Del ministro de Turismo no salió la presunta intención del gobierno de eliminar los incentivos fiscales del sector turístico. El sí ha tenido que ver con la creciente recuperación de los flujos de visitantes extranjeros, aunque el mayor mérito sea de la campaña de vacunación que está devolviendo la confianza al mercado turístico. Movido por ese relativo éxito el ministro ahora ha enfilado sus cañones hacia la conquista del PRM en clara demostración de sus aspiraciones presidenciales. Pero ese proselitismo no tendría futuro a menos que, con logros contundentes respecto a los otros grandes problemas sectoriales, pueda conquistar a las mayorías.
El proselitismo partidario en esa posición tiene muchos precedentes. Fello Subervi, Andrés Vanderhorst, Jorge Elías, Felucho Jiménez y Francisco Javier García eran prominentes dirigentes políticos y se manejaron en el cargo priorizando sus respectivos intereses partidarios (Víctor Cabral, Ellis Pérez y Fernando Rainieri nunca tuvieron una afiliación partidista). De ahí que no sorprende lo de Collado: “Los que se equivocan y creen que yo soy un dirigente del empresariado, qué equivocados están, qué equivocados están tengo 20 años dándole la cara a la dirigencia del partido y no importa que sea ministro aquí estoy con mi gente”. Prometió así hacer un levantamiento de perremeistas desempleados para nombrarlos en el gobierno antes de diciembre.
Conquistar la aureola luminosa del éxito turístico no será posible solo en base a una recuperación centrada en el apoyo a los empresarios. La pandemia amaina y pronto los agentes económicos no estarán inclinados a rendir pleitesía porque, con la recuperación, desaparece la necesidad. Mas aun, los inversionistas hoteleros, la mayoría de ellos extranjeros, podrían sentirse resentidos con la quita de los incentivos. Por eso cambiar la percepción de que solo atiende a los empresarios requiere un giro. Para no ser percibido como un acolito de ellos y de la elite económica, el trabajo político de Collado tendrá entonces que favorecer a los intereses colectivos para que la población tome en cuenta los logros que concretice en lo que resta de su incumbencia. Deberá realizar ingentes esfuerzos para no defraudar trabajando la siguiente docena de desafíos sectoriales.
Para librarse de la imagen empresarial que se le imputa puede comenzar con adoptar al proyecto de desarrollo turístico de Pedernales como su principal prioridad. Hace ya 14 meses que el presidente Abinader prometió ese proyecto para redimir la región más pobre del país y, a juzgar por los reportes de prensa, esta tan empantanado que no podría vislumbrarse su concreción en lo que resta el periodo de gobierno. El ministro debe ocuparse de que por lo menos un par de cadenas hoteleras anuncien públicamente su intención de invertir en los hoteles que se ubicarían en Cabo Rojo (o, en su defecto, en Bahía de las Águilas). Las obras viales emprendidas no son suficientes.
De especial interés para la salud ambiental del país y del mismo sector turístico, el ministro debe emplearse a fondo para confrontar el grave problema del agotamiento del acuífero del este. Como consecuencia de la masiva extracción de agua del subsuelo que hacen los hoteles la penetración salina ya se ha reportado hasta 14 kilómetros de la costa. El presidente Abinader recientemente alertó a la necesidad de que los hoteleros vayan pensando en la desalinización como fuente alternativa del recurso agua. Al ministro le toca gestionar eso para que la comunidad ambientalista crea que su visión es ilustrada sobre la importancia de los recursos naturales para el turismo.
Asimismo, al ministro le toca diligenciar un proyecto de puesta en valor y desarrollo, preferiblemente con financiamiento del BID, de las 15 principales áreas protegidas del país. Se requiere que ese proyecto cree facilidades tales como senderos, centros de visitantes, servicios de guías y planes de desarrollo, con el aprovechamiento turístico como meta principal. El BID ha financiado varios proyectos de este tipo en algunos países de América Latina y no se explica como nosotros, siendo el turismo nuestro principal sector económico, no hayamos procurado esa ayudantía.
En Santo Domingo al ministro le retan dos proyectos que esperan rápida acción. El primero se refiere a los cruceros en Sans Souci, ya que no se explica cómo nuestra capital no atrae tantos cruceros como lo hacen San Juan, Bahamas, San Martín o Cozumel. (Aun sin el proyecto empantanado de ITSS el ministro podría habilitar la playa de Sans Souci para el disfrute del pueblo llano). El otro proyecto que requiere una diligente gestión es el del Centro de Convenciones. Aunque la virtualidad ha disminuido su importancia, los grandes eventos presenciales continuaran demandando este tipo de facilidad. Apena que por falta de gestión no se haya concretado este sueño de años, ya que dinamizaría sustancialmente la economía de la ciudad.
Por otra parte, la Ciudad Colonial esta también en ansiosa espera de que se inicien los trabajos del segundo proyecto a ser financiado por el BID. El MITUR lo tiene a su cargo, pero parece no poder desenredar la madeja de otras jurisdicciones institucionales para ejecutar el proyecto en armonía. Al ministro le compete propiciar la creación de un municipio especial que permita una gobernanza efectiva de ese centro histórico, por lo demás un atractivo turístico de enorme importancia.
Como rector de CORPHOTELS, al ministro le toca poner en venta los hoteles del estado. Un reciente reportaje de Alicia Ortega puso de relieve que dichos hoteles son ejemplos vergonzosos de las canonjías y privilegios que otorga la clase política a su clientela política, amén de que en una economía de mercado con más de 500 hoteles privados resulta contraproducente que el estado conserve esas propiedades. Con lo que esa venta produzca el ministro podría llevar a cabo un proyecto de remozamiento y desarrollo de Najayo y Palenque, tesoros playeros que descongestionarían a Boca Chica. El pueblo llano se sentiría muy complacido con esa intervención.
Por otra parte, al MITUR le toca importantizar la bachata como atractivo turístico. Existiendo más de cien festivales y múltiples escuelas de bachata diseminadas por el mundo –incluyendo congresos mundiales de bachata en Madrid, Kuala Lumpur y Shanghái—resulta en un tremendo desperdicio que no hayamos comenzado a usar la bachata como herramienta de nuestra promoción turística internacional. Un ministro que tome ese toro por los cuernos y celebre anualmente un festival internacional en Punta Cana, Puerto Plata o en Santo Domingo generaría grandes simpatías del pueblo llano y acrecentaría el flujo de visitantes extranjeros.
En materia de promoción internacional el ministro ha logrado deshacerse de las entidades que por muchos años han estado a su cargo en Miami y Madrid. Con ello ahorró cientos de millones de pesos y se licitan ahora nuevos contratos. Pero parece que la promesa de crear un fideicomiso con el sector privado para el manejo de esta importante actividad ha caído en el saco del olvido, a pesar de haber sido una promesa de campaña. El enorme gasto que hace el MITUR en promoción –unos US$75 millones según el ministro—es a todas luces excesivo e innecesario. Y eso justifica que se abrace nuevamente el proyecto del fideicomiso.
En materia de planificación –una tarea que no gusta a los ministros porque lo electoral los hace proclives a lo inmediato– urge acometer el proyecto de “destino turístico inteligente”. Esto debe hacerse con la asesoría de SEGITTUR de España y debe incluir la transformación digital del sector turístico. Especial atención deberá centrarse en 1) el plan anual de mercadeo y promoción, 2) el sistema de evaluación del impacto de la promoción, y 3) la profesionalización del personal del MITUR. El plan debe priorizar el estímulo a las actividades que contribuyan a la derrama económica, propiciando que el todo incluido incorpore las experiencias auténticas fuera del hotel.
Finalmente, las políticas públicas del sector deben favorecer principalmente a la población y el ministro debe, en conjunto con la DGII, realizar auditorias e inspecciones a fin de asegurar que todo lo recaudado por la propina obligatoria le sea repartido honestamente a los empleados de los establecimientos turísticos. Los trabajadores del sector serán así su mejor aliado en la promoción de sus aspiraciones presidenciales porque sentirán que no apoya solo a los empresarios. Sin ese giro de imagen el ministro podrá cultivar a los perremeistas cuanto desee, pero eso no será suficiente.