Afortunadamente, un puñado de fieros ambientalistas mantiene un alto nivel de alerta sobre el uso de nuestros recursos naturales. Su mayor atención está centrada en la conservación del 25% del territorio nacional designado como área protegida. Pero en algunos casos su diligente vigilancia y extrema sensibilidad impide, con dudosa justificación, el desarrollo sostenible del sector turístico. Su tajante oposición a la construcción de infraestructuras hoteleras en Bahía de las Águilas, por ejemplo, resulta cuestionable al existir ya tecnologías para garantizar su adecuada conservación. Un análisis riguroso sugiere que Cabo Rojo no es necesariamente el mejor sitio para eso.

El prístino ecosistema de Bahía es “uno de los últimos refugios de fauna y flora costero-marina con que cuenta la República Dominicana”. Algunos ambientalistas lo califican como el más frágil de toda la región del Caribe. En un simposio del 2002 patrocinado por el Consorcio Ambiental Dominicano y el INTEC, la destacada bióloga Yolanda Leon presentó una ponencia titulada “Conservación Ambiental en Bahía de las Águilas” donde se identifican los recursos naturales de su entorno. Pasados 19 años de sus recomendaciones en ese apto resumen se comprueba que las normativas y las tecnologías pueden asistir eficazmente en la conservación. Y pueden inclusive mejorarlos en vez de traicionarlos.

Leon identifica los recursos en juego como “fauna amenazada, hábitats marinos, playa, y pesca”. En cuanto a la fauna se identifican a las especies amenazadas de tortugas marinas (carey, tinglar, verde) y al manatí. “Las playas de Bahía sirven de lugar de anidamiento a careyes y tinglares, mientras que sus arrecifes y pastos marinos sirven de hábitat de crecimiento y alimentación a las tortugas verdes y muy particularmente a los careyes.” El carey esta críticamente amenazado y el área de Cabo Rojo concentra una de las mas densas poblaciones de juveniles de esa especie en el mundo. El también amenazado manatí, se alimenta “allí de los abundantes pastos marinos, y beben agua dulce en los manantiales submarinos”.

Los hábitats referidos no incluyen a los terrestres y se limitan a los marinos que contienen praderas de pastos marinos y arrecifes. “En el área de Bahía se encuentran algunos de los arrecifes de coral más extensos, hermosos y diversos” “incluyendo veriles, arrecifes de parche y de franja”. Tanto los peces, las tortugas y moluscos se alimentan en ese hábitat, el cual es muy vulnerable a cualquier contaminación por encontrarse a escasa distancia de la costa. “Los sedimentos, el excesivo aporte de nutrientes de aguas servidas o cualquier otro tipo de contaminación serían fatales para los mismos.” Además, el Grupo Jaragua ha señalado, que “el Área Municipal Protegida Humedales de Cabo Rojo, dada su gran importancia para las aves acuáticas y migratorias, debe ser respetada.”

En cuanto a la playa, su belleza no requiere mas exaltación. Sus blanquísimas arenas son producto de los arrecifes circundantes: “De morir los arrecifes, también, se vería afectada la única fuente de arena de la playa, de ahí la importancia de su preservación. Cuando hay marejadas o tormentas estas playas sufren erosión y cualquier construcción mal ubicada puede contribuir a que la cambiante morfología de la playa no disipe la energía del oleaje adecuadamente. La proximidad de grandes fosas marinas plantea la posibilidad de que los movimientos marinos hagan que la arena caiga en ellas, por lo cual hay que preservar los pastos marinos, los arrecifes y la vegetación de la playa que lo impide.” La playa de Bahía sirve para el anidamiento de tortugas e iguanas, especialmente en los dos kilómetros mas al sur donde desovan durante los meses de verano.

Leon señala que la pesca en el área se ha practicado desde hace más de 50 años (ahora unos 70). “Se continúa practicando de una manera artesanal, es decir, a pequeña escala, y constituye una de las principales actividades económicas de toda la provincia. De hecho, la zona de Jaragua sustenta a la mayor pesquería de langosta del país, y a una de las mayores de lambí. Y es precisamente en el área ubicada entre Cabo Rojo y Bahía donde se encuentra el principal centro de acopio pesquero de todo el Parque Jaragua, incluyendo la isla Beata, y varios campamentos pesqueros que no cuentan con vías de acceso terrestres.”

De lo anterior se desprende que las dos amenazas más importantes al ecosistema del lugar son las de la fauna y de los hábitats marinos. Pero cuando se elaboró la ponencia de Leon todavía el Ministerio Ambiente no había, frente a su depredación por sus alegadas propiedades afrodisiacas, adoptado la práctica de recoger los huevos de las tortugas para incubarlos en su banco de incubadoras de la Laguna de Oviedo. Esta práctica tiene más de una década y podría continuar ininterrumpida. Esa medida sería acompañada por un cierre vigilado de los dos kilómetros donde desovan las tortugas durante el verano, como se hace en otros países.

Hace años que muchos países han adoptado medidas para armonizar el desarrollo turístico con la conservación de las tortugas. Estas incluyen desde lo que ya estamos haciendo aquí hasta la creación de criaderos para devolver al mar millones de neonatos que emergen de los nidos playeros, con lo cual se está revirtiendo la tendencia a su extinción. Son muchas las organizaciones públicas y privadas que ayudan en esto y hasta empresas hoteleras tienen sus propios proyectos. Algunos de los criaderos generan ingresos porque se convierten en atracción turística. Algo similar podría hacerse con los manatíes, pero reportes recientes indican que estos animales están desapareciendo de las costas dominicanas (quedando solo unos 70 individuos).

Por otro lado, son innegables los posibles impactos negativos que podrían darse contra los hábitats marinos. Leon señala que la principal amenaza seria la de las aguas residuales que emitirían las instalaciones hoteleras. Ella misma, sin embargo, admite que tal problema puede conjurarse con una depuración efectiva para eliminar los contaminantes antes de verterlas en alta mar mediante un emisor submarino de varias millas de longitud. Ya existen plantas que reducen la contaminación en hasta un 90%, permitiendo el uso del agua tratada en la agricultura. Cuando Leon escribió su ponencia hace 19 años estas tecnologías no estaban tan avanzadas.

La amenaza a la playa, por su parte, vendría dada por la erosión que podría ser causada por el abatimiento de los corales y el movimiento de la arena, esto ultimo causado si la vegetación de la playa se estropea o se limpia la arena de manera inadecuada. Pero todo eso ya es posible evitar. Los corales pueden ser no solo protegidos sino multiplicados con los viveros y la jardinería de corales que está siendo desarrollada en otros enclaves turísticos del país (p. ej. Bayahibe) y los proyectos de protección como los de ReefCheck. El manejo idóneo de la vegetación y de la playa se asegura con una normativa que se aplique rigurosamente.

En cuanto a la pesca es poco lo que un desarrollo hotelero la afectaría. Pedernales ha venido supliendo la demanda de los hoteles del este, pero su producción es muy limitada comparada con la de nuestra costa norte. El grueso de los pescados y mariscos que consumen los hoteles es importado de países tales como Tailandia, Filipinas y Vietnam. De cualquier modo, ya la acuacultura permite acrecentar la producción más allá de lo que el hábitat natural hace posible.

Mas relevante a la decisión de confinar los hoteles en Cabo Rojo es la conectividad de los hábitats marinos en toda la costa de la provincia un aspecto que los ambientalistas no parecen haber tomado en cuenta. Si el hábitat de esa playa es similar al que existe en Bahía y la distancia entre uno y otro es de apenas un par de kilómetros es seguro que lo que pase en la primera playa pasara en la segunda, aun si esta no es usada para plantar hoteles en ella. Pero además la foto adjunta muestra que de hecho los hábitats están unidos u adyacentes. Y si la concentración de juveniles de carey frente a Cabo Rojo es la más densa del mundo resultaría contraproducente preferir a esta playa en vez de Bahía. También el Banco Mundial ha reportado que el 75% de los corales del Caribe está en riesgo de desaparecer por efecto del cambio climático y habría que inspeccionar los del área para ver en qué medida quedarían exentos sin una reproducción asistida. De ahí que la preferencia por Cabo Rojo para el desarrollo hotelero no parece tener asidero lógico. 

Si queremos captar inversionistas para desarrollar el turismo en la región más pobre del país, entonces, tendremos que reexaminar este asunto. Lo que se ha reportado hasta ahora es el interés de inversionistas extranjeros en plantar hoteles en Bahía, sean las infraestructuras hoteleras livianas o no. El doble desafío es decidir si permitimos ese desarrollo en Bahía y si deben ser livianas las construcciones. Hay serios cuestionamientos sobre lo aconsejable de limitar el desarrollo al turismo ecológico, habiendo el MITUR determinado, en su POTT del 2012, que el turismo de naturaleza es el segmento correcto.