El populoso barrio Las Cañitas, que al crecer generó los actuales barrios Simón Bolívar, 24 de Abril y el propiamente Las Cañitas, parte de Capotillo, El Aljibe y La Zurza,  se originó en el lugar que ocupaban extensos cañaverales conocidos como la caña de Pipí.

Estos predios, localizados al norte de la ciudad de Santo Domingo, se extendían hacia el  noreste y el noroeste a partir del vértice que formaba la unión de las avenidas Albert Thomas y Nicolás de Ovando, hasta la confluencia de los ríos Ozama e Isabela en su ribera oriental, punto  llamado Los Tres Brazos en la ribera occidental. Eran propiedad de Romeo Amable Trujillo Molina, hermano del dictador Rafael Leónidas Trujillo Molina; de ahí la denominación popular de la caña de Pipí con que era conocido el sector durante los primeros años de la década de 1960.

El 20 de noviembre de 1961, tras la huida de los remanentes de la familia Trujillo empujados por  la maniobra punitiva dirigida por el general Pedro Rafael Ramón Rodríguez Echavarría y la intervención indirectade la flota naval de los Estados Unidos posicionada frente a la Capital (incluyendo un portaviones) en apoyo a la continuación de Joaquín Balaguer en la presidencia, se inició el saqueo a escala nacional de muchas propiedades de los Trujillo.

Esta justa acción popular incluyó bienes muebles e inmuebles, además de ganado, aunque nadie se atrevió o se le ocurrió incursionar en las empresas; tal vez la gente ni sabía que negocios como La Manicera, Dominican Motors, Quisqueya Motors, la fábrica de clavos, Atlas Comercial, la fábrica de baterías, los ingenios, la corporación eléctrica, la procesadora de leche, La Chocolatera  y muchos otros, eran de los Trujillo o sus allegados y adláteres.

El caso es que “las turbas”, como se le llamó a las masas enardecidas, solo se dedicaron a saquear casas y fincas.

En cuanto a la caña de Pipí, al comienzo lo único que hizo la gente fue cortar cañapara comer; las plantaciones quedaron totalmente arrasadas.

Mi hermana Marianela y yo, todavía niños, que residíamos en el ensanche Luperón a apenas cuatro o cinco cuadras de los cañaverales,  acarreamos a casa decenas de trozos de la gramínea, cortada por personas adultas y que pasamos varios días moliendo  y comiendo.

Posteriormente, iluminado por  la repentina libertad, a alguien se le habrá ocurrido plantar en aquel lugar cuatro horcones, rodearlos de tablas y ponerles un techo. Sería la primera casa de Las Cañitas.

A continuación, ese enclave, favorecido por dos excelentes avenidas, hacia el este la Albert Thomas y al oeste la  Nicolás de Ovando, una ruta de autobuses (la ruta B), la cercanía del hospital Moscoso Puello, la avenida Duarte  y el mercado Nuevo, experimentó unaprogresión  vertiginosa.

Cuatro años después albergaría miles de familias y hoy, a 52 años de aquel humilde comienzo, se halla prácticamente en el centro geográfico de una pujante metrópolis de 3 millones de habitantes.

De lo que no tengo idea es de cómo los residentes de esos barrios que en 1961 eran cañaverales, tierras baldías, montes y culebras, obtuvieron títulos de propiedad. Digo, aquellos que los han podido obtener.