy se mantienen ocupados en los malos vicios. Antes había muchas agrupaciones muy fuertes; yo perteneceía al club René Tousignant, pero ahora es muy difícil, los jóvenes ya no están en eso dizque de ir a un club a leer un libro, jugar parché, ping-pong. Para darse jumo, juca, ahí sí”.

El cambio ha sido violento. Pero, como ha dicho uno de los pioneros, Manuel Beján, hay que diseñar estrategias para atraer a la juventud de hoy. Y, sobre todo, preservar el local como patrimonio de la comunidad. Considera que deben acondicionarlo, aunque advierte que eso de nada serviría si las autoridades o alguna institución gubernamental no asume su seguridad y mantenimiento.

Directiva actual del club.

“Porque en un pueblo pobre, con muchachos pobres, ese elefante blanco no podrá mantenerse, por más actividades de recolección de fondo que hagan. Alguien debe apadrinarlo. Eso sí, debe estar abierto de par en par, a todo el pueblo, todos los días, para que le gente lo sienta como suyo y vaya a compartir en orden”.