Ahora que el gobierno estudia los planes existentes para el desarrollo turístico de Pedernales conviene aportar razones que justifiquen la erección de la infraestructura hotelera en Bahía de las Águilas. La principal es que hasta ahora los inversionistas potenciales no han mostrado interés en Cabo Rojo y, por ende, sería demasiado riesgoso para el Estado invertir ahí en hoteles. Si aparecieran podríamos dejar a Bahía tranquila. Pero el pasado nos da pistas y Bahía parece ser la alternativa más realista. Cumpliendo con los ODS de Naciones Unidas, hacer de ese ecosistema un modelo de parque turístico de clase mundial resolvería el dilema.
Como se sabe que el ecosistema de todo ese litoral es delicado, el reto es el de armonizar el desarrollo hotelero con la conservación de la naturaleza. La literatura sobre el tema es voluminosa y las tecnologías requeridas son cada vez más numerosas y más efectivas. A pesar de la fragilidad del ecosistema de Bahía, su explotación hotelera es posible con ciertas inversiones que lo protejan y una regulación ambiental efectiva. Una revisión de ciertos parámetros del ecosistema, del desarrollo del sitio, del diseño de las edificaciones y de otras medidas de conservación demuestran claramente que eso es posible y hasta deseable.
Son tres los principales rasgos del ecosistema que habría que proteger. El primero es el anidamiento de las tortugas, el segundo la salvaguarda de las praderas marinas y el tercero la posible erosión de la playa. El desove de las tortugas e iguanas sucede en los dos kilómetros más al sur durante los meses de verano. La solución es cerrar ese tramo de la playa en esos meses y no permitir luces nocturnas en los alrededores. Para proteger los huevos de los depredadores el Ministerio Ambiente los recoge y los lleva a un banco de incubadoras que opera en la Laguna de Oviedo. Los hoteles añadirían una estación de reproducción en Bahía que opere como una atracción turística y genere ingresos para la conservación. Las iguanas y la rana azul desovan al norte de Bahía y su hábitat podría ser fácilmente protegido con una prohibición de la visitación.
Las fosas marinas frente al litoral de Cabo Rojo y Bahía son un rico hábitat de pastos marinos y corales que sirve de alimento y refugio a tortugas, peces y moluscos. Las aguas residuales y sedimentos podrían acabar con el hábitat. Pero existe ya una tecnología para el tratamiento de las aguas residuales que las descontamina en un 90%. Un emisor marino vertería las aguas tratadas en alta mar, a 5 millas de la playa. Los hoteles, por su parte, cumplirían una estricta normativa para disponer de otros sedimentos transportándolos a vertederos lejanos o usándolos como abono. También podrían crear viveros submarinos para reforzar los corales (como hacen en Bayahibe).
Protegiendo los corales se asegura un suministro de arena para contrarrestar la erosión de la playa. Pero eso es un remedio de muy largo plazo. Lo preferible sería que las edificaciones hoteleras se ubicaran sobre el enorme farallón que discurre hacia el interior y paralelo a la playa a una distancia de 300-500 metros. Ubicando los alojamientos en el tramo más próximo a La Cueva no solo se prevendría la erosión, sino que también permitiría proteger la vegetación adyacente a la playa y complementarla con otro tipo de arborización más amigable y frondosa que la actual. Todo dependerá, por supuesto, del tipo de edificaciones que serían permitidas en función de la capacidad de carga de la playa, lo cual estaría sujeto a las densidades de construcción más compatibles con los objetivos de conservación.
Sobre los hoteles mismos es mucho lo que puede hacerse para el logro de esos objetivos. Los llamados “hoteles verdes” pueden ofrecer una opción válida. Estos adoptan el reciclaje como un mantra y en algunos las paredes exteriores son revestidas con plantas. Pero lo que determinaría si las moles al estilo Bávaro serian deseables sería el análisis del entorno playero, en sus 7 kms de extensión, en función de los objetivos de conservación. Existen otras tipologías hoteleras que como los “ecolodges” podrían ser una alternativa preferible. Mucho dependerá de la visión global que se adopte sobre toda el área/destino, incluyendo la definición del segmento de mercado al cual serían dirigidas las edificaciones. No es lo mismo una clientela de masas que una de lujo.
Por otro lado, “el 75% de los impactos ambientales de los hoteles pueden estar directamente relacionados con el consumo excesivo, incluido el consumo de energía. La instalación de tecnologías energéticamente eficientes, como electrodomésticos, iluminación y sistemas de calefacción y refrigeración, puede marcar la diferencia tanto para el medio ambiente como para los resultados del hotel.” La Isla Beata, a solo 7 kms de tierra firme, tiene el mejor régimen de vientos del país y, en consecuencia, podría albergar un parque eólico que supliera la electricidad requerida. También la tecnología de conversión termal del agua del océano (OTEC, en inglés) podría usarse al existir una profundidad de más de un kilómetro frente a la laguna de Oviedo.
Con relación al agua a ser usada en el proyecto existe gran controversia. Unos dicen que hay suficiente en manantiales de los alrededores, mientras otros aseguran lo contrario. (Con el Rio Mulito no se puede contar y la pluviosidad del área es de solo 1,200 mm al año.) La solución sería entonces una gran planta desalinizadora que con las nuevas tecnologías en ese campo no sería una inversión imposible. Si eventualmente se desarrollara un campo de golf en el área este se mojaría con las aguas tratadas. Y las lavadoras de bajo consumo de agua pueden ahorrar hasta un 80% del uso de agua. Son muchas las medidas de conservación que no se citan aquí por falta de espacio, pero que deben considerarse en la conceptualización del proyecto para blindar el ecosistema..
Existen ya cientos de “hoteles ecológicos” en el mundo que hacen de la conservación de su medio ambiente su marca comercial. “La industria hotelera se lucra de atractivos turísticos que son, en su mayoría, recursos naturales, por lo que actualmente son más los establecimientos que están interesados en impactar el ambiente de la menor forma posible. Los turistas conscientes que buscan establecimientos hoteleros que respeten su entorno también van en ascenso. Estos visitantes desean quedarse en sitios con energías renovables, consumo responsable de agua, que respeten la cultura local y que utilicen materiales reciclables.” Los hoteles del Parque Turistico de Bahía de las Águilas deberán, por sus medidas de conservación, liderar esa revolución.
Mientras no aparezcan los inversionistas que quieran invertir en Cabo Rojo sería aconsejable pensarlo como la estación de apoyo de Bahía. El lugar podría albergar almacenes, centros comerciales y otras facilidades físicas. También con una remodelación su muelle podría servir a cruceros y yates y en Bahia Honda se puede desarrollar una marina. Su aeródromo debe permanecer domestico (y no se explica cómo, habiendo el presidente Abinader prometido la construcción de un aeropuerto, se anuncie ahora que harán otro remozamiento de este). Y antes que nada se deberá examinar con lupa la alternativa de usar el de Barahona. La construcción de una carretera que lo ponga a menos de una hora de distancia sería preferible por los beneficios que traería a las dos provincias, siendo Barahona un centro ideal de suministro.
Algunos ambientalistas admiten calladamente que no existen razones para que una base hotelera no pueda desarrollarse en Bahía. Ven con aprehensión esa posibilidad por el temor de que las instituciones encargadas de aplicar las normativas ambientales no lo hagan rigurosamente. (De ahí surge su preferencia por la ubicación de Cabo Rojo para los hoteles). Pero si el problema es institucional no debe confundirse a la opinión pública con el argumento de que el ecosistema de Bahía es intocable. Lo responsable es que la comunidad ambientalista participe en el diseño de un proyecto en Bahía que sea un modelo de conservación y turismo para el mundo. El monitoreo ambiental podría comisionarse a ong ambientalistas internacionales.