Las relaciones entre República Dominicana y Haití se han tensionado más en estos días en que “una empresa privada” del país del oeste de la isla caribeña ha reiniciado la construcción de un canal de riego a partir del río internacional Dajabón o Masacre (cuerpo de agua), en la provincia Dajabón, 295 kilómetros al norte del Distrito Nacional.
El afluente nace en la vertiente norte de la cordillera Central en RD y, desde 1776 (siglo XVIII), representa el límite entre los dos países. Por decisión del gobernador José Solano y el Conde Annery, separa la ciudad haitiana Ouanaminthe (Juana Méndez) y la dominicana Dajabón. Fue ratificada por el Tratado de Aranjuez de 1777.
Delimita la frontera en cinco kilómetros, desde el puesto militar La Bomba hasta cerca de la toma de agua del canal La Vigía. La cuenca es pequeña, pero el río es permanente. La pluviometría en la zona es de 750 a 2 mil milímetros por año.
La obra había sido detenida tras el reclamo del Gobierno basado acuerdos y reunión binacional el 27 de mayo de 2021 en la que, además, las autoridades de ambos países ratificaron el Tratado de Paz, Amistad Perpetua y Arbitraje rubricado en 1929, que regula la construcción de obras hidrográficas a partir del río internacional.
El presidente Jovenel Moïse mostró entonces voluntad para la solución del diferendo, según el presidente Luis Abinader. La crisis socioeconómica y política se ahondaba en Haití y la oposición reclamaba la renuncia del presidente.
Dos meses después, la madrugada del 7 julio, Moïse fue asesinado en su residencia de Puerto Príncipe por un comando integrado por mercenarios colombianos y haitianos. El crimen fue planificado en Estados Unidos.
Desde entonces, la situación se ha agravado, las pandillas han tomado ciudades enteras, han secuestrado y eliminado a miles de personas y exigen la renuncia del primer ministro Ariel Henry. Una delegación militar de Kenia ha llegado a Haití para gestionar la paz y se plantea una intervención “pacificadora”.
Sobre el canal en construcción, el presidente Luis Abinader ordenó este lunes el cierre de la frontera con Dajabón y advirtió que endurecerá las acciones, este jueves, si las autoridades haitianas no reaccionan.
Henry ha informado que envió una delegación del Ministerio de Interior para buscar una solución, aunque ha dicho que el proyecto es privado.
“Valoramos este gesto de cooperación y confiamos en que las conversaciones en curso permitan resolver este conflicto de manera pacífica y respetando los intereses de ambas naciones”, puntualiza.
Cuando estalló la crisis, en 2021, Federico Franco, viceministro de Áreas Protegidas y Biodiversidad de Medio Ambiente, sostuvo que “allí no hay posibilidad de que se pueda obtener agua para irrigar, a menos que se construya un dique para desviar el río, y eso no puede ser permitido”. Consideró improcedente la conexión del canal.
Según productores y ambientalistas, en La Vigía, el Coco, Los Veteranos y Sánchez afirman que afectaría la producción de al menos 14 mil tareas que se cultivan de arroz y secaría la Laguna de Saladillo, humedal protegido por la ley 64-00 de protección al medio ambiente y recursos naturales.
Los haitianos entienden que el río entra a su territorio y el agua del canal serviría para irrigar predios en Meac, Derac y Ferie, del departamento Juana Méndez.
Un conflicto similar ocurrió con las aguas del río Pedernales, en la provincia Pedernales, 307 kilómetros al sudoeste de la capital.
La solución fue la construcción de un dique derivador internacional que dividía las aguas en 50 % para cada país. Fue inaugurado el 30 de noviembre de 1979 por los presidentes Antonio Guzmán y Jean Claude Duvalier.
Un año antes, el 1 de enero, el Senado había aprobado el convenio para la edificación de la obra a un costo de 214 millones de pesos o 600 mil gourdes, que fue firmado por los cancilleres Ramón Emilio Jiménez hijo (RD) y Edner Brutus (H).
La declaración conjunta de los Estados planteaba:
“El Dique Derivador Internacional representa el símbolo tangible de la voluntad de los gobiernos, dominicano y haitiano, de edificar conjuntamente obras de paz y progreso en el interés común de sus dos pueblos”.
Desde entonces, quedó resuelto el conflicto binacional, pero todos los potreros y conucos de toda la zona baja de Pedernales se secaron para siempre. Igual que el mismo río, que sólo se vuelve a ver en la desembocadura en el mar Caribe. Todo su cauce es un golpe de piedras que sólo revive momentáneamente con los ciclones. La cuenca está huérfana de reforestación.
Las regolas, los canales, los balnearios La Piedra y la Roca, tradición pedernalense, se esfumaron para siempre. Los terrenos, hasta la misma frontera, han sido urbanizados con la animación de políticos. Y los proyectos agrícolas de Los Olivares, al este del municipio, apenas sobreviven con un precario sistema de riego por goteo.