El Procurador General de la República, Francisco Domínguez Brito, puso el dedo en la llaga cuando recién cuestionó el hecho de que los grandes “desfalcos y crímenes” que se cometen en el país ya no se hacen para comer, sino para “mantener tres amantes y a cada una ponerle un apartamento de 10 millones de pesos,” y son cometidos por quienes no les falta el dinero.

El funcionario judicial sabe que para nadie es un secreto que el delito de corrupción se oculta entre los entretelones de la abundancia de individuos que no pueden o no quieren justificar lo que tienen o exhiben  y que hay gente que tiene o recibe demasiado reconocimiento y muy poca o ninguna sanción.

Las palabras de Domínguez Brito confirman una vez más que los verdaderos delincuentes no son los pobres o los profesionales que se esfuerzan en llevar una vida decente, apegada a la ley, en condiciones de trabajo inadecuadas, sin seguro médico, sin seguridad social y sin pensiones, y que luchan por llevar adelante a sus familias.

Después de todo, nadie va a creer que el maco es peje porque se ve en el agua. Ni si el tiburón se baña o salpica

Lo que no dice el Procurador General de la República es mucho más elocuente. Los verdaderos “macos”, en el sentido de personas poderosas y con influencia, están a la vista de todos porque no ocultan lo que son: las yipetas, las amantes, las propiedades, los terrenos, las inversiones, los apartamentos, y la soberbia de sus bienes en medio de la miseria física y moral de una gran mayoría.

Y es que lo perverso del delincuente no es que sea tal. Es que sus hechos hablan por sí mismo: narcotráfico, tráfico de personas, asesinatos por encargo y la corrupción administrativa. Peor aún es que la justicia permanezca con la venda puesta, mientras los desfalcos, el robo, los crímenes, la delincuencia y la injusticia se ceban con los más desposeídos y los marginados.

El Diccionario del Español Dominicano define al peje, en una de  sus acepciones, como  “persona considerada la más fuerte o la más destacada de algo.” Y en cuanto a maco, “persona poderosa  y con influencia.” El procurador Francisco Domínguez Brito le haría un gran favor a la República y al pueblo si explicara  cómo capturar y meter en la cárcel a estas dos especies malignas de cuello blanco, corbatas, birretes y chaquetas impecables.

Después de todo, nadie va a creer que el maco es peje porque se ve en el agua. Ni si el tiburón se baña o salpica. Tampoco de ningún intento para explicar por dónde le entra el agua al coco. Pero sí de cómo los pejes gordos de unas cuantas familias y los políticos de turno se han cebado a costa del pueblo chiquito, y se burlan de todos y de todas sin consecuencia alguna.