En estos días en que se ha viralizado el caso del pelotero Wander Franco, recordamos que hace exactamente 50 años el tema del momento era la situación de otro dominicano que, como Franco, tenía 22 primaveras al momento de verse involucrado en un hecho que generaría noticias que en nada versaban sobre hazañas en el terreno de juego. Y fue que, el martes 11 de diciembre de 1973, el pueblo dominicano fue sorprendido con la información de que, la madrugada de ese mismo día, una mujer había muerto de un tiro de revólver en un motel (hotel de paso) de un barrio de clase obrera de la capital dominicana, mientras estaba con César Cedeño, estelar pelotero de los Astros de Houston en las Grandes Ligas y de las Estrellas Orientales en la pelota local. Así lo reportó el vespertino Última Hora, la tarde de ese mismo día, en noticia de primera plana a cinco columnas, tipo tabloide: “CÉSAR CEDEÑO Envuelto en Muerte Mujer”, al tiempo que ilustraba la información con una fotografía de Cedeño a la derecha, mientras era conducido a la Fiscalía de Santo Domingo y otra de la fallecida a la izquierda, en cuyo pie se lee “Altagracia de la Cruz Alias Malena – Murió esta madrugada”.
El titular remitía a la página 2, la cual, bajo el epígrafe “Cedeño Envuelto en un Hecho de Sangre; Murió una Mujer de un Balazo en la Sien” y el subtítulo “Hay Versiones Encontradas Sobre Cómo Ocurrió el Caso”, abundaba en detalles. La crónica, firmada por el periodista César Medina, venía complementada por una foto a blanco y negro de la cama en que cayó muerta la joven; en aquella eran visibles las almohadas y sábanas ensangrentadas y una mesita con una botella de cerveza y dos vasos que parecían llenos.
El reportaje da cuenta de las declaraciones del administrador del “Motel Keko”, ubicado en la calle “Los Mártires” del sector Villa Duarte, entonces zona oriental de la capital de la República Dominicana y hoy del municipio Santo Domingo Este. Según el relato de dicho administrador, identificado como Miguel Antonio Gómez, Cedeño se notaba “raro” esa madrugada poco antes del hecho. ¿A qué se refería Gómez con esa expresión? Entre otras cosas, declaró que Cedeño venía discutiendo con la dama, a la que decía cosas como que era “prostituta” y que la iba a matar “a patadas”; que él (Gómez) saludó a Cedeño porque eran amigos pero que el pelotero no devolvió el cumplido; que rehusó la ayuda de otro empleado para que lo guiara, diciéndole “quítate de ahí, que yo sé para dónde voy”; que le quiso dar golpes a la joven, a quien introdujo en la habitación a empujones y cerró la puerta; que luego, por teléfono (aparentemente intercomunicador), Cedeño primero ordenó un cuartillo de whisky de una marca, luego lo devolvió y lo pidió de otra que también retornó sin consumir y terminó solicitando una cerveza con dos vasos…
Y entonces, siempre según Gómez, prácticamente de una vez, “se oyó un tiro”; Gómez aseguró que casi de inmediato sonó el teléfono y que al levantarlo oyó una voz (presumiblemente de Cedeño) que le dijo “llámate a la Policía”, luego de lo cual el atleta salió “como la jonda del diablo” en su vehículo, un carro deportivo, marca Camaro, color azul.
La nota relata otros detalles llamativos, como que Cedeño se había visto envuelto en otro escándalo menor, cuando el sábado anterior, estando con otra mujer en el denominado “Motel Lincoln”, denunció el robo de prendas valoradas en cinco mil pesos (para la época casi cinco mil dólares), hecho que “fue publicado” (la nota no indica dónde); que la occisa vivía sola en un empobrecido sector de la entonces zona oriental de la capital llamado Los Mina y que en su habitación tenía recortes de periódicos sobre las hazañas del pelotero. También que la fémina trabajaba como camarera en un bar llamado “El Conquistador”, al que identificaba como “de dudosa reputación”, al que Cedeño la mandó a buscar, aunque ella en un primer momento se resistió, según las versiones.
También se reseñó en un recuadro un informe policial, de cuya lectura se deduce que el jugador se entregó a la Policía, a la cual le declaró que estaba con la víctima en un bungalow y que cuando iba a guardar un revólver de su propiedad, marca Smith & Wesson, calibre .38, cañón corto, “ella se admiró me pidió que se lo dejara ver, porque era muy bonito, y cuando ella lo fue a tomar torpemente introdujo uno de sus dedos en el gatillo, haciéndose que el revólver se disparara, hiriéndose y causándose así la muerte instantáneamente” (sic).
Además, Cedeño dijo que llamó inmediatamente al “sereno” (vigilante nocturno) del establecimiento, a quien informó de lo sucedido para que lo pusiera en conocimiento de la Policía. También declaró que se encontraba bebiendo cerveza en el mismo bar que trabajaba la fallecida ya mencionado, que se fue a otro lugar y la mandó a buscar. Agregó que la conocía desde hacía un año.
Este fue un reportaje “en caliente”; nótese que el hecho ocurrió la madrugada de aquel día y se publicó en la tarde en la edición del vespertino citado. Los matutinos solo podrían publicar informaciones a partir del día siguiente. De la lectura completa del reporte, surgen detalles muy importantes que generan serias dudas respecto de la versión del pelotero y hacen que uno se pregunte qué fue lo realmente acontecido aquella madrugada:
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Cedeño y de la Cruz se conocían desde hacía algún tiempo (un año, según el primero) y tenían algún tipo de relación (ella tenía recortes de periódicos sobre las actuaciones del pelotero en su habitación y él estuvo esa noche donde ella trabajaba y luego “la mandó a buscar”);
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No queda claro dónde se reunieron Cedeño y la occisa, pues según declaraciones del primero, él estaba en el lugar donde ella laboraba, pero luego se retiró “a pasear solo por las calles de la ciudad” y entonces la mandó a buscar (parecería más lógico que se fueron desde el lugar donde ella trabajaba cuando ella concluyó su turno, presumiblemente, después de medianoche); luego se revelaría que él andaba con otra persona…
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Resulta extraño que, ya de madrugada, una pareja joven, de 22 y 19 años (la edad de ella se informó después), entre a una habitación de motel y que, cuando el beisbolista iba a “guardar” el revólver (¿por qué no lo dejó en el carro?), la joven pidiera verlo “porque era muy bonito”: si tenían un año conociéndose, ¿era la primera vez que ella veía el arma?
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Si Cedeño se sacó el arma para guardarla, ¿cómo fue eso de que la joven la fue a tomar “y torpemente introdujo uno de sus dedos en el gatillo”, lo que provocó que el revólver se disparara y le diera un tiro, nada más y nada menos que en la sien, lo que le ocasionó la muerte instantánea? ¿Hubo un forcejeo por el arma? ¿El revólver estaba “martillado”, que se disparó tan fácilmente? ¿Continuaron adentro de la habitación la discusión que ya tenían desde el carro, según el administrador?
A todos esos hechos y dudas respecto a las declaraciones de Cedeño, cabe añadir un punto que queda muy confuso, al contrastar estas con el relato del administrador del hotel, Miguel Antonio Gómez: ¿con quién Cedeño habló el primero, luego de que sonara el disparo? ¿Con Gómez, como asegura este, que tomó el intercomunicador y escuchó una voz que le dijo “llámate a la Policía” y que luego Cedeño salió en su vehículo “como la jonda del diablo”? ¿Con el vigilante nocturno, de nombre Pedro Banks, a quien Cedeño dijo haber llamado, para que diera parte inmediata a la Policía? Este detalle parece indiferente, pero la forma en que los hechos fueron juzgados revelará su importancia. Al margen, procedimiento policial propio de la época: este “sereno” fue detenido en el Palacio de la Policía, según la misma nota que venimos citando.
¿Qué pasó después? Creo que vale la pena una segunda parte. Mientras, los dejo con la reseña que ha servido de fuente para los datos contenidos en este artículo.