No soy el mismo. Ni ya creo en los ismos. No importa su naturaleza redentora. Su afán de enderezar y desviar cauces hacia propósitos comunes. El buenismo, uno de los peores ismos, el que te hace tropezar más de una vez. No hay retornos ni atajos posibles. Ha llegado la hora de sentarse a ver el desfile de la carroña y los corderos.
Sin embargo, las leyendas cumplen fechas memorables. Amaury German Aristy, líder de Los Palmeros. Revolucionario es una leyenda de “sacrificio por la patria” con mayúsculas que merece reeditar esta crónica sobre su inmolación hace ya 52 años en el kilómetro 15 de la autopista Las Américas.
Equivocado o no, Amaury y “los muchachos” creyeron en un sistema político e ideológico que a estas alturas no representan un modelo a seguir para una buena parte de la Humanidad. Es justo y necesario ratificar esta afirmación pese a las ronchas que podría provocar.
Sin embargo, es justo también ratificar que Amaury murió con miles de estrellas en su frente y eso es una verdad como haber derrotado a Balaguer y sus generales desde una cueva frente al mar.
Aquí va mi crónica. Creo que rondaban las 4 de la tarde de ese 12 de enero de 1972 cuando nos enteramos sin poner mucha atención por la Noticia Viva de Radio Cristal que “los muchachos” libraban desde tempranas horas de la mañana una feroz batalla desigual contra una poderosísima alianza policiaco militar, allá, en el kilómetro 15 de la Autopista Las Américas, que ahora sería como decir un enfrentamiento militar frente a la playa de Juan Dolio. Pensar en el kilómetro 15 era pensar en lejanía, distancia, más allá los limites de una ciudad breve y atemorizada como la que existía en 1972.
“Los muchachos” Amaury Germán Aristy, Virgilio Perdomo Pérez, Ulises Cerón Polanco y Bienvenido Leal Prandy (La Chuta) enfrentaban un poder de fuego capaz de aniquilar en cuestión de horas a los denominados "asaltabancos” de Los Palmeros. Un poder de fuego para arrasar un sector de la capital en horas. Aire, mar y tierra lanzando fuego contra cuatro individuos.
“El muchacho" Amaury Germán Aristy, combatió –casi desde su infancia- contra Trujillo y luego a Balaguer. La foto de Amaury con 15 años empuñando un fusil en el edificio Copello en l 1965 es un referente histórico no solo en la República Dominicana sino también en América Latina.
Aquel 12 de enero, un grupo de chamaquitos jugábamos 21 en la cancha del barrio, mientras Amaury y "los muchachos" se inmolaban para que supuestamente disfrutáramos de un país mejor. Total, ahora pienso que tanto sacrificio que nos permitió seguir vivos bajo un estado de derecho. Aunque un diablito me dice que sus muertes no sirvieron de nada. Para muestras, el azote de las nuevas generaciones políticas lo confirma, una y otra vez.
El mundo y las sociedades de hoy son tan complejas que los 70 nos parecen estadios de la historia pertenecientes a otro planeta.
La excitación del juego nos distraía de lo que pasaba en el kilómetro 15 de Las Américas.
Ahora que lo pienso no sé quién llevó la radio a una cancha de baloncesto y menos para escuchar un noticiero radial. Pero ahí estaba la noticia viva de Radio Cristal reportando cada minuto los feroces combates que estremecían el kilómetro 15, la ciudad y el país.
Poco a poco dejamos de jugar y nos llamó la atención los reportes sobre el tableteo de las ametralladoras, los gritos de los soldados y el anuncio del reportero sobre la llegada de más refuerzos militares ordenados por generales que nunca en su vida habían puesto un pie en un campo de batalla. Matar y robar, eso sí, con mucha alevosía y odio ante todo lo que oliera a juventud.
Al atardecer, el "muchacho" Amaury cayó abatido en una cueva del kilómetro 15 de Las Américas. Mi madre salió corriendo a la cancha a buscar a su muchachito, o sea , yo. Me encuentra y jala por una oreja. "Camina, muchacho del carajo, vámonos para la casa mataron a Amaury y anunciaron toque de queda, ¡Camina! Ahora no recuerdo si el que llevó la radio lo abandonó en la cancha
La noche se hizo espesa. Encima de los techos sobrevolaban helicópteros que iluminaban las calles desiertas. No recuerdo si llovía. Militares y policías en cada esquina. Mucho silencio.
Lo único que llegué a pensar , como niño al fin, es que los muchachos más grandes que yo no iban a jugar por la noche. La cancha estaba cerrada porque Amaury había muerto.