Con una maleta cargada de sueños, un álbum de fotos familiares y lo esencial para empezar de nuevo, Rafaela Pimentel aterrizó en Madrid hace más de treinta años. Hoy, esta mujer dominicana se ha convertido en una de las voces más influyentes en la defensa de los derechos de las trabajadoras domésticas en España.

Pimentel (1960) llegó con un propósito claro: reencontrarse con su hijo, que vivía con la expareja de ella, y llevárselo a Estados Unidos, donde tenía familiares. Sin embargo, la realidad de la emigración pronto mostró su dureza.

"Cuando llegué me robaron todo el dinero que traje, así que no me quedó otra que quedarme aquí", cuenta a EFE durante una entrevista en su casa de Madrid. Así, a los pocos días tuvo que empezar a trabajar para mantener a su hijo y enviar remesas a su familia en Santo Domingo.

Al igual que muchas mujeres inmigrantes de esa época, la única opción laboral que tenía era emplearse en una casa: "Las mujeres latinoamericanas llegamos a España a realizar el trabajo doméstico y de cuidado", cuenta.

"Las mujeres españolas -explica- habían salido de las casas para trabajar, ir a la universidad… Entonces había un vacío que nosotras vinimos a cubrir".

Construyendo redes en un nuevo país

"Lo más difícil fue dejar a mi familia y amigos", reconoce la activista, y pasar la mayor parte del tiempo en el trabajo. "No tenía a nadie, solamente a mi hijo", recuerda, pero cree que le pasa a todas las mujeres que emigran: "Es el coste que tenemos que pagar".

Inició su actividad reivindicativa en España con el grupo feminista de Vallecas (un bario del sureste de Madrid) en 1995. "Yo venía con esa cultura de estar siempre organizada", dice Pimentel, que en Santo Domingo trabajaba en un colectivo de mujeres.

Y en Madrid empieza a tejer redes, invitando a mujeres dominicanas y de otros países a su casa para hablar de sus experiencias o celebrar días especiales.

En 2006 funda Territorio Doméstico con empleadas del hogar y feministas, que ha liderado importantes iniciativas, como la creación del Observatorio Jeanneth Beltrán, en memoria de una trabajadora nicaragüense sin documentación en regla que falleció en España por falta de atención médica.

Dejar a los tuyos para cuidar a otros

Como madre soltera y trabajadora doméstica, Pimentel tuvo que compaginar el cuidado de su hijo con las largas jornadas que le exigía su empleo: "Mi hijo era muy espabilado, él me enseñó a moverme en metro y autobús. Nos íbamos juntos, él a su colegio y yo a trabajar", relata.

El sistema no estaba diseñado para facilitarle las cosas porque, cuando los colegios cerraban por vacaciones, dependía de la comprensión de las familias para las que trabajaba para poder conciliar la actividad laboral con las obligaciones familiares.

"A mi siempre me han dicho que lo podía traer", pues le permitían llevar al hijo con ella al trabajo, algo poco común en su sector.

Ver a su hijo "jugar con los niños que cuidaba" le permitía trabajar sin preocupaciones, una suerte que no tenían muchas otras: "Tener que cuidar a otros cuando tus niños tienen fiebre y tú solo los puedes cuidar por teléfono" es uno de los "dolores más fuertes" que sienten las inmigrantes, denuncia Pimentel.

Estas dificultades se convirtieron en una motivación para que la activista se enfocara en la reagrupación familiar, que considera la "travesía más infernal que puedes tener" porque es prácticamente imposible cumplir todos los requisitos.

"¿Cómo alquilas un piso sola con los salarios que tú ganas? -se pregunta- Y encima, tienes que enviar dinero para tu familia".

Con la guerra de Ucrania, dice Pimentel, fue "un golpe muy duro" para ellas ver que "sí era posible tener a los tuyos sin que te pusieran tantas trabas" en España.

Considera importante recibir a los refugiados de la guerra, pero matiza: "Ahí vimos muy claro que había un racismo encubierto porque no era lo mismo dar apoyo y facilitar la reagrupación de niños blancos" que la de latinoamericanos y africanos.

Avances y desafíos

El activismo de Rafaela Pimentel ha contribuido a avances como la ratificación del Convenio 189 de la OIT en España, que reconoce derechos laborales para trabajadoras domésticas. Es un logro "muy importante para nosotras", celebra.

Actualmente, lucha por el reconocimiento de las enfermedades derivadas del trabajo doméstico, como hernias y tendinitis , que no están consideradas como laborales: "Tenemos que seguir trabajando con cuerpos rotos", señala, por lo que seguirá exigiendo derechos básicos como bajas médicas y condiciones dignas.

Mariana López Alba