Venezuela se ha convertido en un tema de primera plana de los periódicos de diversos lugares del mundo y de algunos de los principales medios dominicanos. A las agencias noticiosas de las grandes cadenas internacionales, especializadas en la guerra mediática al servicio de los intereses del gran capital, poco les importa los casos de injusticias y corrupción que se dan en los países del Norte enriquecido, las guerras que provocan en el Medio Oriente y África, ni la desaparición forzosa de los 43 normalistas en México, ni que al 2 de agosto se hayan agotado los recursos ecológicos correspondientes al 2017, ni los sobornos pagados por las grandes transnacionales, de las que Odebrecht es simplemente un ejemplo. Tampoco les interesa que en países como República Dominicana haya una clase económica y partidaria que ha secuestrado el poder económico y político y se haya apropiado impunemente  de la mayor parte de los recursos públicos, sin importar los medios para conseguir dicho propósito.

En Venezuela hubo el pasado domingo unas votaciones para constituir la Asamblea Nacional Constituyente, que se encargaría de la revisión y actualización de la Constitución del 1999, que intenta seguir sustentando el proyecto económico, social y político impulsado por el Chavismo  en las últimas dos décadas (1998-2017). El gobierno habla de una votación que superó los 8 millones, mientras hubo evidencias de la decisión de acudir a votar de cerca un 41% de la población, aun en medio de la violencia desplegada por la derecha y sus aliados.

Varios países, entre ellos Estados Unidos, algunos de la Unión Europea y países latinoamericanos alineados con los intereses de la burguesía local venezolana y de las multinacionales del petróleo, de la minería, de la fabricación y comercialización de armas y del tráfico internacional de las drogas, reconocieron el plebiscito de la oposición, en la que según lo dicho por los voceros de ese sector habrían votado unos 7 millones de personas. Esos países, sin embargo, han decidido desconocer los resultados de unas votaciones que fueron hechas en un país soberano, y según las leyes de la Constitución de esa nación. Por eso, para los sectores progresistas se trata de una articulación injerencista que no respeta la soberanía del Pueblo Venezolano, que utiliza la OEA al servicio de los intereses imperiales y que visualiza a América Latina y el Caribe como países eternamente dependientes, económica, política y culturalmente, de los países neo-coloniales del Norte.

Venezuela es un país clave en la batalla por la defensa de los intereses geopolíticos y económicos del imperio norteamericano y los países dependientes de este por un lado y de los imperios emergentes de China y Rusia y sus aliados, por el otro. Con razón ha afirmado E. Calcaño: “Venezuela tiene las reservas de petróleo más grandes del mundo. También alberga en su subsuelo inmensas reservas de oro, coltán, cobre, bauxita y otros minerales. Todos son recursos estratégicos. Los dueños del mundo, esto es, las élites de Estados Unidos (militar, financiera, tecnológica, política, industrial y mediática), y el gran capital internacional, en su diseño de dominio mundial precisan controlar esos recursos. Los países que los poseen o son aliados (peones) o enemigos (si deciden manejarlos soberanamente). Los aliados pueden ser desde teocracias siniestras como Arabia Saudita, narco estados asesinos como México y estados fallidos gobernados por genocidas como muchos países africanos.” [1].

El gran líder de la llamada “Revolución Bolivariana”, Hugo Chávez estuvo al frente durante 15 de los 18 que tiene el chavismo al frente del poder en Venezuela (1999-2017). Este no pudo superar su enfermedad de cáncer y murió en Caracas el 5 de marzo de 2013 a la edad de 58 años. Mientras estuvo al frente del proceso Chávez (1999-2013), que gozaba de tanta popularidad, apoyado por los militares, y con una economía fortalecida por los altos precios del petróleo, no podía hacer mucho el imperialismo y sus aliados locales. Era necesario  sacarlo del escenario. El extraño cáncer que lo mató en efecto lo sacó fuera del juego. Contra Maduro, que no goza del carisma de Chávez, ni la capacidad estratégica, y con una guerra económica y mediática permanente, la derecha nacional e internacional sí puede combatir.

Tras la caída del precio del petróleo, llegó el momento de la envestida. Le cerraron el crédito a Venezuela, lo cual dejó al gobierno dependiente exclusivamente de divisas petroleras. De hecho el chavismo falló en articular en el tiempo preciso un plan nacional, enfocado en aprovechar las divisas generadas con el boom petrolero para crear nuevos sectores económicos no dependientes de tales divisas. Esa realidad le explotó al gobierno y de ahí, en parte, la crisis fiscal y económica actual de Venezuela.

Más allá de la guerra mediática, económica y judicial, montada por la derecha internacional y local en Venezuela, es necesario reconocer los avances sociales promovidos por el chavismo. Por eso tiene una inversión social del 60% del presupuesto nacional (2014) y un 19.1% del PIB. En educación pública, por ejemplo, se ha invertido el 4.9% del PIB y se ha tenido logros significativos en los niveles inicial, primario, secundario y universitario. De hecho al 2013 se contaba con un 76.6 % de cobertura de la educación inicial, un 93.8% de la educación primaria y un 75.9 de la educación secundaria. Se contaba, además, con una tasa de prosecución o continuidad de un 96.7% en la educación primaria y de un 87% en la educación secundaria, con bajas tasas de deserción.[2]  Por otro lado, se llevó atención médica a todos los rincones del extenso territorio venezolano. Al 2011, la cobertura médica abarcaba el 100% de la población. Es decir, la renta petrolera, por primera vez en la historia, se puso al servicio de las mayorías.

Es de desear que en la actual coyuntura social, económica y geo-política haya un real diálogo en Venezuela entre el chavismo dominante y la derecha litigante, por el bienestar y la calidad de vida de las mayorías populares. Un diálogo que sea realmente democrático;  lo que implica que se realice sin injerencia imperial, sin sabotajes, sin violencia de ninguno de los sectores y sin manipulaciones mediáticas descaradas. Esta una tarea urgente, pues en Venezuela, hoy día, se juega mucho la opción emancipatoria, soberana y progresista-popular de nuestra América Latina, El Caribe y el Mundo.

[1] E. Calcaño, La Constituyente en Venezuela. 31-7-2017. Disponible en: http://acento.com.do/2017/opinion/8478715-la-constituyente-venezuela/

[2] Unicef, Indicadores básicos de Venezuela. Disponible en: https://www.unicef.org/venezuela/spanish/overview_13275.htm