De las crisis por las que ha atravesado el partido oficial durante sus años en el poder, la presente es la de mayor calado, varios hechos evidencian su profundidad. Pero, inmersa en sus particulares dilemas y en su incapacidad de construir una lógica de relacionamiento que le permita constituirse en real alternativa a la crisis de ese partido, la oposición sigue mordiéndose la cola.
Esta, al mantenerse ese estado de permanente giro en su propio eje, como la noria, cimenta y potencia su debilidad, convirtiéndose, de hecho, en la principal fortaleza de la corporación económica/política actualmente en el poder. Lejos de convertirse en solución a la crisis, la oposición se ha convertido en parte del problema político de este país. De eso son conscientes algunos dirigentes del abanico de partidos, grupos y movimientos que la configuran. Discursivamente así lo expresan, pero sus prácticas, las más de las veces, constituyen una negación del discurso.
Es totalmente comprensible que cada componente de la oposición trabaje en el sentido de su particular fortalecimiento, que dedique parte importante de su tiempo en resolver sus temas internos, sean estos de carácter organizativo, de crecimiento, para superar sus diferencias sobre determinados puntos de vistas y de elección de sus instancias directivas o de candidatos. Es lógico que la solución de estos temas induzca al consumo de tiempo.
Sin embargo, en momentos de crisis como la que vive esta sociedad se requiere de líderes de la oposición política capaces de articular de manera eficiente y efectiva sus urgencias particulares con las generales, porque si prácticamente todo el esfuerzo lo ponen en las primeras no podrán cumplir con la función básica de toda colectividad política: ser fuerza capaz de convertirse en poder.
Por ejemplo, la persistencia del falso problema del PRM que lleva algunos a decir que primero este tiene que darse su estructura, que en el fondo es la forma de los grupos justificar el uso del tiempo para fortalecerse en la puja por la candidatura presidencial, ha limitado sus potencialidades como como movimiento y con ellas las posibilidades de potenciar una convergencia de fuerzas opositoras. El largo tiempo perdido en ponerse de acuerdo sobre la fecha y método de escogencia de su candidato, determina que se diluya su oportunidad de recoger el vasto sentimiento de indignación contra el imperante sistema de corrupción e impunidad.
Algo parecido sucede a otros grupos de la oposición política, muchos ven en la crisis del PLD e incluso en los dilemas del PRM, "su oportunidad" para convertirse en alternativa, desaprovechando la coyuntura para priorizar su tiempo en forjar entre todos una confluencia de fuerzas sólidamente unificada para darle orientación política a la generalizada indignación con la estructura política/económica que nos gobierna.
Han sido incapaces de combinar, de manera efectiva, el legítimo derecho de cada quien en pensarse como alternativa con la articulación de todos para tener la fuerza real que haga viable ese propósito. Parece que no advierten que generalmente, las crisis de dominación son coyunturales, si el sistema logra capearla sale fortalecido, mandando a las calendas la presencia de otro trance.
Es esa la dinámica de los procesos políticos, las crisis de dominación alcanzan un punto en su curva ascendente que si allí no se logra hacerla estallar, comienza un punto de descenso hacia la superación de la tensión que la acogota, al tiempo que tiende a iniciarse un proceso de inflexión del impulso de las fuerzas que pretenden ser alternativas que termina en un trasvase de la crisis hacia estas fuerzas.
Es lo que hay que evitar permitiendo que la corporación económica política tome el respiro que le permita superar su presente crisis, porque a pesar de que de ella saldrá maltrecha, el estado de dispersión y debilidad de la oposición podría acentuarse de manera irremediable a mediano plazo.
La mejor forma de una colectividad crecer en términos organizativos y políticos es incidir con audacia en los procesos, creando su liderazgo en la fragua de la unidad de todos aquellos que expresan la indignación contra un sistema de dominación repulsivo.
Es la lección que nos da la historia de los cambios sociales. El tiempo político es breve, constituye una inconsecuencia perderlo mordiéndose la cola.