Contra el tiempo: “A veces la gente se aferra a vivir una vida en diálisis”
Por Samuel Tapia | A Fiordaliza Torres no le gusta ver sus cicatrices, pues no le gusta vivir del pasado y solo recuerda las marcas en su cuerpo cuando debe tomar sus medicamentos.
A pesar de eso, asegura que no le molesta verlas, ya que simbolizan el apego a la vida y no el enfrentamiento con la muerte, que inició hace más de 20 años, y que según dice, la despojó de los mejores años de su vida.
“No tuve juventud”, afirma. “Ahora es que la estoy viviendo”, agrega entre risas.
Me quise morir. Pierdo mi hijo, pierdo mi salud… perdí todo. Lo único que me quedó fue mi familia”
La historia de Fiordaliza empezó a los 21 años, cuando fruto de un embarazo “mal atendido”, sufrió preeclampsia, lo que explica, supuso un esfuerzo extraordinario para su cuerpo al momento del alumbramiento y para la criatura, la cual murió después de tres días en incubadora.
Fior, como le llaman sus familiares y amigos, cuenta que no tuvo oportunidad de cursar su duelo por la pérdida de su hijo, ya que tuvo que iniciar una lucha por salvar su vida, al ser diagnosticada con fallo renal a raíz de las complicaciones de salud durante el parto.
“Me quise morir. Pierdo mi hijo, pierdo mi salud… perdí todo. Lo único que me quedó fue mi familia”, dice.
Siempre fue delgada, muy delgada, lo que le preocupaba sobremanera por la diálisis. Temía no poder resistir mucho tiempo el tratamiento antes de poder conseguir un trasplante renal, lo que según su médico, podría ocurrir, dados los obstáculos para conseguir un órgano viable.
Las posibilidades de no obtener un riñón la hizo prepararse para la muerte. No podía comer ni tomar agua. “Estaba anestesiada”, afirma. “No había mucho porqué luchar. Me sentía preparada para el momento que fuera”.
Fior decidió reunir a su familia, oriunda de Santiago Rodríguez y de escasos recursos económicos, compuesta por 14 hermanos y su madre – papá y mamá a la vez, dice –, para explicar que se sometería al tratamiento de hemodiálisis únicamente si se encontraba un órgano para ser trasplantado, pero su madre rechazó la idea y pidió la colaboración de sus otros hijos para salvar su vida.
PREECLAMCIA
Según la American Pregnancy Association, si la preeclampisa no se trata de forma rápida y correctamente, puede llevar a complicaciones serias para la madre como insuficiencia hepática o renal terminal (IRT) y problemas cardiovasculares.
Entre todos, aceptaron la posibilidad de que una de sus hermanas pudiera ser la donante para Fiordaliza. Sin embargo, más de un año después de haberse tomado la decisión, una condición de salud le impidió que pudiera ser la donante, colocando a Fior en una situación precaria. El revés obligó a la familia a buscar otro donante entre sus hermanos.
Los estudios de compatibilidad arrojaron que otro de sus hermanos, Ambiorix, de 22 años, era compatible. Pero transcurría otro año y medio antes de la cirugía. También se puso en duda la posibilidad de llevar a cabo la cirugía debido a su deterioro de salud. Tenía poca masa muscular debido a la pobre alimentación.
No obstante, la operación se llevó a cabo y Fior, quien para el momento llevaba más de dos años en diálisis, recibió la donación de su hermano. Con el gesto, la familia tendría un respiro que se prolongaría por 10 años.
LA MUERTE VOLVIÓ A TOCAR
Con una vida renovada, Fiordaliza se matricula en la universidad, donde inicia sus estudios psicología clínica. Se retiró la fístula, debido al aspecto que tiene el mecanismo bajo la piel. No quería recordar los difíciles tiempos para ella y su familia a raíz de su padecimiento. Tampoco quería dar explicaciones, largas y complejas.
A los dos años dentro de la carrera, los síntomas regresaron. Volvió a perder peso y el agotamiento se dominó su cuerpo.
Suspendió la universidad y asistió a un centro médico donde, luego de una biopsia al riñón, se confirmó una lesión grave en el órgano, la cual fue progresando hasta dejarlo completamente inservible.
De nuevo, Fiordaliza se encontraba ante un tratamiento con diálisis y la necesidad de un nuevo trasplante y otra vez, se resignó a que fueran sus últimos días, y de nuevo en 10 años, recibiría un órgano de uno de sus hermanos, Víctor.
A pesar de que el rápido deterioro físico puso en entredicho la posibilidad de que pudiera resistir a una nueva cirugía, decidieron proceder el 19 de junio del 2013.
“En estos 5 años he cumplido todos mis sueños. ¡Ya estoy lista! Todo lo que he querido lo he logrado”.
AFERRADO A LA DIÁLISIS
El costo de los medicamentos es una constante entre los pacientes de insuficiencia renal crónica. El caso de Fiordaliza no fue diferente. Aunque sus medicamentos son facilitados por el Estado dominicano y hay mayor organización, no pasa por alto que se trata de enfermedades de un altísimo costo para los pacientes y sus familiares, traspasado a su vez al Estado.
Pese al costo que significa el padecimiento, asegura que los recursos financieros no deberían ser una limitante, principalmente cuando se habla de un trasplante.
“A veces la gente se aferra a vivir una vida en diálisis”, aduce. “Se crean limitaciones por sí mismos. La gente se olvida que hay una vida que no está dentro de esa máquina”, sostiene, a la vez que señala la importancia de enfrentar la situación que se presenta con decisión de luchar.
“Hay que estar en paz contigo mismo”, agrega Fiordaliza, sonriente. “Que nadie me diga que no hace cosas por dinero. Las limitaciones las pones tú. No hay limitaciones en la vida”.
Mis hermanos se sienten bien viéndome bien, porque me devolvieron la vida.