En los treinta años de dictadura de Rafael L. Trujillo, bandas paramilitares se organizaron para someter al pueblo a través de la violencia callejera, y de esa manera evitar la disidencia y las protestas contra el régimen. Durante tres décadas, de manera ininterrumpida, tomaron famas las pandillas que se identificaron como como “la 42”, “la 44”, “Brigada 43”, “Reserva Cívica”, “Milicia de San Cristóbal”, los “Jinetes del Este”, la “Guardia Universitaria”, “Los Cocuyos de la Cordillera” y los “Paleros de Balá”. Todas organizadas con civiles pero vinculadas al Partido Dominicano (PD) y a los servicios de inteligencia del gobierno, con el propósito de contrarrestar a los opositores, y mediante el miedo controlar a la población civil, encuadrándola en los intereses políticos del dictador.
En el caso de los “Paleros de Balá”, que resultó la última en ser formada, los objetivos perseguidos fueron similares a las anteriores; pero debido a que esa agrupación se creó inmediatamente después de la muerte del dictador, en los días en que República Dominicana entraba en un clima de efervescencia política que amenazaba con el aniquilamiento del oprobioso sistema político y la instauración de un gobierno de tinte democrático, y además porque continuamente las calles comenzaron a ser escenarios de confrontaciones y manifestaciones populares que presionaban al gobierno de Ramfis Trujillo y Joaquín Balaguer, la actuación de esa pandilla dirigida por un ebanista, que además era miembro del partido de gobierno y del SIM, fue marcada por la violencia.
Para contener las protestas, los “paleros” estaban obligados a actuar a plena luz del día, quedando identificados ante la población. Por su accionar sangriento, la prensa trujillista se vio imposibilitada de encubrir su existencia, Los incidentes en que participaban casi siempre incluían las muertes de manifestantes y la destrucción de propiedades privadas pertenecientes a oposicionistas.
Los paleros imponiendo el terror
Los “paleros de Balá” se popularizaron rápidamente con ese nombre porque utilizaban armas de fuego y cortantes, pero en especial grandes trozos de madera que semejaban bates de béisbol, para golpear a las personas que encontraban a sus pasos; su jefe visible lo era José Antonio Jiménez, conocido con el sobrenombre de “Balá”. Convertidos en una informal agrupación que intentaba poner límites a las protestas callejeras, los facinerosos se hicieron visibles desde la última semana de junio de 1961, pero irrumpieron violentamente en los primeros días de julio cuando las autoridades se percataron de que se hacía difícil evitar que la población desafiara a las autoridades.
El periodista Manuel de Jesús Javier García, que fue testigo de la tensa situación vivida en el Palacio Nacional en el período de transición que va desde la muerte de Trujillo en mayo de 1961 hasta el final del gobierno de Joaquín Balaguer en enero de 1962, describió en su libro Mis 20 años en el Palacio Nacional junto a Trujillo (1986), con sobrados detalles, la manera de operar de esa banda delincuencial, con las siguientes palabras:
“Los paleros del SIM no usaban troncos huecos, sino trozos de madera de tamaño variado, azotando a los revoltosos por las costillas o por las nalgas. Aquí en la capital (…) se hicieron famosos por la ligereza de sus manos y por el encono que ponían al azotar a sus víctimas, generalmente escolares o muchachos que se reunían en grupos para hacer alguna demostración de protesta. Pero el ensañamiento era mayor cuando se trataba de políticos enemigos del gobierno. En este caso lo que se usaba no eran “palos” sino ciertas partes del cuerpo del toro para desollar la piel o producir graves hematomas al azotado”.[1]
Quiénes integraban los paleros
Los paleros estaban integrados por cientos de hombres y mujeres de estratos sociales humildes: chiriperos, desempleados, ebanistas, albañiles miembros del Partido Dominicano y muchos de ellos relacionados con el Servicio de Inteligencia Militar (SIM), que proveía los recursos económicos que recibían por desempeñar sus funciones paramilitares.[2] Por lo general, los integrantes de la banda iban armados de garrotes y tubos metálicos, y se movían en grupos haciendo acto de presencia en las calles donde los enemigos del régimen escenificaban protestas
Cuando esos delincuentes oficialistas participaban en incidentes, por lo general las fuerzas policiales y militares los dejan actuar sin entorpecer sus delitos, y sus acciones nunca eran investigadas por las autoridades judiciales. Como dice Cesar A. Saillant: eran “animales en la peor acepción de la palabra, seres sin concepto, sin moral, que borrachos de alcohol deambulan como manadas de lobos atropellando, golpeando, empujando, impregnando el ambiente con el olor de sudor y de grajo, van dejando tras sí una estela de destrucción nunca visto”.[3]
Balá: el jefe de los paleros
El grupo de paleros, integrados por unos 200 delincuentes aproximadamente, aunque se decía que un poco más, sirvió de fuerza de choque contra los opositores a la dictadura trujillista, inmediatamente después de la muerte de Trujillo. Dirigido por José Antonio Jiménez, un ebanista que se hacía llamar “El Patriota”, su principal lugarteniente lo era Virgilio Martínez, mejor conocido como “Quinielita”. El grupo de forajidos se movía con libertad y poder, armados de garrotes de madera fabricados en el taller que Balá poseía en la calle Caracas del sector de Villa Francisca, en la ciudad de Santo Domingo, apoyado por el Partido Dominicano y los servicios de inteligencias.
El jefe de los “paleros” tenía como segundo apellido “Balak”. Así con “k” aparece en expedientes judiciales aunque en otros está escrito como “Balax”; pero popularmente se le conoció como “Balá”, uno de los personeros más temidos entre los opositores al dictador Trujillo y al presidente Balaguer. Residía en la Caracas número 33 del sector de Villa Francisca, al lado de la mueblería “El Carmen”, de su propiedad, y muy próximo al Parque Enriquillo. En ese taller de ebanistería el activista trujillista preparaba las piezas de madera con las que se agredía a los opositores, provocando que el pueblo bautizara a sus seguidores con el mote de “paleros”. [4]
Los paleros formaban grupos de facinerosos, en algunos casos masivos, integrados por miembros del Partido Dominicano que tenían su centro de operación en la barriada de Villa Francisca al amparo de fuerzas policiales, pero que también actuaron en otros barrios de la capital, en Santiago, San Francisco de Macorís, La Vega y otras ciudades sin que necesariamente tuvieran vínculos con el grupo que personalmente dirigía Balá. La formación y actuación de los paleros, bajo lineamientos del PD y de autoridades, perseguía aterrorizar la población utilizando métodos terroristas, pensando que con eso se evitaba la reacción popular que muy pronto, después de la muerte de Trujillo, exigía el fin de la dictadura.
Situación política y la formación de los paleros
Al momento de quedar constituida la pandilla de “los Paleros”, la situación era extremadamente tensa para las fuerzas que servían de sostén a la dictadura. La inesperada muerte del sátrapa dio un peligroso y sorpresivo giro que presagiaba el final del régimen. Durante seis meses, los organismos castrenses, de seguridad del Estado y de orden público se centraron en evitar el derrumbe; por igual, las bandas paramilitares se activaron imponiendo el terror a nivel nacional. Tanto los “cocuyos”, como “los Jinetes”, la “Guardia Universitaria” y la “Legión anticomunistas” se mantuvieron en un inusitado activismo apoyado en la violencia aplicada de manera descarada.
Mientras esto sucedía, a partir del 7 de julio en adelante, cientos de personas salieron a las calles para protestar contra el gobierno y destruyeron la potente emisora Radio Caribe, que era vocero de Trujillo con alcance regional. En lo internacional, tanto la Organización de Estados Americanos (OEA), como el Departamento de Estado de los Estados Unidos se mantenían en negociaciones con el gobierno encabezado por Joaquín Balaguer, en el propósito de alcanzar acuerdos que impulsaran la democratización prometida a cambio del levantamiento de las sanciones que desde agosto de 1960 había impuesto el organismo internacional contra la República Dominicana. En ese ambiente, el gobierno mantuvo operando a los grupos paramilitares y promoviendo la formación de otros tantos.
En ese proceso, el gobierno norteamericano propuso un pliego de condiciones para el levantamiento de las sancione. Entre los puntos en discusión se encontraban la salida de los hermanos de Trujillo; la eliminación de las estructuras de represión política y para-militares; destinar partes de los recursos acumulados por los Trujillo a favor de la población; Abrir un espacio de negociaciones con los partidos de oposición para estructurar un gobierno de coalición, así como la expulsión del país de las personas consideradas comunistas.[5]
En la búsqueda de un entendido con los Estados Unidos y la OEA, las autoridades dominicanas se reunieron con la subcomisión del alto organismo internacional que visitó el país el 7 de junio con el fin de “investigar las condiciones” políticas y de derechos humanos. Posterior a esto, el 5 de julio se permitió la entrada a una comisión del Partido Revolucionario Dominicano, que de inmediato conversó de manera oficial con Ramfis Trujillo y con el doctor Balaguer. Además, se comenzaron a liberar algunos presos políticos vinculados al Movimiento Revolucionario 14 de Junio que guardaban prisión en La 40 y en la Penitenciaría Nacional de La Victoria desde principios de 1960.
También, como parte de los reclamos de la OEA, los hermanos Negro y Petan Trujillo salieron del país en la última semana de septiembre de 1961, y el 1 de agosto la Jefatura del Estado Mayor Conjunto de las Fuerzas Armadas procedió a desintegrar de manera formal a los “Cocuyos”, los ‘Jinetes del Este’ y a la “Legión Anticomunista”; pero discretamente mantuvieron activadas estructuras de control y represión, como los eran la Agencia Central de Inteligencia (ACI), el Servicio de Inteligencia de la Aviación Militar Dominicana que operaba una cárcel clandestina en la zona oriental, y a los “Paleros de Balá”, bajo control de Ramfis Trujillo y oficiales allegados. En la etapa de transición, la Base Aérea de San Isidro se convirtió en el centro de las operaciones represivas y criminales del gobierno.
Cuando el hijo de Trujillo tuvo en sus manos las condiciones reclamadas por la OEA, no vio dificultad en que fueran aprobados algunos de los puntos, especialmente los relacionados con los grupos paramilitares; pero de inmediato procedió a ordenar la organización de otros tantos. En esa coyuntura, los “paleros” surgieron en la Base Aérea de San Isidro, lugar en que operaba la oficina de Ramfis y las de otros oficiales, entre ellos el general Tunti Sánchez, que ostentaba la jefatura de la AMD. Los paleros fueron organizados por este general “al amparo hipócrita de Ramfis, quien en principio los llamó “demócratas” y “democráticos” a los garrotes que con brutal maestría utilizaban”.
La doble jugada de Ramfis Trujillo.
Explica el periodista Manuel de Jesús Javier García, que Rafael L. Trujillo hijo, de manera pública proclamaba su defensa al proceso de democratización; pero que de manera discreta hacía todo lo contrario. A esa actitud se refiere el secretario personal del hijo del tirano al decir que este tenía “una doble moral” en sus actuaciones. Por un lado, recibía la Comisión de la OEA y daba garantías de que permitiría las libertades públicas y por el otro autorizaba la formación de los “paleros”, dirigido por José Antonio Jiménez (Bala), a quien Patán Trujillo llamaba el “patriota”.[6] Los Paleros, dice Saillant Valverde, nacieron en San Isidro en “la jefatura de Tunti y al amparo hipócrita de Ramfis”.[7]
Ramfis hacía creer que desconocía los paleros
La doble moral de la que habla el secretario del Jefe del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas, quedó evidenciada en el proceso de formación de los paleros, pues en ciertos modos el doctor Balaguer daba créditos a las promesas del general, de que respetaría las recomendaciones surgidas de las negociaciones con los Estados Unidos y la OEA. Ramfis ordenó la creación de los paleros, pero cuando el presidente le requirió sobre la existencia de estos, dice Saillant Valverde que este contestó:
“¿Paleros? Que quiere decir eso de “paleros”?. La pregunta puede ser cínica, pero también puede indicar una real ignorancia del asunto. Quizás el general Sánchez, sabiendo que las noticias solo llegan al general a través de contadas personas se haya lanzado a aquella aventura sin consultarlo con él. Pero ¿y los periódicos? –Son las turbas esas que andan con palos en las calles golpeando a todo el mundo. El doctor Balaguer le ha pedido que, por favor, intervenga para que cesen ya esos desmanes. El general, entonces, me devuelve la carta: –Escríbele una nota al doctor Balaguer y dile que yo lo lamento, pero que yo no tengo nada que ver con esos asuntos de los paleros, que ni siquiera había oído hablar de eso. Que averigüe por otro lado…”.[8]
Los paleros y dificultades Ramfis-Balaguer.
El doctor Joaquín Balaguer, en su condición de formal presidente de la República no estaba en condiciones de evitar que Ramfis desarrollara su propia estrategia para mantenerse en el poder. El primero buscaba fortalecer su permanencia como presidente con apoyo de los Estados Unidos. Esto lo obligaba a gestionar la disminución de la represión y el desmonte de las estructuras paramilitares; en el caso del segundo, con todo el aparato militar y el Partido en sus manos, insistía en los viejos mecanismos represivos que incluían los centros de torturas. En principios, Balaguer insistió en la salida del país del general Johnny Abbes García, la destrucción de la cárcel de La 40 y el cambio de nombre del Servicio de Inteligencia Militar (SIM), para dar a entender que este organismo de inteligencia había sido eliminado. Sin embargo, Rafael L. Trujillo hijo, mantenía activo su propio servicio de inteligencia adscrito a la Aviación Militar y hacia aplicar las torturas desde la cárcel clandestina del kilómetro 9. La táctica del general y del presidente era coincidente en aparentar la democratización, pero privilegiando la continuidad de la dictadura.
Cuando el 7 de julio, el jefe de los paleros y los hombres que lo seguían atacaron la sede del Movimiento Popular Dominicano (MPD), ubicada en la José Trujillo Valdez (hoy avenida Duarte), próximo al cine Max, el doctor Balaguer se escandalizó por entender que el proceder de esas fuerzas dirigidas desde San Isidro podía echar por la borda las negociaciones que se efectuaban con el Departamento de Estado y la OEA. Esto hizo que, conociendo de la responsabilidad del jefe del San Isidro en todo lo que acontecía, se comunicó con la oficina de este para solicitarle la desintegración de la referida banda. La solicitud de Balaguer debió entrañar un momento de tensión entre las dos principales personalidades responsables del gobierno.
Quien mejor explica la reacción del hijo de Trujillo ante el reclamo de Balaguer, hecho a través de una comunicación, es el secretario personal del jefe del Estado Mayor Conjunto, quien en una primera versión sobre ese hecho, cuenta lo siguiente:
“El primer grito de protesta procede del presidente Balaguer. Ya ese espectáculo de barbarie no puede repartirse. ¿En qué mente ha anidado la idea de que aquello puede contribuir a otra cosa que a hundir más la esperanza de sobrevivir? Esto es obra de Tunti solamente; y yo; yo sé que Tunti es incapaz de hacer nada, absolutamente nada, sin consultar con el general, y si el espectáculo de las hordas de Balá recorre su inmunidad por las calles es porque indudablemente el general lo aprueba. Son las conversaciones que se mantienen en la intimidad de la oficina, sin otro testigo que el interlocutor. Hay que guardar silencio, hay que procurar ni siquiera pensar en esto porque la imagen que se tenía, la imagen que se quiere mantener, se va deteriorando”. [9]
Tiempo después en otro escrito, Cesar A. Saillant Valverde dio a conocer una nueva versión sobre las dificultades entre Ramfis y Balaguer; pero las dos son coincidentes. En la segunda anota que Balaguer le pidió a Ramfis “realizar cuantos esfuerzos estuvieren a su alcance para eliminar a los paleros”. En esta describe la reacción de su jefe al recibir la comunicación del doctor Balaguer:
“Recuerdo la hipócrita expresión de Ramfis cuando le entregué la comunicación del presidente: -¿Paleros? ¿Y qué es eso de paleros? Todos reían mientras yo, con toda la calma, le explicaba una cosa que él sabía mejor que nadie. Me contestó: -Pues escríbele una nota al doctor Balaguer y dile que yo no tengo nada que ver con ese asunto; que yo lo lamento, pero que ni siquiera había oído hablar de eso; que averigüe por otro lado… El punto, pues, de los paleros no había objeción en aprobarlo. Una simple orden suya a Tunti Sánchez, por cuya vía se canalizaban las medidas de contra oposición, bastaba para eliminar a los paleros o, simplemente, mantenerlos como una amenaza en potencia”.[10]
Sin embargo, para mantener la apariencia se dispuso el encarcelamiento de José Antonio Jiménez y de un grupo integrado por más de cincuenta “paleros” responsables del ataque, destrucción e incendio del local del MPD, que fue la primera acción pública de ese grupo destacada por la prensa. El apresamiento de los bandoleros apareció en la página principal de El Caribe en la del 8 de julio bajo el título de “Ebanista y grupo de amigos asalta e incendia sede del MPD actuando en represalia”. [11]
Producto de los desmanes provocados por los paleros y de la presión del primer mandatario para que estos dejaran de actuar como lo estaban haciendo, el general Trujillo hijo dispuso para consumo de la prensa y tranquilizar a Balaguer y a los Estados Unidos, un conjunto de medidas con el fin supuesto de acabar con las actividades de los paramilitares, haciendo que El Caribe y el periódico La Nación publicaran un memorándum redactado con el fin propuesto, en el que se decía, entre otras cosas:
“Frente a las repetidas denuncias recibidas por esta jefatura respecto de bandas armadas de palos, tubos, piedras, etc., que se dedican a perseguir, golpear y aterrorizar a ciudadanos que ejercitan sus derechos políticos, se hace por este medios del conocimiento público la decisión irrevocable de este despacho de impedir a todo costo la repetición de actividades contra la ley, así como la existencia de grupos que se organicen con el deliberado propósito de alterar el orden público y de invalidar las garantías ofrecidas por el gobierno y reiteradas más de una vez por la Jefatura del Estado Mayor General Conjunto de las Fuerzas Armadas. Las autoridades policiales correspondientes han recibido órdenes estrictas para que se ponga cese a las actividades que desarrolla la banda dirigida por el señor José Antonio Jiménez, alias Bala, y para que no se permita la formación de grupos que actúen ilegalmente atribuyéndose una autoridad que no les compete o ejerciendo funciones que corresponden exclusivamente a los grupos policiales regulares, que son a los que propiamente incumbe la misión de velar por el mantenimiento del orden”.[12]
El lunes 7 agosto, la Policía Nacional hizo publicar que la institución había recibido la “orden de poner cese a las actividades de bandas”. En esa ocasión, la nota de la uniformada transcribió textualmente el memorándum que había recibido de la Jefatura de Estado Mayor Conjunto, pero firmado por José Caonabo Fernández González en condición de jefe de la Policía Nacional.[13]
Aunque Ramfis quiso alejarse de la responsabilidad de la formación y actuación de los paleros, estos siguieron actuando impunemente a lo largo del período de transición, mientras que en las principales ciudades del país aparecieron agrupamientos similares integrados por miembros del SIM, militares, miembros del Partido Dominicano y calieses, que actuaban con los mismos métodos, pero desarticulados unos de otros, aunque todos eran reconocidos por el pueblo con el mote de “los paleros”.
Los paleros en Santiago
Se dio el caso de que en Santiago de los Caballeros, una reconocida persona vinculada al régimen, recomendó al general Trujillo la creación de una nueva milicia, que de inmediato comenzó a ser organizada, aunque no se avanzó en ese propósito. La modalidad de ejercer la violencia a plena luz del sol y en sitios públicos no fue exclusiva de los paleros de la capital y Santiago, sino que esta se extendió por todo el territorio nacional. No hubo centro urbano donde no hubiese una “sucursal” de esa represiva entidad del régimen trujillista.[14]
Para los primeros días de agosto de 1961 ya los “paleros” habían demostrado que el gobierno de Balaguer no estaba en condiciones de detener sus actividades criminales, por el contrario iban apareciendo en las diferentes localidades nuevas pandillas con iguales propósitos, casi siempre bajo dirección de destacados miembros del Servicio de Inteligencia Militar o del Partido Dominicano. Por ejemplo, en la ciudad de Santiago el grupo organizado allí estaban bajo las órdenes directas del capitán Alicinio Peña Rivera, jefe del SIM en la región del Cibao y principal responsable de las muertes de las hermanas Mirabal.[15]
De acuerdo al testimonio del doctor Ramón Antonio Veras, en su libro De la calle a los estrados por justicia y libertad (2008), en Santiago esa organización paramilitar debió aparecer a finales del mes de julio o principios de agosto de 1961. El 2 de agosto, miembros del MPD y jóvenes de Santiago realizaron una manifestación oposicionista en el parque Colón, de donde marcharon por las principales calles de la ciudad. El viernes 5, hicieron otra demostración desafiando la represión. En esa ocasión—cuenta el doctor Negro Veras—“fuimos atacados por militares, policías y civiles paleros dirigidos por Miguel Aracena, Guarino de la Cruz y José de León (a) Joseito Boca Mocha. Algunos fuimos detenidos y trasladados al cuartel de la Policía”. Varios resultaron golpeados, “agredidos con palos, tubos de hierro y piedras, recibiendo heridas en distintas partes de sus cuerpos”.[16]
Algunas fechorías de los paleros
Mientras el Movimiento Revolucionario 14 de Junio, la Unión Cívica Nacional, el Partido Revolucionario Dominicano y el Movimiento Popular Dominicano impulsaban las protestas callejeras contra el gobierno que encabezaba el doctor Joaquín Balaguer para forzar la apertura democrática, el PD, que seguía siendo el partido de gobierno, el Servicio de Inteligencia Militar y los paleros reprimían y apresaban a los contrarios para evitar la expansión del movimiento que amenazaba con el desplome del régimen trujillista.
En consonancia con ese propósito, José Antonio Jiménez (Balá) se hacía acompañar muy de cerca por Virgilio Martínez, mejor conocido como “Quinielita”, Pedro Vásquez, Eduardo Pérez M., Domingo Figueroa, Pascasio García, Rafael Antonio Félix, Agustín Berroa, Rafael Arias y Fernando A. Jiménez, quienes actuaban como asistentes. En esos días, Balá recibía 17,500 fundas de alimentos para ser repartidas a nombre del partido oficial, por lo que gozaba de cierto liderazgo basado en el clientelismo de la época, logrando que muchos lo acompañaran en sus actos de violencia política.
El 7 de julio de 1961, después que protestantes destruyeron a Radio Caribe, los “paleros de Balá” atacaron el local que tenía abierto el MPD en la Avenida José Trujillo Valdez, hoy Avenida Duarte, hiriendo y asesinando a varios miembros de esa organización. Los actos de violencia obligaron al sometimiento del grupo ante los tribunales para ser juzgado el 11 de julio, pero la causa fue reenviada después de fijar fianza de 10 mil pesos a nombre del máximo dirigente, mientras sus acompañantes fueron puestos en libertad sin fianzas.
La actuación de los pandilleros era tan evidente y desafiante, que el periódico “El Caribe”, que se tenía como propiedad de los Trujillo, no pudo ignorar las fechorías provocadas por los forajidos en las que, además de utilizar la intimidación contra los opositores, cargaban con sus objetos personales, saqueando negocios y destruyendo propiedades. Ejemplos de la agresividad con que actuaban, aparecieron en las noticias del 23 de octubre de 1961, relacionadas con un comerciante de Villa Consuelo:
“Un total de 104 individuos integrantes de las bandas de paleros que anteanoche asaltaron una peletería en la calle Baltazar Álvarez esquina Hermanos Pinzón, fueron detenidos por agentes de la Policía Nacional y puestos a disposición de la justicia. En el asalto a la Casa González, tienda de calzado propiedad del señor Américo González Martínez, resultaron heridos el mismo propietario del comercio, su hijo, el joven Miguel A. González, ambos de bala, y por lo menos seis personas más, entre asaltantes y simples transeúntes que se encontraron casualmente en el lugar de los hechos. Es probable que haya otros heridos o lesionados”.[17]
El final de los paleros
Después de la definitiva salida de los Trujillo, la tarde del 18 de noviembre de 1961, los paleros cesaron en sus ataques a la población. En los días siguientes, sin poder contar con el apoyo prestado por la oficina del hijo de Trujillo, los que habían sido miembros de la banda y los calieses pasaron a moverse de manera clandestina: los más conocidos se escondieron en otras ciudades y barrios, se mudaron de las viviendas donde residían, y muy pocos salieron del país para evitar ser agredidos por los antitrujillistas y por los que agresivamente, convertidos en “turbas”, los perseguían para vengarse de las acciones del pasado.
En la última semana de existencia del Consejo de Estado de Balaguer, algunos de los bandoleros fueron traducidos a la Justicia, pero al finalizar el gobierno, el 16 de enero de 1962, el nuevo Consejo de Estado controlado por el partido Unión Cívica Nacional procedió a localizar a los más connotados miembros de la banda; algunos de ellos fueron llevados ante la Justicia. [18] Pero el general Tunti Sánchez, responsable directo de la organización de la banda paramilitar, se escapó del país en noviembre de 1961.
Los paleros juzgados como delincuentes
El 11 de enero de 1963 Balá, que desde hacía meses se encontraba escondido, fue apresado en una vivienda del Ensanche Alma Rosa, en la zona oriental, y el 6 de noviembre se dio inicio al juicio contra sus fechorías acusado de “jefe de los paleros”. En ese primer juicio se le acusó de provocar las muertes de tres personas y de otros delitos. Junto a él fueron señalados como cómplices Medardo Pérez, Ana García, Lépido Molina, Virgilio Martínez, Luis Francisco Mateo, Juan Díaz C., y Luz María Iñiguez, responsabilizados de incendios, destrucción de edificios, porte ilegal de armas blancas y de fuego, golpizas, asaltos, saqueos y “violencia contra los antitrujillistas”. Condenado a diez años de prisión, durante el gobierno del Triunvirato fue nuevamente juzgado y variada la sentencia, en febrero de 1964. En 1966 el gobierno provisional de Héctor García Godoy lo liberó de manera irregular, y dos años después José Antonio Jiménez encontró la muerte en un confuso incidente, todavía no aclarado del todo.
(Notas bibliográficas: [1] Manuel de Jesús Javier García, Mis 20 años en el Palacio Nacional junto a Trujillo. T.II, Santo Domingo, Taller, 1986, p. 381; [2] Cesar A. Saillant, Memorias de Saillant: Memorias-1957-1961. (4). Año 1961 (2), p.332; [3] Ob. cit.; [4] Alejandro Paulino Ramos, “El que a hierro mata a hierro muere: Las fechorías de Balá y los “paleros”. En: Acento.com.do, 13 de marzo 2016; [5] Cesar A. Saillant, Participación de Ramfis Trujillo en el asesinato de los héroes del 30 de mayo de 1961: Revelaciones a Sánchez Cabral. Santo Domingo, Museo Memorial de la Resistencia Dominicana, 2012; [6] Manuel de Jesús Javier García, ob. cit., p. 368; [7] Cesar A. Saillant , Participación de Ramfis, ob. cit.; [8] Cesar A. Saillant, Memorias, ob. cit., p. 326; [9] Ob. cit., pp. 325-326; [10] Cesar A. Saillant, Participación de Ramfis, ob. cit.; [11] El Caribe, 8 de julio 1961; [12] Cesar A. Saillant, Memorias, ob. cit., p. 331; [13] El Caribe, 8 de agosto 1961; [14] Manuel de Jesús Javier, ob. cit., p. 382; [15] Ob. cit., p. 380; [16] Ramón Antonio Veras, De la calle a los estrados por justicia y libertad. Santo Domingo, AGN, 2008. pp. 31-32; [17] El Caribe, 23 de octubre de 1961;[18] Alejandro Paulino Ramos, ob. cit.)