Nueva York.-Más de 900 fuegos forestales arden en el Pacífico estadounidense, cuatro huracanes azotan el Atlántico, un terremoto devastó México e inundaciones arrasaron la India, Nepal y Bangladesh. Los polos Norte y Sur se descongelan muy aceleradamente.

Con éstos fenómenos naturales el planeta nos anuncia con claridad que estamos viviendo una de sus transformaciones periódicas.

Una lluvia de meteoritos le arrancó tanta masa al planeta que formó la luna, levantó las inmensas cordilleras, separó los continentes. Sin las erupciones volcánicas no tuviéramos agua, sus cenizas mineralizaron y fertilizaron nuestros valles, las nubes de humo  que levantaron bloquearon el sol, crearon las eras glaciales. Al final de la última era glacial, nació la agricultura que hoy nos alimenta, “todo obra para bien”.

La geología documenta unos 4,500 millones de años de transformaciones planetarias que formaron el hermoso paraíso de playas y bosques que habitamos.

El autor del Génesis escrito hace unos 5,000 años, resume los 4,500 millones de años de transformaciones en solo 26 palabras:  “La tierra estaba desordenada y vacía, las tinieblas cubrían la faz del abismo, y el espíritu de Dios se movía sobre la superficie de las aguas”.

En el año 79 después de Cristo, un sobrino nieto de su discípulo Juan, vio desde Roma la erupción del Vesubio que sepultó a Pompeya.

Para él, era la ira de Dios contra el nefasto Imperio Romano que crucificó deshonrosamente a Jesús entre ladrones. Escribió el Apocalipsis describiendo la destrucción mundial con mucho fuego, como lo escupía el Vesubio, para castigar los abusos imperiales y la maldad humana.

Estas transformaciones ocurren desde antes de que el hombre apareciera e inventara las religiones, y seguirán produciéndose, nada podemos hacer para impedirlas.

Asistimos a una transformación planetaria súper espectacular, con o sin nosotros y nuestras religiones, el mundo seguirá girando.