Rafael L. Trujillo, utilizando a su favor todos los mecanismos del Estado, pudo gobernar la República imponiéndose como un dictador que supo aplicar con crueldad los instrumentos de represión creados para controlar y aniquilar a los enemigos del régimen. Entre estos resultaron muy efectivos desde las primeras décadas: el Servicio de Inteligencia del Ejército, el Servicio Secreto de la Policía y el Servicio de Seguridad de la Secretaria de Interior y policía. Posteriormente, en el período 1957-1961, por medio de la Dirección General de Seguridad y utilizando el departamento de inteligencia conocido por las siglas del SIM, impuso límites a las actividades políticas utilizando nuevos métodos de vigilancia y persecución, así como técnicas basadas en las torturas y el asesinato de los opositores. Todo con el objetivo de eliminar la creciente reacción clandestina que se organizaba para poner fin a más de treinta años de dictadura.
Se derrumba la dictadura
En los últimos tres años de la dictadura, junto a los aparatos represivos oficiales, el gobierno procedió a estructurar grupos paramilitares con el objetivo de contener el creciente movimiento antitrujillista: se crearon Los Jinetes del Este (1959), la Legión Extranjera Anticomunista (1959) y los Cocuyos de la Cordillera (1960), principalmente. Los que, desde la óptica del mandatario, ayudaban a contener las conspiraciones y encuadraban a la población en una política de terror generalizado, que trascendió las costas del territorio dominicano.
El gobierno de Trujillo comenzó a mostrar signos de degaste a partir del secuestro y muerte de Jesús de Galíndez en 1956, el recrudecimiento de la asechanza contra los testigos de Jehová (1957) y el rompimiento de las relaciones con la Iglesia Católica (1960), lo que coincidió con la pérdida de apoyo del gobierno norteamericano que se expresó, a través de otras medidas, a través de la suspensión de la venta de armas al país.[1]
A esto se añadió el final del gobierno de Fulgencio Batista en Cuba (1958) y el ascenso de Fidel Castro a la presidencia, que de inmediato exhibió una política de apoyo al exilio dominicano. Por igual, desde Cuba ingresaron a territorio dominicano las expediciones de junio de 1959. Aniquilados los guerrilleros, de inmediato cobró fuerza la conspiración antitrujillista que llevó al nacimiento del Movimiento Revolucionario 14 de Junio. En 1960 hicieron crisis las relaciones diplomáticas con países latinoamericanos, que por decisión de la Organización de Estados Americanos (OEA), rompieron sus vínculos con República Dominicana, luego del atentado terrorista contra Rómulo Betancourt (1960), ejecutado por la Dirección General de Seguridad y el Servicio de Inteligencia en el Exterior, bajo tutela de Johnny Abbes.
La situación desencadenada por estos acontecimientos mantuvo en vilo a la dictadura y activó los mecanismos de represión. El descubrimiento de las conspiraciones produjo la apertura de prisiones clandestinas, que bajo el dominio del teniente coronel Johnny Abbes García y del Servicio de inteligencia Militar (SIM), funcionaron con los nombres de cárcel de “La 40” y “cárcel del kilómetro 9” de la carretera Mella. La primera de ellas se convirtió en el centro de torturas del SIM, mientras que la segunda en una ergástula administrada de manera directa por el hijo del dictador: el general Ramfis Trujillo.
Servicio de Inteligencia Militar (SIM).
El doctor Roberto Cassá, en su texto “El proceso político de la segunda mitad de la dictadura (1945-1961)”, publicado por la Academia Dominicana de la Historia en el 2015, valoró de manera concreta el Servicio de Inteligencia Militar en su papel como entidad oficial encargada de la represión política en la República Dominicana. Se trató, dice el historiador Cassá, de una nueva agencia represiva:
“El Servicio de Inteligencia Militar (SIM), el cual sustituía las funciones de inteligencia del Ejército Nacional y del Servicio Secreto de la Policía Nacional. El nuevo órgano unificaba los sistemas de seguridad a escala nacional y estaba llamado a alcanzar un protagonismo tenebroso. Con tal innovación se perseguía debilitar al estamento militar, a fin de prevenir cualquier contingencia adversa en su interior. El SIM, que dependía directamente de Trujillo, debía constituir un cuerpo omnipresente, llamado a penetrar en todas las instituciones gubernamentales, en los más diversos lugares del país, personas sospechosas, entidades privadas y aun espacios problemáticos en el exterior. El objetivo era que se adelantara al pronóstico de los problemas que se podían otear en lontananza, detrás de la apariencia de tranquilidad. (…) A diferencia de la inteligencia del Ejército, el SIM se centraba exclusivamente en la instancia política, con el fin de estrechar los niveles de vigilancia sobre todo el país, empezando por los propios funcionarios públicos.[2]
El perfil descrito por el historiador Cassá, se extendió más allá de la muerte de Trujillo y todavía a principios de 1962 se entendía que el SIM era un organismo que había mudado de nombre pero seguía con la misma estructura y métodos, formado por personas sin cultura, especializado en torturar de manera implacable a los detenidos: “la fuente de suministro de implacables torturas, muertes, vejámenes, persecuciones y cualquiera otra forma de intimidación popular”.[3]
El SIM, como organismo oficial estaba adscrito a la Dirección General de Seguridad, formado y dirigido en lo fundamental por civiles,[4] que tenía su oficina principal en la calle México muy próximo a la esquina 30 de Marzo, aproximadamente en el lugar que hoy ocupa el edificio de la Guardia Presidencial. En ese espacio existían otros que sirvieron de locales a Secretarias de Estado. De estos, el SIM ocupó el que perteneció a la Secretaría de Estado de Educación; pero su centro de operaciones estaba ubicado en “el Rancho Jacqueline”, edificación con apariencia de residencia familiar que en realidad era la cárcel secreta de La 40.[5]
Su función como aparato de Estado, estuvo muy relacionada con la represión política; pero pronto se inmiscuyó en la cotidianidad de todos los dominicanos, desde las actividades públicas y privadas de la población hasta en las intimidades más discretas de las familias, siempre a nombre de la seguridad del régimen: “Hasta para obtener documentos políticamente intrascendentes, como era por ejemplo, el Exequatur para ejercer una profesión académica o para adquirir la condición de Notario Público, era necesario pasar por un interrogatorio en el SIM, en donde se exigía hacer una relación genealógica y establecer cualquier vínculo de parentesco con un “enemigo de Gobierno” por lejano e inconexo que fuese”.[6]
Organizando el servicio de inteligencia
El Servicio de Inteligencia Militar surgió en 1957, dirigido por el general Arturo Espaillat. Poco tiempo después se convirtió, bajo la dirección de Johnny Abbes García, en el instrumento de represión más eficiente conocido en el país durante los treinta años de dictadura: “Las técnicas requeridas por un servicio de inteligencia—explica Robert Crassweller—fueron aplicadas como nunca lo fueran antes: vigilancia de figuras políticas, censura, operaciones y subversión en el exterior, obtención de los más recientes adelantos electrónicos, y una vasta proliferación del oficio de espía al antiguo molde”.[7]
De acuerdo con Abbes García, que reclamó para sí la condición de haber sido el jefe más eficaz en la conducción del organismo, el trabajo de tecnificación del departamento se inició con la reorganización de su propia oficina, y se cumplió por etapas sucesivas: En la primera, se cambió el sistema de fichado y optimización de búsquedas, incluyendo la eliminación o descarte de informaciones que, previa depuración, se entendió contenían informaciones “dudosas” llegadas al SIM “caprichosamente como resultado de denuncias de allegados al servicio”.[8]
En una segunda fase se pasó a la contratación de un personal “depurado” que incluía espías extranjeros, para trabajar como agentes secretos y en las investigaciones. En la tercera, los oficiales extranjeros adiestraron a un grupo que Abbes llamó “agentes provocadores que son la clave de estos servicios para el descubrimiento de conspiraciones”, incluyendo mucho personal femenino. Se reclutaron 15 hombres y 10 mujeres, “para penetrar las organizaciones clandestinas, dotados de cámaras fotográficas y grabadoras.[9]
En la cuarta fase se prestó atención a los aspectos vinculantes con la oficialidad del Ejército y demás cuerpos armados de la República, cambiando la rutina militar en asuntos de inteligencia, para lo que se preparó un cursillo de investigación, capacitación política y policíaca, impartido por el propio Abbes García. Los oficiales participantes pasaron a ser utilizados en horarios extras “en labores de agentes, de vigilantes, de protección a Trujillo y de represión, cuando era necesario”.[10] De esta manera, estos eran llevados a comprometerse con la política criminal del régimen.
A partir de la quinta etapa, que fue la última en el proceso de reorganización, el SIM dio inicio a una práctica que luego se convirtió en cotidiana, creando una amplia estructura de informantes, a los que la gente llamaba comúnmente delatores, espías, “chivatos” y “caliéses”, integrados por personas de diferentes clases sociales se esparcieron por las calles del país:
“una nueva porción de pobres diablos encargada de verificar, sobre el terreno, la real naturaleza de la situación informada. En este sector de agentes, trabajaban, inclusive, poliglotas que, de ordinario, actuaban en medio del Cuerpo Diplomático y sus relacionados y en los hoteles del Estado, donde pululaban los extranjeros que entraban y salían del país. Cuando era detectada una actividad o situación de una naturaleza conspirativa, por obra de este segundo estamento de soplones, entonces intervenían los equipos de esbirros montados en pequeños Volkswagen, con dotación de armas cortas y largas, cuya especialidad consistía en robarse las personas”.[11]
El terror de los “Cepillos”
Dentro de la estructura de vigilancia del SIM, actuaba de manera visible un equipo de personas que se movía en unidades motorizadas, y perseguían atemorizar a la población. Esa área, de acuerdo a una nómina del Servicio de Inteligencia de 1960, estaba integrada por 132 agentes que prestaban “servicios de patrullaje y vigilancia” en todas las ciudades del país, especialmente en horas de la noche, a bordo de vehículos de fabricación alemana de la marca Volkswagen, pero que la gente común identificaba con el sobrenombre de “cepillos”, en referencia tal vez a un instrumento utilizados por los ebanistas para labrar la madera.
Como lo narra el doctor Rafael Valera Benítez, en su libro Complot Develado que fue publicado por el SIM en 1960, “los equipos que actuaban dentro de los Volkswagen patrullaban el país entero, región por región y ciudad por ciudad, a base de un complejo y bien organizado cuadro de personal con turnos rotativos e itinerarios prefijados y cada cepillo—los carritos Volkswagen—estaba dotado de un transmisor que remitía a la estación central situada en La 40 la última novedad”.[12] Los miembros del SIM se trasladaban en ellos a baja velocidad, en una tenebrosa marcha que llenaba de miedo a las familias, haciendo que estas cerraran las puertas de sus hogares al caer la noche. Los cepillos—dice el historiador Euclides Gutiérrez Feliz—conducían “hombres encarados, siniestros, equipados los vehículos con aparatos de radio con la intención, visible, de atemorizar”.[13]
Las razones del por qué esos vehículos aterrorizaban a la población, es explicada por el jefe del SIM, al expresar que los espías viajaban “en pequeños automóviles de fabricación europea, para hacer visible la presencia da agentes nuestros en las calles de cada población. Fue un cambio completo el que se hizo en las tácticas del servicio secreto. Era una medida de tipo psicológico, encaminada a crear un poco de temor popular”.[14]
Los carritos “cepillos” continuaron utilizándose de manera discreta hasta los primeros meses de 1962, debido a que al SIM le fue cambiado su nombre, pasando a llamarse de manera oficial como Agencia Central de Información (ACI). Además de que, desde junio de 1961, fue destruida la prisión de La 40 y por igual, el tenebroso Johnny Abbes García salió al exterior enviado por el presidente Joaquín Balaguer a ocupar un cargo diplomático; todo con el propósito de, presionado por la OEA, silenciar las practicas asesinas del Servicio de Inteligencia.
Libros publicados por el SIM
Durante los años de la dictadura fue común que desde instancias del gobierno se imprimieran escritos con los que se perseguía desacreditar a los opositores. Algunos bajo la responsabilidad del Partido Dominicano, otros de la Secretaría de Interior y Policía, y varios elaborados y puestos a circular por el Servicio de Inteligencia Militar. Como ejemplo de estos impresos, podemos citar los siguientes:
Libro blanco del comunismo en la República Dominicana: En 1956, cuando el general Arturo Espaillat presidía el Servicio de Seguridad, adscrito a la Secretaria de Estado de lo Interior, Policía y Comunicaciones circuló un libro que recopilaba las informaciones relacionadas con las actividades comunistas hasta 1950, con el nombre de Libro Blanco del Comunismo en la Republica Dominicana, publicado por la Editora del Caribe, en 1956.
Con 16 capítulos, presentación y apéndice, el impreso aborda los siguientes temas: Orígenes del comunismo dominicano; Prohibición del comunismo; Influencia de los exiliados españoles; Segunda Guerra Mundial y Trujillo; Planes subversivos en la clandestinidad en los años cuarenta; Primer congreso obrero de 1946; expedición de Cayo Confites, y Expedición de Luperón, entre otros temas:
“A través de este libro—se explica en la presentación—, veremos cómo los comunistas españoles pagaron con moneda de ingratitud la hospitalidad que en hora aciaga recibieron de la Republica Dominicana ya que (…) dejaron caer en vírgenes espíritus de obreros y estudiantes, la semilla comunista (…). Con el dato rigurosamente veraz y depurado, con informes, hasta ahora irrevelados, conservados en los archivos secretos del gobierno, con la confesión espontanea de comunistas dominicanos y extranjeros en torno a episodios por ellos protagonizados, haciéndose uso de documentos oficiales que se hicieron públicos en su oportunidad y otros que se dan a conocer por primera vez en esta ocasión”. [15];
Como dato destacable, el apéndice 12 trae un listado de 215 personas tachadas de comunistas, miembros en su mayoría del Partido Socialistas Popular (PSP), y personas vinculadas con las expediciones de Cayo Confites y Luperón, entre ellas Francisco-Chito-Henríquez Vásquez, Félix Servio Ducoudray hijo, Mauricio Báez, Freddy Valdez, Ramón Grullón, y Nicolás Quirico Valdez. [16]
También aparecen diez y ocho mujeres poco conocidas, acusadas de comunistas: Mercedes Maldonado, María Ramírez, Ana A. Olmos, Fidelia Fernández, Josefa Pimentel, Mercedes María de León M., Dionisia Ovalle, Luz Estela Escoto Gómez, Juana Gómez Marte, Luz Carmen Arias, Abigail Silva, Grecia M. Díaz Ferrero Menéndez, Thelma Díaz de Valdez, Agapita Jiménez, Adelaida Fontana Echavarría, Nilsa María Espinosa y Luz Emilia Méndez.
Complot Develado: Rafael Valera Benítez estaba prisionero en la “cárcel de La Victoria” en 1960 por actividades conspirativas. Desde allí lo condujeron a la prisión clandestina conocida como “La 40”, para ser integrado a un equipo organizado por Johnny Abbes García, para que escribiera el libro “concebido y estructurado” por él; pero que finalmente apareció publicado con el nombre de “R. Valera Benítez”.[17]
El equipo participante, redactando los temas indicados por el SIM, que revisaba continuamente los escritos para que estuvieran acorde con sus planes propagandísticos, estuvo integrado por mandato obligatorio de Abbes García, por el ingeniero Manzano, Lisandro Macarrulla, Leandro Guzmán y Rafael Faxas Canto; además de Fefé Valera. Terminado la exigida labor, el libro fue publicado en 1960 con el título de ¡Complot develado!: Génesis y evolución del Movimiento conspirativo-celular “14 de Junio” contra el gobierno dominicano, descubierto por el “SIM”, Impreso en la Editora Handicap (1960).
En el impreso, además del texto explicando argumentos y detalles que el SIM dijo llevó al descubrimiento de la conspiración antitrujillista, aparecen las fotografías de Rafael Miguel Enrique Antonio Faxas Canto, Rafael-Fafa-Taveras, Manuel Aurelio Tavárez Justo, Rafael-Cucuyo-Báez Pérez, René del Risco Bermúdez, Luis Gómez Pérez, Teresa Mirabal, Acela Mercedes Morell Pérez, Tomasina-Sina-Cabral Mejía, Mirian Daysi Altagracia Morales del Valle, Minerva Mirabal Reyes y de otras 330 personas acusadas de ser parte de la conspiración contra la dictadura.
Del referido texto, que marcó lo que fue el accionar del SIM frente al Movimiento Revolucionario 14 de Junio, se han publicado dos ediciones: la primera firmada por R. Valera Benítez (1960), y la segunda edición firmada por Rafael Valera Benítez, impresa bajo la responsabilidad de la Fundación Testimonio en la Editora Taller (1984). Contiene un extenso prólogo escrito para esa edición por su “formal autor”, en que se explica la historia de la elaboración del escrito original y las razones que llevaron a que el SIM estampara el nombre de Valera Benítez en la portada del libro. También trae la segunda edición, un amplio testimonio de los sufrimientos vividos por los anti trujillistas en la prisión clandestina de La 40.
Una nómina del Servicio de Inteligencia
Para su eficiente accionar criminal el SIM estuvo integrado por cientos de empleados que laboraban por mandato y coordinación directa de Johnny Abbes. En todas las localidades existían oficinas del SIM con las que colaboraban las áreas de inteligencia de las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional: “Las secciones mentadas de las Fuerzas Armadas estaban menos especializadas, pero eran muy eficaces en esa forma de acción un tanto desarticulada. Había también unidades de inteligencia especializadas para la Universidad y la Oficina de la Presidencia, estas últimas integradas en el Cuerpo de Inspectores de la Presidencia.[18] Además, en cada región existía una jefatura; en el caso del Cibao el SIM era comandado por el capitán Alicinio Peña Rivera.
Desde hace décadas ha circulado entre los estudiosos de la historia un listado que parece perteneció al Servicio de Inteligencia Militar y formó parte de una nómina correspondiente al período 1960-1961. En esta aparecen los nombres, puestos y sueldos de 358 dominicanos y algunos extranjeros; pero no contiene los nombres de muchos que se destacaron en la estructura oficial. Esto nos hace pensar que el listado está incompleto.
En nota introductoria al parecer preparada por el profesor Antinoe Fiallo, se hace contar que la misma se obtuvo “cuando se produjo el asalto al local del área de detención y tortura conocida como la Cárcel de la 40, en el hoy conocido Barrio de Cristo Rey. El texto apareció en un legajo de papeles del año 1961 que fue guardado en un fólder dentro de un expediente con 5 hojas normales de copia y en la parte posterior de 3 hojas de “Solicitud de Afiliación” de la “Juventud del Catorce de Junio”, ya que al parecer, la nómina fue entregada a militantes catorcistas”.[19]
En el listado aparecen nombres conocidos de miembros el Servicio de Inteligencia; sin embargo no aparecen en ella los principales directivos del SIM, como los fueron, por ejemplo, el teniente coronel Johnny Abbes García, el capitán Alicinio Peña Rivera, el capitán Cándido Torres, ni el teniente coronel Roberto Oscar Figueroa Carrión, que ocuparon la dirección en diferentes momentos. No estamos en capacidad de determinar que todos los que aparecen en el listado formaban parte del SIM, ya que algunas personas recibían ayudas económicas del gobierno y sin ser agentes, los pagos recibidos eran emitidos por la Secretaría de Interior y Policía y cargados a la la Dirección de Seguridad Nacional por lo que erróneamente algunas personas inocentes pudieran aparecer en el referido listado.
De acuerdo a la nómina señalada, el SIM pagaba sueldos que iban desde los 45, 75, 100, 150, 200, 250, 300, 400, 500 y 700 pesos equivalentes a dólares americanos. Los agentes estaban adscritos a una estructura que presentaba los siguientes departamentos: 1, Oficina de Molius; 2. Sección Jurídica; 3. Sección de impresiones digitales; 4. Sección de Fotografía; 5. Sección de Prensa; 6. Acciones y reparaciones internacionales; 7. Servicio Especial del Aeropuerto; 8. Acciones y Represiones; 9. Instructores; 10. Agentes Internacionales; 11. Oficina Brigadas Políticas Sociales; 12. Servicios Autónomos; 13. Servicios Especiales; 14. Pagos por Orden Superior; 15. Sección Depuraciones; 16. Técnicos Radio y Electricidad; 17. Confidentes en el Muelle; 18. Sirvientes, y 19. Agentes del Servicio de Patrullaje y Vigilantes. Se debe hacer notar que en algunos de los pagos se instruye para que sean entregados a familiares de Trujillo, y uno a un miembro del Movimiento Popular Dominicano (MPD).
De estos departamentos, los de más agentes eran el de “Servicios de Patrullas y vigilantes” que tenía 132 miembros. A este grupo pertenecían generalmente los que se movían en los “carritos cepillos”. El departamento de “Agentes Internacionales” ubicados en varios países tenía 25 miembros, el señalado como “Brigadas Especiales”, tenía 98 integrantes y el de “Servicios Especiales” unos 19.
El SIM contra los expedicionarios
Inmediatamente se estableció en Cuba el gobierno de Fidel Castro en enero de 1959, el exilio dominicano activó los planes para organizar una incursión armada en territorio dominicano con apoyo de líder cubano y del gobierno venezolano de Rómulo Betancourt. Quedó integrado de inmediato el Movimiento de Liberación Dominicana (MLD), como “un frente pluralista, que aglutinó a lo más sano y valioso del exilio, hombres de diversas ideologías y de diferentes clases sociales, caracterizados por un elemento y objetivos comunes: su antitrujilismo y la patriótica decisión de liberar al pueblo dominicano de la tiranía que lo oprimía”.[20] El MLD tenía como brazo armado, responsable de todos los preparativos de guerra, al Ejército de Liberación Dominicana (ELD).
Los expedicionarios llegaron al territorio dominicano por el poblado de Constanza en un avión C-46, el 14 de junio de 1959. Los días 19 y 20 otros grupos lo hicieron por las localidades de Maimón y Estero Hondo, utilizando embarcaciones preparadas para la ocasión.
Mientras tanto, enterados del desembarco del 14 de junio, las fuerzas militares del gobierno y el Servicio de Inteligencia Militar tomaron medidas para enfrentar a los combatientes anti trujillistas: “por nuestra parte—narra Abbes García en sus memorias—hicimos reforzar los servicios de vigilancia interna y el personal del Servicio de Inteligencia militar fue aumentado notablemente. Se iniciaron los sistemas de patrullas nocturnas”, tomando medidas psicológica para amedrentar la población y de esa forma lograr “la tranquilidad” requerida en esa situación. [21]
Una parte de los expedicionarios fueron asesinados en las proximidades de Constanza y también en las costas de Maimón y Estero Hondo: de los 198 que lograron desembarcar, la mayoría fueron apresados, torturados y asesinados en la cárcel de La 40 y en la Base Aérea de San Isidro. Solo seis de ellos salvó la vida.[22]
Después de terminadas las operaciones, el Secretario de las Fuerzas Armadas que para entonces lo era el general Melido Marte, favoreció la solicitud hecha por el Servicio de Inteligencia Militar para que se otorgaran reconocimientos a los oficiales, alistados y civiles del SIM, “quienes se distinguieron en las operaciones bélicas de Constanza, Estero Hondo y Maimón”. Las condecoraciones, con las “medallas de Constanza, de Maimón y de Estero Hondo” se otorgaron de acuerdo al decreto 6004, del 13 de agosto de 1959. Los galardonados, sugeridos por el capitán Cándido Torres Tejeda en función de Jefe del Servicio de Inteligencia, recibieron la premiación por los efectivos servicios en los interrogatorios y en las muertes de los antitrujillista en los centros de torturas; sin embargo, se anota que fue por la valentía mostrada en el campo de batalla.
Entre los designados para recibir medallas correspondientes a su trabajo se encontraban los siguientes agentes: Segunda categoría:1. Teniente coronel John W. Abbes García, Ejercito Nacional; 2. Capitán de Corbeta Cándido Torres Tejeda, Marina de Guerra. Tercera categoría:1. Capitán Miguel Pastor del Villar Álvarez, Policía Nacional; 2. Alférez de Fragata Clodoveo Edmundo Ortiz González, Marina de Guerra. Cuarta categoría: 1. Ciriaco de la Rosa Luciano, Policía Nacional.
También el SIM remitió a las Fuerzas Armadas una “nomina empleados civiles del Servicio de Inteligencia Militar, que participaron en las operaciones bélicas de los frentes de Constanza, Estero Hondo y Maimón, los cuales se recomiendan para que se les otorgada las de dichos frentes”: Medallas Constanza: Primera categoría: 1. Dr. Faustino Alfonso Pérez; 2. Francisco Villeta Delgado (Cholo); 3. Manuel María Domínguez; 4. Luis Castellón Lembert; 5. Emilio Estrada Mayeta; 6. José de la Rosa; 7. Ramón Antonio Toribio; 8. Guillermo Alba Martínez; 9. Ernesto Scott. Medallas Estero Hondo y Maimón: 1ra. Categoría: 1. Dr. Faustino Alfonso Pérez; 2. Francisco Villeta Delgado (Cholo); 3. Federico Gerardino; 4. Darmado A. Castillo; 5. Manuel de Jesús Henríquez; 6. Emilio Estrada Mayeta; 7. José Franjul; 8. Néstor Antonio Pérez Terrero; 9. Pascual Clemente; 10. Juan Pelegrín García.[23]
El SIM contra el Movimiento 14 de junio
Antes de la formación del Movimiento Revolucionario 14 de Junio a finales de 1959, la resistencia a Trujillo se manifestó a través de pequeñas agrupaciones que actuaban clandestinamente. Tal es el caso del Frente Cívico Revolucionario en el que participaban Antonio Avelino, Tirso Mejía Ricart, Octavio Amiama, Luis Escobar, Federico Henríquez, Darío Solano, Abel Rodríguez del Orbe y Luis Gómez Pérez.[24]También, en aquellos meses posteriores a las “Expediciones de junio”, se organizó la denominada Unión Antitrujillista, dirigida por Ramón Echavarría y vinculada a agrupamientos de las mismas características, entre ellos la Unión de Grupos Revolucionarios Independientes (UGRI) y Los Panfleteros de Santiago.[25] Antes de finalizar el año, surgió la organización clandestina más importante del período con el nombre de Movimiento Revolucionario 14 de Junio, que fue semanas después, en enero de 1960, descubierta por los servicios de inteligencia del gobierno.
El historiador Rafael Chaljub Mejía, en su libro La “Era” en los días del fin (2006 ), describe los últimos años de la dictadura y las penurias pasadas por los jóvenes catorcistas en las centros de torturas y en las calles de República Dominicana, debido a que el SIM, luego de delatado el movimiento, los vigilaba continuamente: “Los hombres y mujeres de la resistencia interna entraron en un largo periodo de reflujo, replegados forzosamente sobre sí mismos, sometidos a una agobiante vigilancia, obligados a presentarse periódicamente a las oficinas de los servicios de inteligencia, aislados tajantemente de la sociedad y no pocos de ellos hasta impedidos de salir de las residencias donde vivían rondándole la muerte”.[26]
La situación descrita se relacionó con la formación del Movimiento Revolucionario 14 de Junio, cuya labor se desarrolló estrictamente clandestina y se organizó “con cautela y cuidado, y a través de células integradas por tres (3) personas, que bajo sobrenombres se comprometan a formar núcleos similares, tal y como lo hicieron los Miembros de la Secreta Sociedad Patriótica La Trinitaria; ya que al trabajar de esa manera se disimulan más las actividades secretas, y se puede burlar o evadir la permanente vigilancia que en todo el país llevan a cabo los “caliéses” del Servicio de Inteligencia Militar (SIM)”.[27] Sin embargo, el Servicio de Inteligencia descubrió la conspiración en enero de 1960, y desde entonces las cárceles secretas de Trujillo fueron colmadas de prisioneros que eran torturados y muchos asesinados.
Hasta ese momento, las autoridades represivas del régimen no habían enfrentado un movimiento con esa envergadura, con células organizadas a nivel nacional y con militancia calculada en más de cinco mil hombres y mujeres. El nacimiento de la organización coincidió con la crisis política de finales de la década expresada a través de conflictos internacionales, problemas en la economía y dificultades políticas.
Develado el movimiento en enero de 1960, las autoridades se cuidaron de que la población no tuviera acceso a las informaciones de lo que estaba ocurriendo. Tal vez por esta razón Johnny Abbes negó el 29 de enero de 1960, que en Santo Domingo se estuviera gestando un complot contra el gobierno y minimizó los rumores de apresamientos y torturas, diciendo que las detenciones se relacionaban con las actividades de dos sacerdotes jesuitas “que habían formado dos células para destruir edificios públicos de la capital dominicana”.[28]
Varios días después, el 3 de febrero, el jefe del SIM intentó desviar la atención de la ciudadanía al desmentir las noticias que circulaban en Venezuela, de que el gobierno había apresado a más de 3 mil jóvenes relacionados con el descubrimiento de un complot que buscaba ponerle fin al régimen de Trujillo.[29] El día 11, y al parecer vinculado a la incapacidad del SIM para descubrir el movimiento antes de que tomara la fuerza con que lo hizo, Abbes García fue destituido y nombrado en un cargo diplomático; pero la verdad que siguió despachando con el mandatario todo lo relativo a la conspiración y dirigiendo los interrogatorios y torturas de los conjurados. En esos días coordinó lo relativo al atentando contra el presidente de Venezuela.
A partir del 12 de febrero la dirección del tenebroso cuerpo de represión política recayó en el capitán Cándido Torres Tejada.[30] Pasadas las semanas, la conspiración y las detenciones ya no pudieron ser ocultadas. A mediados de junio varios de los implicados en la trama fueron juzgados, acusados de atentar contra la seguridad del Estado y condenados a cinco años de cárcel y trabajo público.
Posterior a la condena, tal vez apurado por la presión internacional, el mandatario ordenó liberar a un reducido grupo de cincuenta jóvenes, miembros del Catorce de Junio. El excarcelamiento se efectuó en los días del atentado terrorista contra el presidente Rómulo Betancourt, en Venezuela. También en esos días se publicó la renuncia del presidente Héctor B. Trujillo Molina y la juramentación de Joaquín Balaguer como presidente, el 4 de agosto de 1960. Mientras tanto, Johnny Abbes con oficina en el Palacio Nacional, seguía dirigiendo de manera discreta las macabras operaciones tanto en República Dominicana como en el exterior.
Trujillo, el SIM y las hermanas Mirabal
En el marco de la coyuntura de crisis vivida por el régimen en sus últimos tres años, el dictador visitó las principales ciudades del país con el interés de consolidar el gobierno y exaltar su figura, promoviendo el retorno formal a la presidencia que desde 1952 estaba ocupada por su hermano Héctor B. Trujillo y en ese momento por el doctor Joaquín Balaguer. En cada uno de los “mítines apoteósicos” organizados para recibirlo, el mandatario denunciaba las actividades y las personas que él consideraba comunistas.
Estando en Santiago el 16 de mayo de 1960, Trujillo denunció ante los periodistas, que en la región del Cibao se desarrollaban actividades clandestinas, y apuntando que “ciertos católicos, con sotana o sin ella, trabajaban con los comunistas y testigos de Jehová”; además, destacando que en los pueblos donde los opositores habían echado raíces “más hondas” era en “la sección de Conuco y en las ciudades de Tenares y Salcedo, hasta llegar a San Francisco de Macorís”. Añadiendo, que entre los que así actuaban estaban “los Mirabal y sus familiares, y algunos miembros de la familia González”. [31] De inmediato el SIM se concentró en el problema denunciado por el gobernante, y fue visible que las hermanas Mirabal y sus parientes comenzaron a correr peligro de muerte. Las tres hermanas fueron asesinadas por el SIM el 25 de noviembre del mismo año.
En 1962, en el juicio contra los implicados en la muerte de las hermanas Mirabal, el esposo de una de ella, Manolo Tavárez Justo, narró que el 5 de noviembre de 1960, Alicinio Peña Rivera, jefe del Servicio de inteligencia en el Departamento Norte, le dijo, “que tenía una denuncia de que las hermanas Mirabal continuaban realizando actividades conspirativas contra el Gobierno y que si se producía una nueva denuncia de esa naturaleza tanto ella como nosotros seriamos asesinados”.[32]
En 1963, en un largo manuscrito titulado Trujillo y yo: intimidades de la dictadura más recia de América, escrito por Johnny Abbes y que luego fue publicado como artículos en las prensas norteamericanas, el que fue teniente coronel y principal mentor del SIM dedicó un capitulo al asesinato ordenado por Trujillo y ejecutado bajo sus órdenes por el SIM, con el título: “Odisea y muertes de hermanas Mirabal”. En ese texto, el ex jefe del SIM aprovechó para desviar la atención y de paso implicar a personas que nada tuvieron que ver con el hecho, lo que también hizo con otros anti trujillistas y acontecimientos que aparecen en sus memorias.
En ellas, el ex director del SIM narra la manera en que Trujillo le ordenó asesinar a las hermanas Mirabal:
Cuenta, que el 5 de mayo de 1960, Trujillo lo llamó temprano a su despacho y le dijo que el “problema de las Mirabal hay que liquidarlo”. (…). Sabía muy bien lo que esas palabras significaban y de mi parte estaba preparado para una orden semejante”. Explicó que en esa ocasión estaba presente un alto oficial de las Fuerzas Armadas, que expresó antes el mandatario que “esas muchachas tienen “revoltiá” a la juventud del Cibao”.[33]
Sigue relatando Abbes García, que “de acuerdo con el sistema del régimen, la muerte de las hermanas Mirabal sería presentada como un accidente” y se aprovecharía uno de los viajes que estas realizaban cada domingo a la cárcel de Puerto Plata para ver a sus esposos, para dar el golpe final. Cuenta además, que él llamó a uno de sus hombres de confianza de nombre Ciriaco de la Rosa, “y transmití instrucciones en clave a uno de los más inteligentes investigadores a mi servicio, al Capitán Alicinio Peña Rivera, Jefe del SIM en el Cibao. (…). Llegó el esperado 25 de noviembre, día de la acción. Ya antes, la ejecución del plan había fracasado por razones de seguridad y discreción, pero Trujillo estaba furioso e impaciente”
Ese día 25, antes de las seis de la tarde, las hermanas de la común de Ojo de Agua, lugar perteneciente a la provincia Salcedo, encontraron la muerte a manos de los hombres del Servicio de Inteligencia Militar. La conclusión de la acción criminal Abbes la anota, confirmando que el crimen fue ordenado por Trujillo contra las tres hermanas, y añadiendo: “No pude comprobar personalmente como se ejecutó la operación; pero el lunes 26 de noviembre, a las seis de la mañana, tenía ante mi presencia al Sargento Ciriaco de la Rosa quien me rindió el informe de lo sucedido”.[34]
Dos años después, en junio de 1962, miembros del SIM participantes en las referidas muertes, aportaron los detalles de la operación criminal: Trujillo ordenó los asesinatos, Johnny Abbes trasmitió la orden al jefe del Servicio de Inteligencia en el Cibao Alicinio Peña Rivera quien dirigió la operación. Los miembros del SIM, Ciriaco de la Rosa Luciano, Manuel Alfonso Cruz Valerio, Emilio Estrada Malleta, Ramón Emilio Rojas Lora, y Néstor Antonio Pérez Terrero ejecutaron el mandato del tirano.[35]
Balaguer cambio el nombre al SIM
El Servicio de Inteligencia participó activamente en lo referente a la campaña negativa y actos de terrorismo contra la Iglesia Católica a partir de enero de 1960, y dirigió el intento de asesinato contra el presidente de Venezuela en junio del mismo año. Además, estuvo muy activo en todo lo relacionado con la persecución, tortura y muertes de los implicados en el atentado contra Trujillo en mayo de 1961, entre otras acciones de trascendencia como instrumento represivo; pero la desaparición de Trujillo produjo una situación de inestabilidad, presión internacional y cambios coyunturales que ya el SIM no pudo contener.
Los cambios en la estructura criminal de inteligencia habían comenzado desde los días en que se descubrió la formación del Movimiento Revolucionario 14 de Junio, lo que valió la destitución formal de Abbes en ese organismo. A partir de enero de 1960 el mandatario lo sustituyó por el capitán Cándido Torres. En esa ocasión, Johnny pasó a “prestar servicios a las órdenes del generalísimo Trujillo en el Palacio Nacional”.[36]
En 1961, mediante decreto 6362 del 17 de enero, Torres fue sustituido por el teniente coronel Roberto Oscar Figueroa Carrión,[37] y el 10 de junio, por insistencia de la Organización de Estados Americanos (OEA), el presidente Joaquín Balaguer y Ramfis Trujillo, en su condición de general y Jefe del Estado Mayor Conjunto de las Fuerzas Armadas, decidieron borrar las huellas de la cárcel de La 40, destruyendo la edificación, y haciendo salir del país a Johnny Abbes García lo que hizo el 10 de junio de 1961 en vuelo de la Pan American con destino a Japón. Tres semanas después de la muerte de Trujillo, el gobierno también tomó la decisión, por decreto 6228, del 30 de junio de 1961, de cambiar el nombre de Servicio de Inteligencia Militar (SIM) por el de Agencia Central de Información (ACI). De esa Agencia hablaremos en el próximo artículo.
(Notas bibliográficas: [1] Lauro Capdevila, La dictadura de Trujillo: República Dominicana 1930-1961. 2da. edic. Santo Domingo, Sociedad Dominicana de Bibliófilos, 1998, p. 283; [2] Roberto Cassá, “El proceso político de la segunda mitad de la dictadura (1945-1961)”. En: Historia general del pueblo dominicano. vol. V, Santo Domingo, ADH, 2015, (pp. 473-552 ), p. 506-507; [3] “Dirigentes del 14 de Junio hablan sobre formación ACI: Consideraron que la reforma de la ACI así como el uso de los conocidos “cepillos” es una medida antipopular toda vez que ha pasado por alto el dolor de todo el pueblo dominicano”. La Nación, 27 de enero 1962; [4] Arturo Espaillat, Trujillo: anatomía de un dictador. Barcelona, Ediciones de Cultura Popular, 1963, p. 57; [5] Rafael Valera Benítez, Complot develado. Edic. 1984. Santo Domingo, Fundación Testimonio, 1984, p. 12; [6] Mario Read Vittini, Trujillo de cerca. Santo Domingo, Editora San Rafael, 2007, p.138; [7] Robert D. Crassweller, Trujillo: la trágica aventura del poder personal. Barcelona, Editora Bruguera, 1967, p. 344; [8] Johnny Abbes García, Trujillo y yo: memorias de Johnny Abbes García. Santo Domingo, Letragráfica, 2009, pp. 205-206; [9] Ob. cit.; [10] Ob. cit., p. 81; [11] Valera Benítez, ob. cit., pp. 28-29; [12] Ob. cit.; [13] Euclides Gutiérrez Feliz, Trujillo: Monarca sin corona. Santo Domingo, Editora Corripio, 2008, p. 434; [14] Abbes García, ob. cit., p. 231; [15] Libro blanco del comunismo en la República Dominicana. Ciudad Trujillo, Editora del Caribe, 1956, p. 10; [16] Ob. cit., pp. 186-192; [17] Valera Benítez, ob. cit., p. 14; [18] Crassweller, ob. cit., p. 343; [19] “Nomina del Servicio de Inteligencia Militar 1960-1961”, anotada por el profesor José Antinoe Fiallo Billini, 3 de Julio del 2002; [20] Emilio Cordero Michel, “Las expediciones de junio de 1959”. En: Obras escogidas: ensayos II. Santo Domingo, AGN, 2016, p. 330; [21] Abbes García, ob. cit., p. 231; [22] Cordero Michel, ob. cit., p. 356; [23] Colección de documentos de Johnny Abbes García. AGN. Fondo Presidencia, Sección Palacio Nacional, 1954-1963. Caja no. 17153, IT: 3117153; [24] Luis Gómez Pérez, “La resistencia a la tiranía trujillista”. En: Historia general del pueblo dominicano. Vol. V. Santo Domingo, ADH, 2015, (pp. 631-654), p 642; [25] Ob. cit., p. 644; [26] Rafael Chaljub Mejía, La Era en los días del fin. Santo Domingo, Editora Manatí, 2006.p. 62; [27] Luis Gómez, ob. cit., p. 648; [28] El Caribe, 29 de enero 1960; [29] El Caribe, 3 de febrero 1960; [30] El Caribe, 12 de febrero, 1960; [31] “Líder denuncia actividades clandestinas que perturban varias secciones del Cibao”. El Caribe, 17 de mayo 1960; [32] Valera Benítez, ob. cit., p. 78; [33] Johhny Abbes García. “Odisea y muerte de las hermanas Mirabal”. Inédito. Estados Unidos, 1963; [34] Ob. cit.; [35] Véase Interrogatorios practicados a miembros del SIM. En: Franklin J. Franco, El Juicio a los asesinos de las hermanas Mirabal. Santo Domingo, CPEP, 2011; [36] Johnny Abbes García, Trujillo y yo, ob. cit., p. 254; [37] Véase decreto 6362 del 17 de enero 1961. En: Gaceta Oficial 8543, del 25 de enero 1961)