Por: Ana María Pérez Castaño. Asesora de Programas de Reducción de Riesgos del PNUD RD
Cada 13 de octubre conmemoramos el Día Internacional para la Reducción del Riesgo de Desastres (DIRRD), día designado por las Naciones Unidas para promover a nivel mundial una cultura de reducción del riesgo de desastres. Este año, el propósito del día se centra en la relación recíproca entre la desigualdad y la vulnerabilidad ante los desastres, alinéandose con el Marco de Sendai, el acuerdo internacional que se enfoca en prevenir y reducir las pérdidas de vidas, medios de subsistencia, economías e infraestructuras básicas.
La relación entre la pobreza, la desigualdad y los desastres es compleja y pueden generar ciclos de retroalimentación. Esta relación involucra una serie de factores y variables que incluyen no solo los económicos, sino también los sociales, políticos y culturales que interactúan de manera diferente con las condiciones ambientales del lugar e influyen en la vulnerabilidad de las comunidades ante los desastres según su naturaleza: terremotos, inundaciones, sequías, tormentas, incendios forestales, entre otros, y según sea su ubicación geográfica.
Estos temas han sido abordados por múltiples informes de Desarrollo Humano globales y nacionales que desde el 1990 publica el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) como un llamado de atención y a la acción.
En la práctica, todo lo anterior es lo que solemos observar cuando ocurre un desastre: las personas pobres suelen ser las más expuestas a riesgos debido a su ubicación y la falta de recursos; a menudo también son las que sufren de manera más desproporcionada. Al mismo tiempo, vemos la capacidad que tienen los desastres de empobrecer aún más a las comunidades y de profundizar la desigualdad, sobre todo si la respuesta es incompleta y no apunta a una recuperación en el mediano y largo plazo, haciendo más probable que sus consecuencias agraven la pobreza y la desigualdad y retrocedan los logros de desarrollo humano alcanzados.
Una comprensión profunda y activa de esta complejidad es fundamental para tomar acciones dirigidas a desarrollar e implementar estrategias efectivas de gestión de riesgos y de reducción de la vulnerabilidad en las comunidades afectadas. Las políticas y medidas integrales, efectivas de gestión de riesgos, de protección social, pueden y deben apuntar a la reducción de la vulnerabilidad y a una mayor resiliencia de las comunidades.
En un día como este, atendiendo al llamado del día que conmemoramos, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo -PNUD-, ha dado a conocer los logros de una estrategia de recuperación integral enfocada en una “Sabana de la Mar más resiliente frente a futuros eventos naturales” y que fue centrada fundamentalmente en tres ejes: la gobernanza municipal, la resiliencia económica y la resiliencia de las viviendas afectadas. La misma ha sido posible porque logramos articular y acompañar a diversos actores del gobierno nacional, del gobierno local, ONG, y a las propias comunidades como aliados que buscamos colocar a las personas en el centro de nuestro quehacer.
Recordemos que hace un año que la zona este de la República Dominicana fue severamente afectada por el huracán Fiona Categoría 1, dejando en clara evidencia la gran cantidad de hogares dominicanos que aún residen en viviendas con materiales de construcción vulnerables. El municipio de Sabana de la Mar, ubicada al norte de la provincia Hato Mayor y en la parte inferior de la bahía de Samaná no escapó de los daños de Fiona.
Frente a la crisis climática que vivimos hoy en día, cuya tendencia es el aumento del número de eventos y de mayor intensidad que pueden ocasionar desastres mayores, los logros alcanzados por República Dominicana en materia de desarrollo humano sostenible pueden verse impactados dramáticamente y los costos pueden ser muy altos.
Durante décadas, el PNUD ha puesto al servicio del país su capacidad de respuesta rápida, mecanismos globales y expertos internacionales para proveer apoyos concretos como: recolección de datos y evaluaciones tempranas para el financiamiento y la recuperación, que complementen la respuesta humanitaria, así como soluciones para mantener el acceso a servicios básicos, recuperación de empleos, evaluación y reconstrucción de vivienda, reforzamiento de sistemas de protección social y transformación digital.
Estos esfuerzos van en línea con la Oferta Global del PNUD ante las crisis con enfoque en poner a las personas al centro, romper el ciclo de la fragilidad y poner un paso al frente ante nuevos choques; además forman parte de el marco de acción conjunta de la ONU para la respuesta y recuperación del huracán Fiona.
Este 13 de octubre, es preciso recordar una tarea obligada y permanente en la República Dominicana, y en los países más vulnerables ante los efectos del cambio climático, es y seguirá siendo desarrollar capacidades para reducir los riesgos de desastres, disminuir la vulnerabilidad, aumentar la resiliencia y contar con mecanismos de recuperación post desastres. Los logros alcanzados en Sabana de la Mar son el resultado concreto de un modelo de estrategia escalable y repilicable, para no dejar a nadie atrás.