Al cumplirse este sábado el trigésimo aniversario del asesinato en Madrid de la dominicana Lucrecia Pérez Matos, a manos de un guardia civil motivado por la discriminación, el racismo y la xenofobia -el primer caso reconocido como tal en España-, el embajador dominicano ese país, Juan Bolívar Díaz, señaló que hoy como entonces quienes se creen superiores apoyan la exclusión, el discrimen y el odio contra el inmigrante.
"El recuerdo de la inmigrante mártir (Lucrecia Pérez Matos) nos obliga a reafirmar el compromiso con los valores de la diversidad étnica, racial y cultural, sobre todo en estos tiempos en que campea por el mundo el discurso de exclusión, de discriminación y odio, enarbolado por quienes se creen seres superiores", expresó en un discurso pronunciado en un acto en memoria de la dominicana asesinada cuando no llevaba más que un mes en la capital española.
"Lucrecia era una mujer negra, hija de una sociedad multirracial, dominada por un 49 por ciento de ingredientes africanos, 39 por ciento de europeos y apenas un 4 por ciento de los muy tempranamente extinguidos nativos de la isla", recordó el embajador.
Esos porcentajes, añadió, "hay que difundirlos y recordarlos para que los dominicanos nos reconozcamos como lo que somos, para que revaloremos nuestro legado, nuestra cultura, nuestra identidad. Porque un pueblo que no se reconoce en sus raíces, en sus esencias étnico-culturales, no puede salir del atraso".
La dominicana fue asesinada el mismo año 1992 que conmemoró los cinco siglos de la llegada de los españoles a América por un puñado de europeos que "llegaron sin visa y sin pedir permiso, como siguieron llegando a lo largo de 500 años", destacó Juan Bolívar Díaz.
El embajador apuntó que, en sentido contrario y tras el asesinato de Lucrecia, casi 200 mil dominicanos se asentaron en España (115 mil ya nacionalizados españoles y otros 75 mil regularizados como residentes), cuyo 99.99% "son personas honradas que aportan su talento y sudor a la sociedad que los ha acogido".
El restante 0.01% representa a "jóvenes y adolescentes desadaptados, a quienes hay que lanzarle salvavidas en vez del estigma y la exclusión", subrayó.
Discurso en la conmemoración del 30 aniversario del asesinato de Lucrecia Pérez Matos. 12 de noviembre del 2022
Muy buenos días:
Hoy estamos habitados por el sentimiento de la gratitud. Con todas y todos ustedes los presentes que nos acompañan en esta conmemoración del martirio de la humilde inmigrante dominicana Lucrecia Pérez Matos cuando acababa de poner los pies en esta ciudad, procedente de la pobreza de Vicente Noble, del sur profundo dominicano, donde cada salida del sol comporta una esperanza de vida y de realizaciones humanas.
Inmensa gratitud para todas y todos los que nos acompañaron en aquellas jornadas tan tristes y dramáticas de mediados de noviembre del 1992, especialmente a quienes se expusieron y dieron su tiempo en aras de la solidaridad, de la justicia y la nobleza humana. Una parte de ellos serán reconocidos en este acto, incluyendo a las mayores organizaciones sindicales, UGT y Comisiones Obreras, que arrimaron su fuerza al colectivo dominicano o a las entidades de la diáspora como el Voluntariado de Madres Dominicanas en España y a la Asociación de Mujeres Dominicanas en España que encarnaron los reclamos de justicia y seguridad. Si tuviéramos que resumir en un solo español toda la solidaridad de antes y después del infausto acontecimiento, habría unanimidad en identificarlo: don Pedro Alvarez Pastor, afortunadamente siempre presente entre nosotros.
Hemos de reconocer que la gran mayoría de los españoles se levantaron contra aquel asesinato ignominioso que quedaría grabado como el primer crimen de odio y racial en la historia del país, que las autoridades persiguieron a sus autores y los sancionaron con apego a la ley.
La muerte de Lucrecia Pérez fue un aldabonazo en la conciencia colectiva justo en aquel año cuando se conmemoraba el quinto centenario de la llegada de los españoles a América y a nuestra tierra. Como Lucrecia, aquellos llegaron sin visa y sin pedir permiso, como siguieron llegando a lo largo de 500 años.
Nunca podremos saber cuántos fueron de aquí para allá durante tanto tiempo. Pero como el camino de aquí para allá es igual al de allá para acá, en las últimas cinco décadas, los dominicanos, y en especial las dominicanas, descubrieron un nuevo mundo en España. Y vinieron, como todos los emigrantes, de todas las épocas desde el inicio de la vida humana, explorando caminos, abriendo surcos para incubar sueños de progreso. Con alforjas cargadas de esperanza.
Pero las esperanzas de Lucrecia no llegaron a echar la menor raíz y al natural desarraigo le sumaron el rechazo, el discrimen, el odio racista y la xenofobia y finalmente la muerte. Ella pagó caro por las inmigrantes que le habían antecedido, pues apenas llevaba cinco emanas aquí al perder la vida. Fue la mártir de la diáspora dominicana y latinoamericana, y abrió paso a una introspección de la sociedad española, que aprendió a ver inmigrantes negros y pobres. Que en gran mayoría reconoce sus aportes.
La sangre de Lucrecia generó una etapa de regulaciones y de consagración de oportunidades que han incluido la nacionalización de cientos de miles de inmigrantes de toda América Latina, del Este europeo, de Africa y de Asia. 115 mil nativos de República Dominicana han recibido la nacionalidad española y otros 75 mil la residencia. Inmensa gratitud para Lucrecia, para toda su familia, en especial para su hija Kenia, aquí con nosotros.
Lucrecia era una mujer negra, hija de una sociedad multirracial, dominada por un 49 por ciento de ingredientes africanos, 39 por ciento de europeos y apenas un 4 por ciento de los muy tempranamente extinguidos nativos de la isla. Así quedó manifiesto en la reciente investigación del universal Proyecto Genographic, realizada en nuestro país con auspicios de la Academia Dominicana de la Historia, la National Geographic Society y las Universidades de Pennsylvania e Iberoamericana, UNIBE.
Esos componentes hay que difundirlos y recordarlos para que los dominicanos nos reconozcamos como lo que somos, para que revaloremos nuestro legado, nuestra cultura, nuestra identidad. Porque un pueblo que no se reconoce en sus raíces, en sus esencias étnico-culturales, no puede salir del atraso.
Todos reconocemos el derecho y la necesidad de regulaciones migratorias, pero al mismo tiempo estamos obligados a la compasión, a la solidaridad, al respeto de la multiculturalidad y de los derechos y la dignidad de todos los seres humanos. Y eso tiene validez aquí como en República Dominicana y en todos los países y continentes.
El recuerdo de la inmigrante mártir nos obliga a reafirmar el compromiso con los valores de la diversidad étnica, racial y cultural, sobre todo en estos tiempos en que campea por el mundo el discurso de exclusión, de discriminación y odio, enarbolado por quienes se creen seres superiores.
Sería ideal que ningún ser humano tuviera que abandonar su terruño, sus seres queridos y sus devociones culturales para someterse a la incertidumbre y a que le llamen extranjero. Pero la migración ha sido y seguirá siendo esencia de la naturaleza humana y mucho más en un mundo cada vez más excluyente, donde cada año aumenta la concentración de la riqueza en una franja del 1 al 10 por ciento de la humanidad.
Con tantos países que han sido víctima de la explotación internacional, sometidos a la degradación, sumidos en la miseria y con una herencia de dominación y opresión, inmensas multitudes seguirán tocando las puertas de la abundancia, y la inseguridad y la incertidumbre afectarán severamente la convivencia humana.
La Embajada de la República Dominicana ante el Reino de España agradece todas las respuestas de personas, agrupaciones e instituciones al llamado a conmemorar este trigésimo aniversario del martirio de Lucrecia Pérez Matos. En especial agradecemos la Declaración Institucional emitida a unanimidad por el Pleno de representantes partidistas en el Distrito municipal de Moncloa-Aravaca, que rinde homenaje a Lucrecia Pérez y consagra ese territorio como “espacio acogedor, lugar libre de odio, racismo y xenofobia”.
Aprovechamos la oportunidad para reafirmar la política exterior del Gobierno del presidente Luis Abinader que tiene como primer pilar la promoción y defensa de los dominicanos y las dominicanas residentes en el exterior. En el caso de España se trata de una comunidad de trabajadores, donde el 99.99 por ciento, y hay que decirlo claro y fuerte, el 99.99 por ciento, son personas honradas que aportan su talento y sudor a la sociedad que los ha acogido. Reafirmamos también el propósito de trabajar para dar nuevas oportunidades al 0.01 por ciento integrado por jóvenes y adolescentes desadaptados, a quienes hay que lanzarle salvavidas en vez del estigma y la exclusión.
Estamos obligados a trabajar por el bienestar de la diáspora dominicana que tanto ha contribuido al crecimiento y a la estabilidad macroeconómica, con los 10 mil 420 millones de dólares remesados el año pasado, y más de 62 mil millones en los últimos diez años. Es inmensa su contribución a la reducción de la pobreza en el país.
Rindamos tributo a la comunidad dominicana en España. Muchos de sus integrantes han dejado parte de su alma sembrada en la isla y sueñan con poder retornar para reencontrarse con los suyos y sus esencias. Y llevemos siempre en nuestros corazones la significación de la vida y el martirio de nuestra compatriota Lucrecia Pérez Matos. Muchas gracias.