Minou Tavárez Mirabal y Manolo Tavárez Mirabal, hijos de Manuel Aurelio Tavárez Justo (Manolo) y Minerva Mirabal, rechazaron y criticaron que la Academia Dominicana de la Historia incluyera como miembro al exgeneral militar Ramiro Matos González, a quien señalan como el asesinato de su padre y otros combatientes por la libertad y la democracia.

En una carta dirigida al presidente de la Academia Dominicana de la Historia, Juan Daniel Balcácer, y a todos los historiadores e historiadores miembros de esa institución, afirman que Matos González presentó un Currículum Vitae adulterado, y preguntan a los académicos si no saben que cuando se manipula la verdad y la democracia se convierte en demagogia, se corre el peligro de caer en una dictadura o de verse impedido de dejar atrás "las dictaduras de Trujillo y Balaguer".

"El asesino Ramiro Matos González, al que hoy reconocen como historiador, tiene en su prontuario haber participado en el fusilamiento de héroes nacionales encadenados como fueron los expedicionarios de Junio de 1959, haber comandado el escuadrón del Ejército que le dio, en la escena, el tiro de gracia al héroe nacional Francisco Alberto Caamaño Deñó y haber dirigido la patrulla que amarró, torturó y asesinó con la mayor de las crueldades a Manuel Aurelio Tavárez Justo, Manolo, nuestro padre, declarado por el Congreso Nacional mediante la ley 150 de 2004, Héroe Nacional de la República Dominicana, y a sus compañeros como Mártires de la Patria.  Que se sepa, cuando decidieron ustedes incorporarlo a la Academia Dominicana de la Historia, no pusieron en duda la validez de esta ley, ni la heroicidad, ni el patriotismo de esos héroes con cuyo asesino se sientan ustedes  a deliberar. ¿O sí lo hicieron?", expresan.

A continuación la carta completa:

Señor

Juan Daniel Balcácer,

Presidente de la Academia Dominicana de la Historia.

Historiadores e historiadoras:

El único bien es el conocimiento, el único mal es la ignorancia”, dijo Heródoto de Halicarnaso, reconocido padre de la Historia.  Así que ahora, cuando se cumplen 59 años del crimen de Estado cometido contra Manolo Tavárez Justo y sus compañeros, recordamos esas palabras para que no se alegue el mal de la ignorancia.

Luego de que la que debería ser una distinguida institución del Estado dominicano decidiera el 28 de abril de 2021 designar a Ramiro Matos González -con Currículum Vitae adulterado- como uno de los miembros correspondientes nacionales de esa academia (sin perdón por las minúsculas), nos hemos preguntado si saben ustedes que cuando la democracia se convierte en demagogia, en falsas promesas o en manipulaciones deliberadas de la  verdad, estamos a una mano de pintura de caer en cualquier tipo de dictadura o impedidos de salir de las dictaduras de Trujillo y Balaguer que siguen hegemonizando demasiadas calidades de nuestra vida política e intelectual.

La historia es el conocimiento científicamente elaborado de los hechos del ayer, de las acciones realizadas por las y los seres humanos.  Para conocer el pasado digno de memoria, todo historiador tiene la responsabilidad de elevar a hechos históricos los fragmentos del ayer que hayan ayudado o impedido el camino de la humanidad a ser más plena. Ocultar delitos, impedir reparaciones, negar culpas y hacer del negacionismo el marco teórico de los estudios del pasado no puede ser parte del trabajo de un científico, mucho menos si se oculta en una institución pública.

La historia es ciencia porque verifica, clasifica, valora, interpreta, cuestiona, conecta y somete a análisis crítico todo lo pasado con la intención de conocerlo y acercarse a la verdad. En eso comparte intereses con la Justicia. Por tanto, un historiador que entienda las acepciones que rondan la disciplina de la Ciencia de la Historia tiene el compromiso de narrar sin omitir verdades necesarias, para que ese pasado prevalezca.  Y es que sin verdad no existen ni la Historia, ni la Justicia, ni la Democracia. Sin esa búsqueda siguen reinando los llamados “intelectuales de Trujillo”.

El asesino Ramiro Matos González, al que hoy reconocen como historiador, tiene en su prontuario haber participado en el fusilamiento de héroes nacionales encadenados como fueron los expedicionarios de Junio de 1959, haber comandado el escuadrón del Ejército que le dio, en la escena, el tiro de gracia al héroe nacional Francisco Alberto Caamaño Deñó y haber dirigido la patrulla que amarró, torturó y asesinó con la mayor de las crueldades a Manuel Aurelio Tavárez Justo, Manolo, nuestro padre, declarado por el Congreso Nacional mediante la ley 150 de 2004, Héroe Nacional de la República Dominicana, y a sus compañeros como Mártires de la Patria.  Que se sepa, cuando decidieron ustedes incorporarlo a la Academia Dominicana de la Historia, no pusieron en duda la validez de esta ley, ni la heroicidad, ni el patriotismo de esos héroes con cuyo asesino se sientan ustedes  a deliberar. ¿O sí lo hicieron?

Parece claro, igualmente, que ustedes antes de tomar la decisión de darle ingreso a este señor, tampoco tomaron siquiera en cuenta el testimonio de uno de sus colegas, ex presidente de esa academia, Emilio Cordero Michel, quien testificó que cuando fue llevado herido ante el jefe del comando de operaciones (Ramiro Matos, por si no lo sabían)  le transmitió el mensaje de Manolo Tavárez y sus compañeros de que acogiéndose a las garantías del gobierno de facto bajarían de las montañas en son de paz y portando banderas blancas.  Cuenta Emilio Cordero que la respuesta de Ramiro Matos fue: “Aunque traigan banderas blancas de paz, todos morirán”. Y de hacer cumplir esa amenaza se encargó cruel y directamente unos minutos más tarde.

El nivel de salvajismo de estos hechos nos recuerda que otro pueblo hermano de América estableció en sus tribunales: “nadie puede admitir que el secuestro, la tortura o el asesinato constituyan hechos políticos o contingencias del combate… el sadismo no es una ideología política ni una estrategia bélica, sino una perversión moral.”

Les contamos, pues parece que tampoco lo saben, (saberlo los transformaría en encubridores) que Ramiro Matos, a pesar de haber sido denunciado y querellado públicamente, nunca ha comparecido ante la justicia ni ha sido juzgado, porque a nuestras familias -es decir, a los hijos y familiares de las víctimas- se nos ha denegado reiteradamente el proceso que con documentos, datos, entrevistas, testimonios, registros, hemos sometido ante el sistema judicial de la República Dominicana, como puede verse en la querella que depositamos ante la Procuraduría General de la República y cuya copia anexamos a esta carta.

Con el contubernio de todos los gobiernos que hemos tenido desde que sucedieron los crímenes perpetrados por Ramiro Matos, su comparecencia ante la Justicia no se ha producido.  Las querellas y solicitudes de investigación han sido archivadas una y otra vez por los sucesivos ocupantes del Poder Judicial. Aquí un solo ejemplo de como se manifiesta la impunidad que ha protegido al criminal con quien se sientan ustedes a deliberar sin que les pese la conciencia: tan solo unos dos meses después de nuestras familias someter la citada querella el 21 de diciembre de 2013, el ex presidente Danilo Medina nombró al hijo de Ramiro Matos precisamente como Jefe del Ejército.  Y decimos PRECISAMENTE, pues ese cuerpo armado del Estado dominicano fue el que dirigió la operación contra el grupo del 14 de Junio que se había levantado en defensa del orden constitucional y del Estado democrático, y es en el Ejército donde reposan -o reposaban hasta esa designación- los documentos con el historial de los asesinatos de Estado que llevamos años denunciando y reclamando por justicia.

Desde su creación en 1931, la Academia Dominicana de la Historia, ha declarado como su objetivo primordial el de “conocer y estudiar el pasado en general, y principalmente el de la nación dominicana”.

El historiador estadounidense Timothy Snyder, en su libro Sobre la tiranía, veinte lecciones que aprender del Siglo XX, nos hace un llamado a asumir la responsabilidad por la situación del mundo, a no conformarnos con mirar y con cumplir órdenes porque, como él mismo indica, “los símbolos de hoy son la realidad de mañana”.

Creemos en las instituciones.  Creemos que hay que cuidarlas. Y creemos, sobre todo, que ellas, como la democracia, no se protegen solas.  Por esa razón, nos permitimos invitarles a defender la institución de la que ustedes son miembros, investigando con decencia y sensatez la figura de Ramiro Matos en la historia dominicana.

El error más grande que cometemos a veces es el de presuponer que vendrán de afuera a destruir nuestras instituciones. Pero el cuidado por las instituciones que amamos y de las que formamos parte no puede provenir de afuera, de otros, de terceros, máxime cuando -como en este caso- las amenazas más cruciales se han gestado en su vientre como una suma desgraciada de abominables actuaciones que apuestan a pasar por debajo del radar de los días.

Este reclamo que hoy les hacemos es un acto de justicia que debiera convertirse en un precedente para terminar alguna vez con tantos años de impunidad. Y es también un compromiso filial y político, pero más que nada un imperativo moral  en cumplimiento del deber con un orden jurídico nacional consagrado en los tratados internacionales  ratificados por el Estado dominicano y dictaminado por las cortes internacionales que establece que los crímenes de guerra, de genocidio y los crímenes de lesa humanidad como el de Manolo y sus compañeros son imprescriptibles.

Probablemente, a la hora de tomar la deleznable decisión de darle entrada a Matos González a esa institución del Estado dominicano no se les ocurrió pensar que el mensaje que están enviando es que aquí se puede abusar, se puede matar, se puede inhumar ilegalmente y que nadie va a ser castigado por la justicia.  Y mucho menos se habrán dado cuenta de que están enrostrándole en la cara a nuestra sociedad las incalculables repercusiones sociales de la impunidad.

Pero como la impunidad y el atraso deben terminar algún día, les escribimos en nombre de la justicia que no ha actuado, en nombre de Manolo Tavárez Justo y de sus compañeros porque lo entendemos como un nuevo aporte de ellos a la construcción de una sociedad más decente, más democrática.

Por último, como ciudadanos sujetos de derecho para reconocer y aceptar las consecuencias de un hecho –realizado libremente por ustedes- y como hijos les escribimos para reclamarles que le expliquen a nuestro país de hoy y de mañana, cómo hacen  cada vez que se reúnen, con qué cara se sientan como historiadores a debatir junto a su colega Ramiro Matos González, asesino de varios de los héroes nacionales que la academia dice honrar. Y sobre todo -conocedores como son de que las instituciones, al igual que la democracia, la justicia y los Derechos Humanos no se protegen solos- ¿qué hacen para proteger la institución a la que pertenecen?

Con ilusión y aferrados a la esperanza, les invitamos a no conformarse con mirar.

Minou Tavárez Mirabal                  Manolo Tavárez Mirabal