Me apena decirle a los que creen que todos los males los hemos vivido y todas las desgracias las hemos visto.  Hemos caído tan bajo que ya estamos listos para rebotar, que ya no hay mas nada que pueda ocurrir en nuestro país.

Pues no.

Podemos y vamos a seguir descendiendo. Desde hace un tiempo nos parecemos a la Isla Tortuga de los siglos XVII y XVIII un territorio sin gobierno ni ley donde acudían a hacer negocios, a buscar refugio o a operar los bandoleros, piratas, traficantes y criminales de la época.

Si usted mira con cierto detenimiento quienes son muchos de nuestros visitantes e inmigrantes no tarda en percatarse de que hemos estado recibiendo mafia, delincuentes y criminales perseguidos de medio mundo.

Al convertirnos en Estado Fallido nos hemos llenado de basura local y por eso somos un foco de atracción para la basura internacional.

Nadie se crea que lo hemos visto todo.

Y cada duda que he tenido sobre la salida inevitable y sangrienta a esta situación se disipa cotidiana en la sangre que se derrama, el dinero que se roba, la dignidad que se abandona, el irrespeto que campea, el despojo del decoro y todavía seguimos oyendo y también leyendo todo ese discurso imbécil pero políticamente correcto -perdón- mierda como si fuéramos civilizados y modernos cuando no somos ni lo uno ni lo otro.

La culpa de nuestros males la tienen los haitianos, el embajador americano, la maldición de Lilís, el legado de Trujillo y cualquier otro menos nosotros mismos.