La intención criminal no es exclusiva de los hombres, como tampoco ambicionar poder y dinero. Las mujeres han tenido participación importante dentro de las estructuras del crimen organizado en la región.

En su mayoría mexicanas, colombianas o centroamericanas, asumen desde roles sumisos hasta liderazgos incuestionables en los grupos de los que han sido parte. Las finqueras, por ejemplo, son propietarias de la tierra donde se cultiva la coca, administran la raspa, y elaboran el procesamiento inicial de la pasta base, llegando incluso a comercializar el producto.

Las mulas (o “correos humanos”), del otro lado, quizás el rol más conocido, constituyen el eslabón más débil o de mayor subordinación dentro de la cadena. Esa modalidad de transporte fue ideada por la narcotraficante colombiana Griselda Blanco (“La viuda negra”), la que, junto a su esposo, crea una empresa de fabricación de lencería femenina que utilizarían como fachada para transportar cientos de kilos de droga hacia EE.UU., convirtiéndose en la mujer más temida de la historia del narcotráfico.

Otro nombre que destaca es el de Sandra Ávila Beltrán, apodada “La reina del Pacífico”, quien dirigía los envíos de cocaína de Colombia a México y gestionaba las finanzas, nada más y nada menos que, del Cártel de Sinaloa, encargándose directamente del lavado del dinero de Ismael “El Mayo” Zambada, uno de sus principales líderes.

Ellas no son las únicas. Por las razones que sean, las mujeres también deciden entrar en ese mundo tan violento y masculino, y abrirse camino. No obstante, estas trayectorias delictivas son menos conocidas. De hecho, pasan desapercibidas en muchos casos. La justicia penal tiende a estar sesgada en cuanto a su participación en la vida criminal. No se espera que estemos dispuestas a asumir tales niveles de peligro y violencia, cuando es voluntario. Los estereotipos de género se imponen, como en casi todas las demás esferas.

Los datos, sin embargo, sorprenden un poco. El reporte de Insight Crime señala que el encarcelamiento femenino en América Latina (por delitos asociados al crimen organizado, en especial narcotráfico) aumentó considerablemente en la última década. Solo en México, el porcentaje general alcanzó 56% entre 2010 y 2015.

No es el mejor ejemplo de empoderamiento, lo sé. Lo que esto demuestra es que no escapamos de la condición humana, esa que a veces nos lleva por caminos poco laudables. La caracterización cultural de las mujeres nunca se apega a la verdad.