Nunca antes los partidos políticos, el quehacer de estos y sus dirigentes estuvieron tan desacreditados, mal vistos y repudiados.
Tampoco el mundo estuvo antes en manos de tantos jefes de estado irresponsables, farsantes, corruptos o simplemente ineptos.
Nunca, después de las grandes revoluciones, los niveles de desigualdad entre ricos y pobres habían llegado a donde están ahora y nunca antes habían abdicado ambos su condición de ciudadanos para embriagarse en la de consumidores.
Jamás en la historia moderna las personas, las empresas, los países habían estado tan endiabladamente endeudados como lo están ahora.
La velocidad a la cual circula la información y el ritmo vertiginoso al que ocurren los acontecimientos no tienen precedentes en la historia de la humanidad ni están claramente visibles las traumáticas consecuencias de este aceleramiento.
El clima, la tierra, las aguas del mar y los ríos nunca estuvieron tan contaminadas ni desataron las alteraciones catastróficas del clima que hoy vivimos con creciente intensidad y mayor frecuencia.
Nunca habíamos dañado tantos bosques, envenenado lagos, saqueado mares, secado lagunas, desertificado regiones.
El lucro y la fama despojaron a la ciencia de su antigua función de servicio a la humanidad para convertirse en el único motor que, al interior de complejos y corporaciones impulsa a científicos a inventar y descubrir.
Nunca antes la humanidad presenció la emigración de millones de personas atravesando mares y desiertos, cordilleras y selvas para, abandonando sus hogares, culturas, familias y tradiciones correr toda clase de peligros detrás de la imagen de prosperidad difundida por la televisión hasta terminar en manos de coyotes, hacinados en plantaciones o compartiendo los despojos de la promiscuidad urbana.
Nunca antes los viejos, los ancianos, los que siempre fueron depositarios del saber y de las tradiciones fueron tan devaluados por la modernidad y jamás, ninguna civilización en la historia se había permitido, al glorificar la juventud, tratar a los viejos como muebles inservibles mientras se entregaba a las pasiones, ocios, vicios y querellas de una juventud idealizada.
El deporte que fue objeto de atención propia y diversión ajena desde la antiguedad lo han convertido en una bestia con vida propia que ofrenda al lucro y la publicidad todas y cada una de las artes que alguna vez tuvieron valor.
El mundo donde los maestros degradados de rango y estima social para glorificar mujeres sensuales o peloteros, futbolistas, boxeadores y personajes de fantasía convertidos en los nuevos héroes que hasta los mismos jefes de gobierno prefieren imitar en su estilo de vida suntuoso y banal.
Cientos, acaso miles de millones de seres humanos angustiados por la carrera de ratas, compitiendo para comprar, consumir lo superfluo a cambio de destruir lo esencial: deudas y mas deudas para parecerse a la imagen del progreso y la prosperidad. Vidas sacrificadas, familias arruinadas ante el altar del consumo donde te han de ver y medir los demás.
El mundo, la humanidad entera en manos de influencers, estafadores y mercachifles de nuevo cuño en sustitución de académicos, maestros y pensadores.
Nunca antes el homo sapiens fue tan débil física y mentalmente como ahora .. somos varias generaciones con la debilidades propias del confort, la abundancia y sedentarismo. Hijos criados en burbujas de abundancia material y escasez emocional, teniendo en una pantalla su mejor y mas permanente amigo. Signados por la debilidad de carácter. Nuestra herramienta el ordenador, nuestro Dios el consumo, haciendo de nuestra existencia la infeliz sumatoria de lo instantáneo.
Ese es el mundo que terminó. De ahora en adelante será otra cosa.