(AM): “Identidad en la Modernidad Líquida Globalizada. Una lectura de Zygmunt Bauman” (2021), constituye la fibra filosófica y sociológica de la línea de investigación que por varios años tuviste que trabajar, para culminar la tesis doctoral en la universidad del País Vasco.
En este ensayo de investigación se destacan varios temas filósofos y sociológicos, salen a relucir pensadores como Han, Levinas, Bourdieu, Castells, entre otros, que son transversales a ese estudio sobre identidad y modernidad liquidad en el pensamiento de Bauman.
Como conocedor del pensamiento de Byung-Chul Han, quizá no tan intenso, con relación a Bauman ¿cuáles diferencias y convergencias observas entre estos dos pensadores, en estos tiempos cibernéticos y transidos?
(JM):
La línea mayor de convergencia entre dos pensadores como Zygmunt Bauman y Byung-Chul Han vendría dada en su postura crítica frente a la modernidad e hipermodernidad, así como en la perspectiva de construcción de una teoría sobre el presente. Bauman es un sociólogo que recurre a la filosofía, mientras que Han es un filósofo que recurre a la sociología. En ambos, la cultura es el espejo de la sociedad y el individuo. Claro está, es una convergencia con matices, dado que Bauman maneja diversos aspectos del proceso de modernización y globalización de la sociedad, dentro de los que cuenta la revolución tecnológica, especialmente la cuestión del panóptico digital, mientras que Han se centra en la problemática del medio digital y el proceso de digitalización como nuevo modo de esclavitud hipermoderna; en sus mecanismos de control sobre el sujeto y su impacto en la individualización. Ambos, incluso, se preocupan por el arte, además, y por el diálogo muy fértil entre la sociología, la política, la economía y la filosofía.
En el plano de la divergencia, como es lógico en materia de pensamiento, tendríamos varias cuestiones. El filósofo surcoreano radicado en Alemania se refiere, más bien, a aspectos que entiende problemáticos en el pensamiento de Zygmunt Bauman. Un caso concreto es considerar que el pensador de la modernidad líquida se quedó estancado en la concepción cartesiana del sujeto, que lo presume dudoso y frágil, aun en el ámbito mismo de la racionalidad. Han reclama un yo poscartesiano, es decir, un sujeto dimensionado más allá del creador del Discurso del método; un yo que no necesita del otro para identificarse. Para Han, Bauman todavía utiliza la vieja fórmula cartesiana del tipo “Compro, luego existo”, que ya no funciona para el sujeto poscartesiano o posinmunológico. Para Han, El yo poscartesiano está positivizado, de manera que, supera la negatividad cartesiana. Su redundancia y recurrencia se deben más bien a la fórmula “Soy, luego compro”, “Soy, luego sueño, amo, dudo, pienso; sum ergo cogito”. Y es que, la positivización del yo se identifica con el homo digitalis, con el sujeto digital, cuyo yo se mueve en el espacio ilimitado de la red y en vez de desmarcarse o defenderse del otro, por el contrario, busca, procura su atención. Porque en el mundo online, la atención y quien la presta constituyen el mejor de los productos para generar montañas de dinero a favor de los gigantes tecnológicos. Así lo planteo en mi ensayo. Byung-Chul Han rechaza, además, la visión del ciudadano global de Bauman atado a la noción de peregrino, como superación del yo turista. Bauman entiende que erl peregrino tiene un destino, un camino trazado; el turista deambula. Pero, Han no ve el hombre de la hipermodernidad como un sujeto con un destino seguro o premarcado, como una persona que sigue una trayectoria. Ve al homo digitalis construyéndose constantemente su aquí, su hacia dónde: va abriendo su propio camino en un ámbito de libertad y de disolución de lo fáctico, lo estable.
(AM): La identidad no es petrificación y unicidad en el individuo posmoderno, tampoco se puede reducir a lo cultural, religioso o político, ni siquiera a lo sexual , tal como te expresas en el texto: “En cada estructura del yo, en cada individuo, se articula una pluralidad de personalidades o identidades. En lo que empíricamente podemos observar como identificaciones, mejor aún, como identidades, son, en definitiva, la expresión de una multipersonalidad, que tendrá características cristalizadas respecto de cada individuo. Esta es la forma en que un individuo y sus identidades se integran a su propio tiempo” (pp. 64-65).
En el plano filosófico y de la relación con el lenguaje (discurso crítico)- poder (ciberespacio- espacio) – sociedad (virtual y real), el individuo entra en el plano del sujeto en cuanto a las múltiples actividades y en capacidad de estrategia para construirse en el marco de la pasión, el deseo, el saber- poder, de acuerdo con esa voluntad de poder de fuerza activa (Nietzsche – Foucault) que se despliega en una especificidad cultural. ¿De lo contrario estalla en mil pedazos frente al otro o se puede perder en ese tiempo líquido, derretirse sin pena ni gloria, irse por un sumidero de aguas residuales?
(JM): De hecho, el sujeto ha estallado ya en mil pedazos. Su cuerpo y su espíritu son, a su vez, fragmentos de un proceso mayor de desarticulación y fragmentación de todo lo que se pensaba sistémicamente articulado, sincronizado. La cuestión de la identidad ha rebasado los estamentos fijos, detectables sobre los que se la había cifrado: territorio, lengua, religión, color de la piel, etc. Una de las tesis centrales de Bauman, con la que estoy plenamente identificado, precisa con meridiana claridad que esa concepción de la identidad se sitúa en la época premoderna. Que hoy día, en una sociedad que licuó todo cuanto nos pareció sólido, el problema fundamental de la identidad no es hacer que la identidad perdure, sino más bien, evitar que se fije. En esa evitación, que está troncalmente ligada a la productividad, el consumo y la cultura de la fugacidad, del desecho, del imperio de lo efímero, los individuos están conminados a construirse, en un proceso inagotable, de una vertiginosidad constante, su propia identidad; o bien, elegir una temporalmente, en función de los vaivenes de la oferta y la demanda del mercado. Bauman nos regala una advertencia de una descomunal relevancia en estos tiempos, en lo relativo a la batalla de las identidades: “el dilema que atormenta a hombres y mujeres en el cambio de siglo -dice- no es tanto cómo conseguir las identidades de su elección y cómo hacer que las reconozcan los que están alrededor”, sino que hay algo aun más retador, y es “qué identidad elegir y cómo mantenerse alerta y vigilante para que sea posible hacer otra elección si la identidad anteriormente elegida es retirada del mercado o despojada de su capacidad de seducción” (Bauman, La sociedad individualizada, Madrid, Cátedra, 2012, p.169). Estamos en un constante proceso de adopción o elección de identidades de quita y pon, de identidades palimpsésticas, es decir, que se reescriben sobre otras tachadas, lo cual ha hecho de la identificación, que es un mero documento, algo demasiado reducido como para ser considerado identidad. Con la revolución tecnológica y el apogeo del medio digital hemos descubierto un segundo yo antes impensado, ni siquiera sospechado, el yo digital. Su dinámica identitaria, especialmente en las redes sociales, no solo se libera sino que también se burla, en tanto que recurso identitario online, ubicuo, esquivo, intocable, paradójico, de la identidad física y psíquica del sujeto offline, que es su mismo dueño y hacedor. Se trata, pues, de una personalidad múltiple con una pluralidad, y no solo dualidad, de identidades pasajeras, utilitarias, incluso acomodaticias. Los tiempos actuales, de modernidad tardía o hipermodernidad, han forzado un cambio en la gramática de la cuestión de la identidad, rompiendo con su singular, solo identidad, y evocando, exigiendo el plural, es decir, las identidades, aun se trate de un mismo individuo. No es tanto mi identidad, como más bien, mis identidades.
(AM): En estos tiempos cibernéticos, el control virtual que recae sobre el sujeto no puede confundirse con un control ubicable y pretender creer que la identidad de “la persona es lo mismo que la identificación” que confiere el poder momificado que nos identifica con su método biométrico ( iris, huellas dactilares, voz) y en ubicaciones precisas y geométricamente bien puntuales; ya sea en el espacio o ciberespacio y otros procesos de ciberespionaje que entran en el ámbito de la identificación del poder cibernético en el cibermundo.
La identidad que se despliega desde el Estado es “algo fijo, estable, invariable”, como bien tú puntualizas, y que tampoco se “nos impone por memorando, pieza plástica, letra escrita o decreto”.
Esta visión reduccionista del poder cristalizado en el Estado no comprende que “La identidad es un proceso individual y social mediante el cual la subjetividad actúa con vistas a producir un sentido, que no viene dado ni se reduce al lugar social que se ocupa; tampoco se limita a responder la gran pregunta existencial ¿quién soy? Ser uno mismo, construirse a sí mismo exige al individuo un trabajo psíquico de enorme complejidad e intensidad”. (pp. 73-74).
¿Ese proceso de construcción del sujeto, de ser uno mismo, conlleva un despliegue de estrategias y una ética del decir-hacer, para no perecer en el mundo cibernético de lo liquido?
(JM): La cuestión de la vigilancia como ejercicio de poder y de control también ha cambiado radicalmente con el advenimiento del medio digital y la digitalización como proceso cuasi natural de la vida cotidiana. Las nociones foucaultianas de biopoder y de topología del poder, enmarcadas en la idea benthamiana del panóptico como arquitectura espacial sólida, física, táctil, medible y como fundamento para la operatividad del poder en la sociedad disciplinaria ya fueron superadas por el control biométrico y el panóptico digital. No es un ojo humano el que vigila, es una pantalla. No es un vigilante en una torre el que determina el movimiento de los individuos y los analiza mecánicamente, ahora lo hace un dispositivo digital mediante el empleo de algoritmos y de la inteligencia artificial (IA). No es el cuerpo del individuo lo que hay que vigilar, sino más bien, controlar su psiquis a través de algoritmos y de manipulación de las emociones y deseos viabilizadas por los dispositivos digitales. Los cuerpos del orden público son las extremidades de una estructura inteligente sin topología fáctica que es la que en verdad ejerce vigilancia y control sobre los individuos, los grupos sociales y sus acciones y emociones. Tampoco necesitamos quien nos explote, porque, como establece Byung-Chul Han, nos autoexplotamos con la infoxicación a través del teléfono celular y las crecientes ciberadicciones que tienen lugar en la sociedad red o sociedad neuronal del rendimiento y la productividad. De todo esto deriva el que el imperativo ético mayor del cibersujeto, del sujeto de la hipermodernidad conlleve, de forma ineludible, una pauta relacional con los artefactos tecnológicos y con la digitalización como mecanismo de la globalización del comercio y la mundialización de la cultura. Los desafíos del poshumanismo, en tanto que perfeccionamiento del funcionamiento corporal del ser humano hasta prolongar de forma impensada la vida, como también del transhumanismo, planteamiento todavía más radical que se propone superar al ser humano mediante la inteligencia artificial (IA), llegando a vencer la muerte, están colocando la ética de raíces socráticas, aristotélicas, agustinianas, kantianas o levinasianas frente a un abismo. De ahí que hoy debamos transgredir aquellos diques de la ética moderna, con apego a la cultura griega clásica, para colocarnos en una perspectiva de ética posmoderna o hipermoderna, que tiene en la tecnociencia y en las artes de la innovación un nuevo paradigma: el del humanismo digital. Es esa nueva perspectiva, vista desde la semántica nietzscheana, la que podrá construir una prognosis del sujeto y del mundo ya en proceso y que habrán de venir.
(AM): Para Bauman, en la premodernidad y la modernidad, los sujetos vivían agitados en una temporalidad caracterizada por lo “fijo, pesado, sólido, estable, duradero y de relaciones humanas “reciprocas” y vinculantes; en cambio la agitación en lo posmoderno del cibermundo global no es sólida sino “líquida, fugaz”, predominan “elementos fluidos y volátiles” de relaciones humanas no recíprocas y desvinculantes.
Estas concepciones de Bauman salen a relucir en la investigación que hiciste sobre este pensador y abundan análisis y reflexiones de esta concepción de la licuefacción (pp. 87-99) que, de acuerdo con tus planteamientos, ya comenzaban a brotar en filósofos y pensadores como Marx y Engels hasta llegar al existencialismo sartreano. ¿La grandeza de Bauman fue pensar la concepción de “lo líquido” en lo posmoderno, no quedarse atrapado en el marco de la modernidad sólida?
(JM): Como recordarás, al intentar definir la filosofía, y Bauman era uno de los nuestros, G. Deleuze y F. Guattari (2017), sustentan que esta es el arte de formar, de inventar, de fabricar conceptos, a partir de ciertas incógnitas, en un determinado momento, bajo específicas circunstancias y en base a la singularidad de determinadas personalidades. Así se teje la madeja de la historia de la filosofía. Bauman, que como sociólogo se cuestionó en varias ocasiones acerca de la misión y función de la sociología como ciencia humana, aprovechando para ello su sensibilidad literaria y su afición por la filosofía y la política, advirtió que la modernización y la individualización eran procesos en permanente movimiento. En los años 90 concibe la noción de modernidad líquida, para la que emplea la explicación de los estados de la materia en las ciencias naturales, pero también la metáfora de Marx y Engels en el Manifiesto comunista, que ya se refieren a un derretimiento, una dilución o descomposición de la sociedad capitalista. Con su metáfora de la modernidad líquida Bauman pone en relieve una nueva forma de pensar los cambios que la transformación del capitalismo y del socialismo real, como expresiones de una modernidad sólida, venían experimentando, provocando la apertura, la eclosión hacia la posmodernidad, primero, y luego hacia la modernidad líquida o hipermodernidad. Bauman advierte y sale al paso ante la caída de los tradicionales relatos vertebradores, cosmogónicos y unificadores con que se construyeron la premodernidad y la modernidad sólida. Esta nueva realidad, plagada de incertidumbres, desconciertos y malestares, va a requerir de un nuevo lenguaje sociológico y filosófico para ser pensada y explicada. Cuestiones como la ética posmoderna, la vigilancia líquida, los tiempos líquidos, la cultura líquida, incluyendo las artes y también el amor y las relaciones afectivas, no podían ser vistas con la lente convencional ni explicadas con el lenguaje de las viejas teorías. Ver la licuefacción como un factor determinante en los acontecimientos del mundo, tanto en Oriente como en Occidente, y un aspecto central en la complejidad identitaria de los individuos fue uno de los grandes aportes de Bauman a la sociología y filosofía del presente.
(AM): La crisis de la identidad Homo Digitalis, la revolución tecnológica y todo lo relacionado al cuerpo, a la conciencia e identidades y sin dejar a un lado la metamorfosis posmoderna identidad y poder en el plano de la ética en el capitalismo globalizado, son reflexiones que entretejen las últimas 130 páginas del texto (pp.297-429). Estas reflexiones se despliegan en la conceptualización del cibermundo, edificado por el sujeto cibernético en el plano del lenguaje cibercultural, en la problemática de la ciberética y el ciberespacio y toda la implicación de la estrategia de poder cibernético que moldean a los sujetos en este mundo virtual.
Como filósofo y poeta, ¿no pretende trabajar la relación del ciberarte y la ciberliteratura en el cibermundo?
(JM): Toda obra de arte, si se afianza en fundamentos estéticos y se reconoce como expresión simbólica, persigue dos propósitos esenciales. El primero, aunque brota de lo local, pretende ser universal. Lo segundo, aunque nace como evocación y expresión de la articulación de un código simbólico, un lenguaje por parte de un sujeto, en una determinada coordenada histórico-espacial y cultural, la obra va a apostar a trascender a ese sujeto, su tiempo, su cultura y su historia. ¿Puede esta trama de la génesis artística tener lugar en el ámbito de lo cibernético? Hemos visto que sí, que el medio digital no ha sido solo un soporte para la expresión literaria o artística, sino también un fin en sí mismo. Ahora bien, se da en su propia naturaleza una ambigüedad, una paradoja, características propias de la posmodernidad y la hipermodernidad. Se trata de que la ciberliteratura y el ciberarte en general no se proponen la duración como objetivo, sino más bien, lo efímero, lo fugaz, mientras que desde el punto de vista del sujeto que lo articula, este cede parte de su responsabilidad como artífice a la automatización, es decir, a una secuenciación algorítmica que le supera y subyuga, en cierta forma. Está, pues, en juego algo esencial para el artista: su libertad. Sabemos que ordenadores programados han escrito novelas y que un determinado software es capaz de poner de manifiesto trazos dibujísticos o pictóricos, arrojando un determinado resultado. Sin embargo, para que sea auténtico arte hará falta algo imprescindible: el toque humano, la sensibilidad del sujeto y su interacción con su lenguaje, su entorno, su cultura, su imaginación.
(AM): Mi línea de investigación se enmarca en la filosofía cibernética e innovadora en el plano de la complejidad de tecnociencia, de la ciencia abierta y todos los entramados de poder que se desprenden del cibermundo. Lo que se desprende del sujeto cibernético, el cual como teoría implica el control de sí y del otro (Foucault) y que el concepto mismo de cibernética implica la relación de control entre máquina (sea digital o cuántica) y no se reduce al concepto mismo digital.
Parto de una teoría donde el sujeto cibernético implica lo digital y lo cuántico, sin reducción a estos dispositivos, ni a los conceptos que se desprende de estos.
¿Cómo asume la teoría del sujeto y su relación con el lenguaje y poder en estos tiempos cibernéticos y transidos?
(JM):Antes que de una teoría del sujeto de la hipermodernidad cibernética y su articulación con el lenguaje y el poder, preferiría aproximarme a lo que los filósofos de la cultura actuales denominan el homo digitalis, ese individuo del capitalismo de la vigilancia y la digitalización, cuya relación con el poder está estrechamente vinculada al control digital y biométrico como nueva forma de dominio, auto explotación, consumismo delirante y esclavización ciberadictiva. La crisis del sujeto actual se inscribe en la dualidad, que mejor podría ser, la disyuntiva, entre sus habilidades analógicas, propias de un mundo y una cultura offline, y los desafíos para desarrollar nuevas habilidades de orden digital, inherentes al mundo y la cultura online. Aunque conviven el sujeto migrante digital y el nativo digital, no es menos cierto que su relación pone de manifiesto una fractura, una brecha, una discordancia. A esto se suman otras ambigüedades del capitalismo tardío, que generan brechas, abismos y desigualdad, desde la educativa misma, la económica, la tecnológica, la de los sistemas jurídico y sanitario, entre otras de orden social. La pandemia de la Covid-19 puso de manifiesto esas aberraciones de la globalización de la inequidad, la ignominia y la pobreza. Son esas atrocidades del sujeto y el mundo actuales que muy bien denominas “lo transido” de la condición humana y socioeconómica de la relación entre los mundos real y virtual, en tu ensayo más reciente sobre la dominicanidad. La encrucijada del sujeto actual estaría, pues, en preguntarse si, en el derrotero mismo del vertiginoso avance de las transformaciones tecnológicas, del fracaso del socialismo real y sus vergonzosas declinaciones autocráticas del siglo XXI, del capitalismo de Estado chino y de las metamorfosis del capitalismo de las finanzas y la vigilancia pospanóptica, preguntarse, subrayo, si seguirá siendo un sujeto humano; o si bien será, mitad de tejido natural y mitad de nanotecnología poshumana, lo que implicaría el final del evolucionismo; o si, en cambio, como lo sueñan los gigantes tecnológicos, seremos máquinas inmortales que harán realidad el engendro ideal del transhumanismo. Para la filosofía, su vigencia y su futuro, queda el desafío de hurgar en las respuestas a esa pregunta.
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