“El problema en mi vida y en el de otras personas no es la ausencia de saber qué hacer, sino la ausencia de hacerlo”. (Peter Drucker).
El ejercicio de una loable y significativa gestión de la Administración Pública constituye uno de los pilares fundamentales de un Estado moderno. La Administración Pública es al Estado moderno lo que los partidos políticos son a la democracia y la familia a la sociedad. Dicho de una manera meridiana, la Administración Pública es al Estado lo que la educación es al desarrollo de la sociedad y a la formación del capital humano.
La Administración como soporte nodal a un Estado es y constituye el signo del grado de desarrollo y modernidad de una sociedad. Ella coadyuva a la articulación en el Estado de lo que debería ser la sinergia institucional del capital humano. A través de la Administración Pública debería concurrir lo mejor del talento humano en cada área, en cada institución que convergen en lo concreto a un verdadero Estado.
La Administración Pública bosquejada en la enorme sombrilla de la Ley 41-08 (Ley de Función Pública) tiene varios principios imbricados en el Artículo 3, tales como:
- Mérito personal: Tanto el ingreso a la función pública de carrera como su ascenso dentro de ésta debe basarse en el mérito personal del ciudadano, demostrado en concursos internos y externos, la evaluación de su desempeño y otros instrumentos de calificación.
- Igualdad de acceso a la función pública: Derecho universal de acceder a los cargos y a las oportunidades de la función pública sin otro criterio que el mérito personal y sin discriminación de género, discapacidad o de otra índole.
- Estabilidad en los cargos de carrera: Permanencia del servidor público de carrera, garantizada por el Estado, siempre que su desempeño se ajuste a la eficiencia y a los requerimientos éticos y disciplinarios del sistema.
- Equidad retributiva: Prescribe el principio universal que a trabajo igual, en idénticas condiciones de capacidad, desempeño o antigüedad, corresponde siempre igual remuneración, cualquiera que sea las personas que lo realicen.
- Flexibilidad organizacional: Potestad reconocida del Estado empleador de variar las condiciones de trabajo por interés institucional.
- Irrenunciabilidad: Los derechos y prerrogativas que la presente ley reconoce a los servidores públicos son irrenunciables.
- Tutela Judicial: Reconoce la facultad del servidor público lesionado de recurrir ante la jurisdicción contencioso-administrativa en demanda de protección, como parte de los derechos consagrados según lo dispuesto por la presente ley.
Existe toda una plataforma normativa, jurídica, que ampara a la Administración Pública como lo es la Ley 107-13 cuyo eje principal es el establecimiento de las relaciones de la persona con la Administración Pública. Están ahí, sin embargo, todavía prevalece en el Siglo XXI el despojo político y una verdadera falencia en el cumplimiento de las mismas. Los principios de la Administración Pública no existen en la praxis social.
La ausencia del cumplimiento de manera clara y contundente, la anomia institucional, lleva de manera recurrente y acrecentada al clientelismo, nepotismo y a la inefectividad en el proceso de Reclutamiento y Selección de Personal, dado que los concursos como fuente primordial de la meritocracia no ocurren en la sociedad dominicana. La debilidad de la Administración Pública, a pesar de sus leyes, producto en gran medida del hiperpresidencialismo que trunca con la falta de voluntad política el buen desempeño y la calidad de la misma, hace que el costo sea más pronunciado para el conjunto de la sociedad.
La falta de igualdad de oportunidades impide que tengamos en los puestos los mejores de la sociedad. Anula la posibilidad de tener los mejores entre los mejores. Además, desde la Administración Pública no debería aplicase la discrecionalidad, la discriminación y el nepotismo tan visceral que hoy tenemos. Cuando no se hace así, la mediocridad es la norma en todo el tejido organizacional del Estado. Es la ausencia de la protocracia que es gobernar la democracia con los más talentosos, con los más competitivos.
La Administración Pública es un eje transversal a la presencia de un Estado moderno. Ello así porque con el talento seleccionado permea la eficiencia, la eficacia, la calidad de los servicios a la población. Y reduce en gran medida el costo de la pequeña corrupción. La Administración Pública eficiente, eficaz, favorece de manera extraordinaria a la calidad de la democracia; es por así decirlo, la antesala de la construcción de la democracia en sus valores.
La Administración, bien llevada y mejor orquestada, facilita el crecimiento del capital social, dada la interactuación positiva como puente con la ciudadanía generando más confianza. Esa confianza se convierte en un círculo virtuoso que potencia y catapulta más cohesión social, mejor contrato social. La Administración Pública nos indica los niveles de desarrollo institucional de una sociedad, su grado de integración, así como el concierto del rol de todos los actores. Ella repercute en el impacto económico de una sociedad cuando se tiene el talento humano adecuado en calidad y en cantidad. Es un importante componente en la calidad del gasto público cuando se lleva a cabo profesionalmente.
Actualmente, según el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) en nuestro país se pierde el 3.8% del PIB por dispendio, distorsiones, malversaciones. Eso equivale a RD$167,000 mil millones de pesos, con lo que podríamos construir más de 200,000 viviendas para los sectores más excluidos y vulnerables del tejido social dominicano o resolver toda la problemática del agua con los más de 100 acueductos que se necesitan en el territorio nacional en municipios, parajes y secciones.
La Administración Pública si se llevara a cabo como ente de la superestructura del Estado, haría de nuestra sociedad más fluida, más expedita, para alcanzar una sincronización entre el crecimiento económico y el desarrollo. Pautaría, guiaría un mejor alcance social dada la estrecha relación que se deriva, dimana entre la democracia y sus dimensiones. Verbigracia: en una democracia de mediana intensidad no es posible constatar ver a un presidente nombrando jefes de campaña a ministros y directores generales. En una dimensión de democracia media institucional no es dable este sacrilegio, como no lo es que el ejecutivo de la Cámara de Cuentas gane R$423,000.00 cuando en la Ley de Regulación Salarial, 105-13 estipula un máximo de techo de R$350,000.00 según el Artículo 12 contenido en ella. Como tampoco sería posible que un chofer gane RD$75,000.00, RD$90,000.00 en la Administración Pública cuando el sueldo mínimo, hasta el mes de abril, era de R$5,117.00 y ahora es de R$10,000.00.
Una eficiente y eficaz Administración Pública sería un verdadero agente de socialización y resocialización para un país como el nuestro, dado que los empleados de la esfera pública son el 9.3% de los electores del país del padrón electoral. El cómo se le encauce, se desarrolle, motive, repercute en la familia, en la comunidad y en las relaciones cotidianas. Una buena gobernanza desde la gestión pública penetra en los poros de la legitimidad política. La Administración Pública es en la praxis, la manera de representar las necesidades de los ciudadanos. Es la manera de como los actores políticos nos representan y canalizan nuestras condiciones de existencia como vehículo de construcción de espacios institucionales, instrumentalizados para el bienestar de la gente. Si en la Administración Pública medra lo peor, los compañeritos de la base, la nominilla, se produce la ruptura subjetiva del ciudadano con el Estado.
La Administración Pública es uno de los pilares de las responsabilidades del sector público que hacen posible la creación de bienes públicos que neutralizan los fallos del mercado y al mismo tiempo, generan las necesarias regulaciones para dar servicios con más calidad y a menor costo. El bienestar y el nivel de vida no pueden entenderse si no hay una eficiente y eficaz Administración Pública como fuerza expansiva, que brota y se expresa en todas las externalidades del cuerpo social.
Es pertinente y adecuado recordar, como nos dijo el más grande maestro de la Gerencia Moderna del Siglo XX, Peter Drucker “lo que se mide, se mejora” o como abundaba más adelante “hacer la cosa correcta es más importante que hacer algo correctamente”.