El retraso de la maternidad ya es evidente y no sólo en las conversaciones que se escuchan en las reuniones sociales. Datos de la Oficina Nacional de Estadísticas (ONE) reflejan que la edad promedio para convertirse en madre en República Dominicana ha subido de rango etario en la última década, pasando de 20-24 años a 25-29 años el promedio, un cambio ligero pero significativo, si se toman en cuenta los esquemas sociales que se derrumban entre una edad y otra.

Pero las mujeres también están tomando medidas para prolongar su fecundidad, que es la capacidad para tener hijos. Si los quieren tener, es más adelante, por lo que se perfila que el rango etario siga subiendo y que la cantidad de hijos por mujer continúe reduciéndose.

En un artículo titulado ¿Catastrofismo demográfico o una revolución reproductiva?, la demógrafa Clara Báez explica que para entender la inclinación de las mujeres (e incluso de los hombres) por tener hijos más tarde hay que pensar más allá de la fecundidad. “Todas estas variables están mediadas, a su vez, por la política y la cultura y tienen que ser tomadas en cuenta en el trazado de las diferentes políticas públicas”, dice.

“Ya las mujeres no piensan en que tienen que ser madres en algún momento de su vida o a temprana edad. Ahora piensan en estudiar, educarse, tener madurez física y emocional, y plantearse si desea o no tener hijos”, relata la ginecóloga especializada en reproducción asistida Alfida Franco, del centro Fertilam, que se dedica de lleno a la reproducción asistida.

La tendencia que palpa Franco en su consultorio se acerca a los datos que arrojan las estadísticas nacionales. Pero para entender las cifras, hay que conocer el contexto. ¿Por qué retrasan la maternidad?

Qué influye en el “ser o no ser”

Las razones de la mujer para retardar y distanciar la maternidad se resumen en lo que el demógrafo Francisco Cáceres, también director de Censos y Encuestas de la Oficina Nacional de estadísticas (ONE), llama un “proceso de modernización social”, que se traduce en:

  • Incremento creciente en la escolaridad, que trae información y autonomía a la mujer, producto del conocimiento. “No tiene que pedirle permiso a nadie para tomar decisiones de su propia vida, porque una mujer menos instruida es una mujer más sumisa. Más sumisa al marido, a los padres, a los hermanos, al contexto, a la sociedad”, explica Cáceres.
  • Participación de la mujer en actividades económicas. En 1960, el 6% (6 de cada 100) de las mujeres en edad productiva trabajaban, y en 2021 esa cifra sobrepasaba el 61%.
  • Cambios en la dirección del flujo intergeneracional de riqueza. En la sociedad tradicional la transferencia de riqueza es de hijo a padre, los hijos eran una inversión económica y mantenían a los padres. En la sociedad moderna la transferencia de riqueza es de padres a hijos.

A eso se suma la urbanización y el proceso de racionalidad reproductiva (decido cuántos hijos tener y cuándo tenerlos).

Estos tres factores externos a la mujer se concretizan en el uso de métodos anticonceptivos, que es la decisión deliberada para no tener hijos. Pero la mujer del 2024 decide más allá de “cuántos” y “cuándo”.

“No quieren ser madres porque la mujer de hoy día tiene proyecto de vida. Ella sabe lo que quiere hacer con su vida. Ya no es parte de la perspectiva de otro.”

En una conversación sobre tener hijos entre mujeres entre 25 y 30 años relucen opiniones como las siguientes:

Lo dicen los censos poblacionales

En el informe de estado de la población mundial 2024, el Fondo de las Naciones Unidas para las Poblaciones (UNFPA) señala que, en la década de los años 50, cuando comenzó el descenso de la fecundidad mundial, se promediaban 5 hijos por mujer. Ahora la tasa mundial de fecundidad es de 2,3 y la ONU estima que descienda a 2,1 nacimientos por mujer en 2050.

En República Dominicana, específicamente, la tasa global de fecundidad ha estado cayendo desde los años 60, cuando alcanzaba los 8 hijos por mujer, tendencia a la cual se suma la caída reciente de la tasa específica de fecundidad adolescente, que por su naturaleza, es un logro. De acuerdo a la información registrada en la ONE, en el primer trimestre del año 2024 los embarazos adolescentes presentaron una reducción de un 26.58 % con respecto al primer trimestre del año 2023.

Para 2001, el 31.01 % de las mujeres dominicanas tuvieron hijos entre los 20 y 24 años, el 23.69 % entre los 25 y 29, y 20.76 % entre los 15 y 19. Este comportamiento se conservó aún 10 años después, en 2013, cuando los grupos de edades de las madres se mantuvieron en el mismo orden según mayoría, con 31.17 %, 23.52 % y 19.88 %, respectivamente. Sin embargo, para 2023 la narrativa comenzó a cambiar. El 27.78 % de las mujeres dominicanas que dan a luz tienen entre 25 y 29 años; seguidas por las de 20 a 24 años, que representan el 27.35 %; y entra un nuevo rango de edad: de 30 a 34, siendo el 20.42 %.

Y así como crecen las razones sociales e individuales para aplazar la fecundidad, se abren opciones para preservarla tanto como sea posible. Es una práctica cada vez más común en mujeres, hombres y parejas.

Opciones para prolongar la fecundidad: La criopreservación

Según la experiencia del especialista en reproducción humana asistida y ginecobstetra Ernesto Rojas, en las consultas de reproducción asistida ronda un promedio de pacientes de 32 años. Son personas que no tienen relaciones estables por el momento, o que tienen pareja, pero no se ven en un futuro con esa persona, e incluso parejas casadas con metas económicas para los próximos 3 a 4 años.

En el caso de la mujer, la edad reproductiva se puede preservar a través de la congelación de óvulos. Hacerlo es una inversión y muchas lo están evaluando como alternativa.

Este proceso puede costar entre 7 mil y 8 mil dólares en su primera etapa, que comprende seguimiento médico, medicamentos, aspiración folicular y congelación de los óvulos.

La criopreservación (congelación de óvulos) da entrada a un proceso de fertilización in vitro, pues la segunda parte del tratamiento consiste en descongelar y fertilizar los óvulos. Eso tiene un costo de unos 2 mil dólares, para un total aproximado de 10 mil dólares por todo el procedimiento, precio que puede duplicarse y triplicarse en Estados Unidos y Europa.