Colaboración especial de Raquel Casares/Presidenta de la Asociación de Propietarios y Residentes de la Ciudad Colonial, (Aprecc)

Después de los teteos por Halloween el pasado 28 de octubre y el revuelo mediático por sus impactos nefastos (suciedad, ruidos, incivismo), me contactaron de un canal de televisión para hacerme una entrevista que aportara a una campaña para visibilizar que la Ciudad Colonial es un lugar habitado por personas. El productor me mandó un mensaje con la siguiente pregunta que debía responder: ¿Por qué mucha gente piensa que en la ciudad colonial viven fantasmas y quiénes realmente la habitan y por qué? Me sentí un poco extraña al leerla, ya que era la primera vez que me planteaba que la gente tuviera esa percepción del lugar que habito y el cuál considero mi hogar.

Le expliqué que, si alguien piensa que este es un lugar muerto, seguramente sería por desconocimiento de lo que es el centro histórico de Santo Domingo pues siempre me he rodeado de personas que tienen un vínculo afectivo con este espacio, aunque no vivan aquí, y poseen una gran comprensión de este. Me quedé en silencio y decidí incluir algo de contexto a la entrevista.

Área de juegos.

Le expliqué que se estima que en el kilómetro cuadrado de la Ciudad Colonial habitan unas 7,500 personas y que esta cifra ha ido mermando a lo largo de los años por diferentes razones, sobre las cuales no quise ahondar. Que hay personas cuyas familias han vivido aquí desde hace 200 años, lo que desde APRECC llamamos moradores originales, quienes se han dado muchos de los procesos históricos del país (como la Revolución de Abril o los años dorados de la calle El Conde) y se aferran a su territorio pese a los nuevos cambios y procesos de gentrificación, tomándolo con gran humildad y sabiduría como si fueran las rocas de los monumentos que observan el paso del tiempo. También le conté que la Ciudad Colonial es un lugar diverso desde el punto de vista socio económico.

Por último, le hablé de los extranjeros que también decidimos echar raíces aquí. Personas que llevamos décadas viviendo la Ciudad Colonial, y que elegimos este lugar porque es el espacio con mayor sentimiento de comunidad, donde al salir de casa al supermercado te encuentras con al menos cinco personas para saludar y con dos de ellas te paras a hablar por lo menos tres minutos. Le di mi testimonio, que llegué al país sola hace 17 años y que, en la Ciudad Colonial y en su vida cultural encontré amigos que hasta el día de hoy conservo. Incluyendo un marido y dos hijos dominicanos con quienes salgo todos los días a pasar y disfrutar de los parques. Pensé en esos elementos de la ¨dominicanidad¨ que se encuentran en la cotidianidad de la vida en la Ciudad Colonial, la cercanía, el interés por el otro, los buenos días y las buenas tardes, el ¨vecina, hace mucho que no la veía¨ o ¨ ¡Como van creciendo esos muchachos vecina! Esa forma de ser es precisamente lo que más le gusta al turista que nos visita y que nunca encontrará en algunos centros históricos que se han convertido en parques temáticos y hoy hacen esfuerzos por atraer de nuevo a los residentes que se fueron.

Los últimos años han sido agridulces para los residentes de la Ciudad Colonial. Dulces porque recibimos con alegría la inversión para revitalizar el sector y revalorizar nuestras propiedades, con el arreglo de las calles, museos y parques. Sin embargo, sentimos que el enfoque de desarrollo turístico deja de lado a los residentes y no los considera como el valor intangible que aportamos al concepto de patrimonio (que somos todos) haciendo de esta ciudad un lugar no sólo vivo, sino habitado.

Quienes habitamos aquí, hemos visto como nuestra calidad de vida se ha visto afectada por un ocio nocturno que ha cambiado y que nada tiene que ver con un turismo sostenible, y que se manifiesta en ruido, basura, exceso de tráfico vehicular, ocupación del espacio público y violación de normas por quien menos te lo esperas. Lo sucedido durante este Halloween fue un exceso, pero es lo que en menor escala sucede todos los fines de semana en algunas calles de la Ciudad Colonial y parques (basura, orines y ruido). Las autoridades que trabajan en centro histórico tampoco dan abasto con este desorden que aumenta exponencialmente con el paso del tiempo, parece que no existen los recursos humanos necesarios o las herramientas normativas para contenerlo.

Como ha comentado en varios artículos la periodista Inés Aizpun, este kilómetro cuadrado es el único sector realmente pensado a escala humana y turisteable de la ciudad, que podría ser un ejemplo para poner en práctica iniciativas de gestión de residuos, movilidad, seguridad o uso de los espacios públicos. Una oportunidad para que el centro histórico no sólo sea un referente para el país, sino para el mundo, un lugar genuino, habitado y bien gestionado, y no un lugar temático, fantasma y arrabalizado.

Lo que sucedió el pasado sábado, podrá tener causas estructurales globales y nacionales, pero hay que prestarle atención porque esto no sucedió de un día para otro ni en cualquier lugar. Es resultado de un proceso progresivo de proyección de la Ciudad Colonial como un espacio de recepción de masas y ocio nocturno en lugar de un espacio ejemplar para el turismo sostenible con un modelo de gobernanza y de gestión de la ciudad eficiente. Patrimonio somos todos, no sólo los monumentos, también las autoridades, los residentes, los comerciantes y los visitantes locales de la Ciudad Colonial, todos tenemos el compromiso de cuidarla y de hacerla un mejor lugar.

Sobre Aprecc

Aprecc es una Asociación sin Fines de Lucro, cuya misión es proteger los derechos de las personas que habitan la Ciudad Colonial y mejorar la calidad de vida en el sector participando en los procesos de desarrollo local y nacional.

En la actualidad nuestra membresía está compuesta por 90 personas residentes y propietarias de inmuebles para fines de vivienda, así como entidades de interés social y cultural.

Más información: apreccsd@gmail.com