El cuento se entiende tradicionalmente como una prosa breve y autónoma que inicia una historia falsa para intensificar el desenlace de una historia verdadera. Según Quiroga, “el final, la economía y la autarquía” son tres características indispensables de este género. Asimismo, Cortázar resalta la condición de “intenso” como una de las propiedades del cuento, en oposición a la “extensión”, reservada a la novela. Ambos autores recomiendan evitar la adjetivación innecesaria y, sobre todo, la tendencia a diluir la intensidad de la historia con diálogos vagos y superfluos (Brescia, P. (2017). Con estas recomendaciones también coincide Juan Bosch en Apuntes sobre el arte de escribir cuentos (1960).
Sería difícil encontrar las condiciones anteriores en un relato literario que no exceda las siete palabras. La ruptura se produjo cuando el escritor hondureño, Augusto Monterroso, publicó el relato más breve del mundo literario: “Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí”.
Desde entonces el concepto original ha ido cambiando. A nuestro juicio dicha noción ha sido robustecida y no degradada. Gracias a ello, el adjetivo “posmoderno” hoy se pospone al sustantivo “cuento” para diferenciar cualquier relato breve que no se adapte al canon tradicional y que, más bien, presente las características de “los tiempos líquidos” descriptos, en esencia, por el pensador judeo-polaco Zygmunt Bauman (1925-2017).
Dicho de otro modo, el debate parece colocarse entre “cuento” y “cuento posmoderno”. Dentro de la segunda categoría, el robustecimiento ha generado las siguientes denominaciones: nanocuento, nanorrelato, minicuento, minirrelato y microrrelato. Estas son sólo algunas muestras fehacientes de la expansión lexical, sintáctica, morfológica, semántica y pragmática que ha experimentado el término.
No tengo dudas de que ha sido la narrativa corta de Augusto Monterroso la que le ha permitido al escritor matero Elías Bortokán (Las Matas de Farfán, RD, 1976) formular su propia concepción del género. Dice Elías que “un cuento es un pequeño mundo que conforma una realidad propia y separada” (p. 15). Con razón también dice, en el prefacio de su libro, Micromundos (2021), que se siente en deuda con Quiroga y con Bosch; como manifestación, tal vez, de que sus relatos no responden al canon tradicional, sino a la idea de relato breve que introdujo Monterroso.
Sin importar cuál sea la categoría a la que correspondan sus escritos, es justo destacar el notable uso del lenguaje literario en toda su producción verbal. La obra exhibe una elegante edición de bolsillo que, de entrada, predispone favorablemente a cualquier lector de ficción. Contiene una selección de catorce relatos breves escritos en un período de veintisiete años, pudiéndose inferir que sus primeras pinceladas iniciaron cuando a la sazón era un adolescente (Prefacio, p. 13).
La prosa de Elías desvela notable imaginación inventiva. El narrador nos traslada a un mundo que sólo puede existir en las representaciones mentales de un niño; hijo de comerciantes e inmigrantes libaneses, quienes, cimentados en su fidelidad al trabajo y en sus valores cristianos; crearon un ambiente hogareño; colmado por los más auténticos principios éticos, culturales y cívicos; con la finalidad de que su vástago se desarrollase con sentido humano, con amor al trabajo y acorde con la tecnología de última generación de finales del siglo pasado.
No extraña el que en sus cuentos podamos encontrar constatativos que revelan su interés por la ciencia. Elías es un egresado honorífico de la carrera de Ingeniería en Electrónica y Comunicación del Instituto Tecnológico de Santo Domingo (INTEC), institución en la que llegó a conocer al laureado escritor emérito Manuel Matos Moquete.
Aunque se crio leyendo la otrora revista ¡Despertad!, facilitada por la predicadora Isabel (la fiel testigo del pueblo), es muy probable que la cultura literaria que emerge de su prosa haya resultado, en parte, del tiempo en que recibió visos del saber de ese trascendente pensador de nuestras letras. Probablemente Matos Moquete lo puso en contacto con algunas de las principales obras del llamado boom latinoamericano, de las cuales Elías da cuenta en el prefacio de su libro (pp. 13-18).
De manera que la lectura de vida de Elías, amén de su entorno familiar y su formación tecnológica, se refleja de algún modo en el primer microcuento “Pac-Man 1984”. En éste nanorrelato de tres párrafos de extensión, la metáfora de una sala de video-juegos representa un escenario que muestra la adrenalina que dinamiza el accionar de un niño llamado Bryan. El autor ha logrado concebir un mundo que sólo pude existir tras el disfraz narrativo que representa al mismo autor en una etapa temprana de sus añorados años mozos.
A ese primer período de su gestación literaria corresponde también el cuento Reminiscencia, el cual fue premiado en un certamen celebrado en el INTEC, 1996. En este cuento relucen las vivencias del autor, a través del narrador, interactuando con el antagónico médico matero Teófilo Bautista (Teodiselo), en la Damián Ortiz, quien aunque recomendaba a sus pacientes evitar el cigarrillo, nunca pudo renunciar a la esclavitud que representó para él la nicotina.
Los tres primeros cuentos son de ciencia ficción. Si bien los puntos álgidos de éstos se entraman con base en metáforas tecnológicas, el estilo sencillo y fluido de la prosa se dirige hacia un público plural, incluyendo adultos, niños y adolescentes. Sin embargo, desde el cuarto, hasta el antepenúltimo, encontramos una tendencia costumbrista, exceptuando el quinto, en el que vuelve a retomar la metáfora tecnológica para producir un minirrelato. No creo que cualquier lector rápido pueda captar la fuerza ilocucionaria del entramado simbólico que se oculta tras la literalidad de los muy breves y breves relatos contenidos en este llamativo libro.
Uno de los cuentos menos breves se dimensiona en un costumbrismo propio de un autor empírico, quien además es padre y esposo. Las vicisitudes que le suceden revelan sin dudas su condición de compañero y esposo sumiso ¿Cuáles fueron las consecuencias de pretender comprender a una mujer, por demás, estando embarazada? La respuesta corresponde a los lectores.
La metáfora del estudiante ladrón probablemente recree a un compañero universitario del autor. Imagino un joven becario, que siempre pedía transporte a sus compañeros y profesores, porque se avergonzaba de abordar un motoconcho. Entonces ¿Cómo fue que en tan poco tiempo pudo convertirse en un millonario? La respuesta no pudo ser otra que el título de ese interesante relato.
La última creación es un nanocuento al estilo Augusto Monterroso, el cual reproduzco dada su brevedad y con el permiso del autor:
“Este amor tan sublime no es más que un jardín que dejado a su suerte se convertirá en selva” (P. 75).
Definitivamente, la prosa de este libro es entretenida y fluida, de muy fácil lectura. Sus oraciones son breves, aunque complejas desde el punto de vista sintáctico. Ninguno de sus párrafos excede las cuatro oraciones. Es un libro que seguro producirá cierta acogida entre los jóvenes y otros lectores de textos posmodernos.
Agradezco a Elías Bortokán, mi coetáneo y compueblano, la distinción que me hace al colocar su libro en mis manos. Como Elías, conozco una cantera significativa de jóvenes que leen y escriben y que, por ello, merecen toda consideración. No es pueril optimismo de mi parte. Ellos están ahí leyendo y escribiendo, pese a nunca haber contado, sustancialmente, con apoyo institucional.
En cuanto a mí, carezco de las destrezas que me permitan producir un microrrelato. Me decanto por el cuento, sin apellidos. Sin embargo, cuando me entero que alguien tiene por costumbre leer y escribir, no tengo ninguna otra opción que pensar bien de esa persona, sin importar que los relatos que escriba sean micromundos, mediomundos o macromundos. ¡Felicidades por tu nuevo libro, Elías Bortokán! ¡Adelante!
Bortokán, Elías (2021) Micromundos: Un libro de cuentos. República Dominicana: Editorial Buho.
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