A medida que las tropas cubanas regresaban de Africa algunas de las normas que habían prevalecido en el manejo de la economía, se relajaron gradualmente aunque de manera mas bien selectiva. Los mercados de productos agropecuarios que habían alcanzado notable auge fueron suprimidos de un plumazo, mientras algunos productos ferreteros para la construcción o reparación de viviendas y así mismo electrodomésticos e incluso automóviles se vendían en base al mérito ganado, sobre todo, a veteranos de Africa. La época de las brigadas de la construcción donde los trabajadores se asociaban para construir sus propias viviendas y emprender otros proyectos se expandió también su cuota de distorsiones. Pero la confusión ideológica aumentaría porque el llamado de Fidel, invocando el legado del Ché para regresar a los incentivos morales por sobre los incentivos materiales chocaba de frente con la época, la influencia y prevalencia que en casi todo el mundo habían alcanzado el consumismo. El mercado negro reaccionó supliendo productos campesinos que ahora oficialmente no estaban disponibles. Para contrarrestar la influencia del consumismo que se filtraba a Cuba por múltiples poros Fidel lanzó en 1986 “La Rectificación de Errores y Tendencias Negativas” que procuraba rectificar pero también y colateralmente añadía cierta confusión; no esclarecía todo lo que prometía. Al final, la gente no sabía si regresarían a los incentivos morales o a los materiales porque ambos coexistían y había que estar esperando decisiones discrecionales de organismos no de normas establecidas e institucionales.
Cuba, fomentaba el turismo de todas las formas posibles y procuraba atraer inversionistas extranjeros a los cuales ofrecían atractivas propuestas de negocio. Igualmente se liberalizaron los mecanismos que sujetaban la industria a la planificación centralizada y muchas empresas adquirieron diferentes niveles de autonomía, a veces partiendo de una gestión de brigadas y en otras ocasiones trayendo a bordo a otros inversionistas y de nuevo ocasionando cierto número de distorsiones pero en general con un balance favorable.
Si contradictorias eran las señales en el ámbito de la economía, igualmente lo eran en la evolución de la situación internacional. A finales de 1983, Estados Unidos invadió la isla de Grenada y forzó la salida de las tropas y contingentes cubanos estacionados allí en apoyo al gobierno amigo de Maurice Bishop. Esta operación, posiblemente en represalia por la presencia cubana en Africa le costó la carrera al comandante Viktor Dreke por no haber enfrentado militarmente a las tropas americanas. La guerra de guerrillas en El Salvador arrancó con fuerza en 1980 mientras en la vecina Nicaragua y con ingente ayuda cubana militar, sanitaria, educativa y policial se consolidaban los sandinistas. Fidel, regresando al llamado de Gúaimaro de años atrás realizó otro intento por inculcarle a la Revolución algo del espíritu original de esta durante el periodo heroico. Prometió en ocasión de uno de sus discursos que “ahora si vamos a construir el socialismo” con lo cual, mas de un cínico se preguntó que era entonces lo que habían estado construyendo desde 1959.
Ningún discurso de Fidel, ningún congreso del partido, ninguna acción gubernamental podía revertir la dirección neoliberal en la que se movían los acontecimientos internacionales aunque desde el punto vista político, en ocasiones pareciera que las fuerzas progresistas y revolucionarias en otras partes del mundo avanzaban. No era Reagan con su retórica ni con el impulso agresivo de su política exterior, no era el exilio cubano de Miami ni la hostilidad o complicidad de otros países para con Cuba o contra ella. La Revolución Cubana del periodo heroico que fue el de mayor impacto en la conciencia mundial y en el despertar antiimperialista estaba siendo derrotada, socavada en lo mas fundamental de su sistema de valores. Para finales de la década de los años 80 estaba absolutamente clara la identidad de la criatura que había parido la era según la canción de Silvio Rodríguez. No era un corazón sino una víbora. La implantación neoliberal era un proceso global, impulsado, documentado, gestionado y defendido por Estados Unidos y era poderoso e irreversible entonces porque la humanidad no conocía el alcance de ni las consecuencias de aquellas políticas y como las mismas sembrarían el mundo de cadáveres, desigualdades, abusos y crímenes.
A pesar de las brigadas, del contingente africano, de toda la labor realmente internacionalista y de la vocación sincera de miles de hombres por el socialismo y por el comunismo, ya en el curso de la década de los 80 las tarjetas de crédito, la píldora anticonceptiva, MTV y el mundo del espectáculo habían ganado la batalla por el destino inmediato de la humanidad. Los refrigeradores y autos sustituyeron a los fusiles; la gente no procuraba construir un mejor país sino comprarse un mejor presente y para ello, al menos en Cuba consiguieron ocasionalmente la ayuda del propio régimen cuando abrieron sus puertas las llamadas “tienda de los indios” donde las familias cubanas acudían a cambiar sus prendas y joyas, que habían estado escondidas por años, por electrodomésticos de cualquier tipo y al precio que fijaba el gobierno.
En noviembre de 1989 cayó, abrumado por las manifestaciones populares, el Muro de Berlín y un mes después Estados Unidos invadió a Panamá para deponer a Manuel Noriega un ex agente de la CIA convertido en presidente y dedicado al narcotráfico. Pero este hecho también estaba relacionado con la presencia cubana en Africa.
El mundo había dejado de ser real para ser sustituido por una apariencia cuyos perfiles y agenda definían los medios de comunicación y en esa batalla campal por la mente, la imaginación y la adhesión, Fidel y su visión y su adhesión a la revolución del periodo heroico cometieron el mismo error que los dirigentes soviéticos en la antigua URSS. Habían tratado de bloquear las comunicaciones, restringiendo medios y vías de acceso para evitar que la “propaganda” capitalista permeara su pueblo, distorsionara la mente y extraviara los valores. “los comunistas de finales del siglo XX fracasaron aun mas estrepitosamente y en menor tiempo en frenar la cobertura de los medios de comunicación y evitar el tremendo impacto social que causaba su difusión. Así pues, no fue para nada la superioridad en la eficiencia del capitalismo ni su supuesta superioridad militar ni tampoco la agresividad de sus sectores ultraderechistas lo que precipitó la caída del socialismo sino la destreza en el manejo mediático que creó las condiciones de descontento, inconformidad y desconcierto en medio de la cual, los valores del socialismo, que ya habían perdido su significación por la conducta y el estilo de vida de sus elites, se metamorfosearon en un proceso político donde la gente empezó a pedirle al socialismo las dos cosas que este no podía darle: artículos de consumo conspicuo y libertades públicas al estilo occidental. Pero todo este proceso se consumó en base a un aprovechamiento coherente y estructurado de las debilidades del socialismo antes de que, para los pueblos del mundo, fuera evidente que el capitalismo que querían abrazar jamás sería capaz de garantizar las libertades que hoy suprime a diestra y siniestra y que los niveles y tipos de consumo se revelaran como una falacia, un mundo de chucherías y de absurdos que ha venido a ser conocido como el “consumismo” de finales del siglo XX. Pero nada de esto estaba a la vista. El capitalismo se manejó bien, trabajó con éxito notable sus propuestas y capitalizó sobre la torpeza de sus adversarios comunistas. Al final, todo se ha hecho y puesto claro. El capitalismo niega lo que prometió; pero ya era demasiado tarde” (Melvin Mañón, La Prosperidad, 2da, edición, pags. 161-162).
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