En el foro público establecido por el Banco Central aparece un interesante artículo firmado por el Dr. Ramón González, Director del Departamento de Cuentas Nacionales y Estadísticas Económicas de la indicada institución, dando una serie de explicaciones sobre el por qué las nuevas cifras del producto interno bruto (PIB) y sus componentes son tan distintas de las anteriores.
El artículo nos da una lección a todos los ignorantes, que ahora vamos a poder entender los cambios metodológicos que permitirán disponer de datos más confiables sobre la estructura económica y sobre el crecimiento del PIB. También se refiere el autor a algunos artículos publicados por otros economistas que habíamos hecho referencia a esos cambios.
En mi condición de profesional de la economía, valoro muy positivamente la corrección metodológica porque, como decía en mi artículo anterior, creo que ahora vamos a tener datos más creíbles del crecimiento. Y no tengo ninguna objeción técnica a las explicaciones dadas por el Dr. González, sino que estoy convencido de que el cambio fue en la dirección de mejorar.
Ahora bien, con la tozudez de todo ignorante, reitero que el valor a precios corrientes del PIB global o de cualquiera de sus componentes no cambia porque se modifique la base. Es más, el valor corriente no está referenciado a ningún otro año; sencillamente, es corriente. Por tanto, si el valor da diferente ahora que en la serie anterior, entonces solo hay tres explicaciones posibles: estaba mal medido antes, o está mal medido ahora, o lo están ambos.
Por lo que a mí concierne, no fui quien escribió o insinuó que el ajuste realizado obedece a factores políticos o “no económicos”, sino que entendía que se está haciendo un esfuerzo para corregir un viejo error. No obstante, ahora sí digo lo que no dije antes: desde el punto de vista político sale muy bien parada una institución que, a un viejo gobierno le daba excelentes noticias cada tres meses sobre el crecimiento económico, y ahora que ya no está realiza un cambio metodológico del cual resulta que esos excelentes ritmos de crecimiento económico no eran reales, sino que los reales son los más altos de la etapa actual. Feliz coincidencia.
También desde el punto de vista político le sale muy bien al que realiza cálculos de crecimiento, mantener una altísima ponderación para un sector como el de las telecomunicaciones mientras crecía como la verdolaga, porque ese gran crecimiento obedecía sencillamente al uso del número de líneas telefónicas como indicador, valorado a precios antiguos, en un tiempos en que se hizo universal la tecnología de hablar por celulares en vez de teléfonos fijos.
Y mucho mejor le sale políticamente si el cambio de la metodología, en que baja la ponderación y ya el número de líneas no es relevante, coincide justamente con la época en que dicho indicador no crece por saturación del mercado, sino que va a comenzar a declinar como efecto de que se haya descubierto y se esté sancionando el uso de “teléfonos macos” para fines fraudulentos o delictivos. Mucho más feliz coincidencia.
Si, como leí hace muchos años en una ingeniosa nota periodística, la ventaja de la lucha libre era que cada país podía darse el lujo de tener un campeón mundial “de la bolita’el mundo”, si cada país hubiera persistido en medir sus cuentas nacionales a partir del crecimiento de la difusión de los teléfonos celulares, entonces todos los países podrían haber reclamado para sí el mérito de tener el mayor crecimiento económico del mundo. ¿O acaso la República Dominicana fue el único país en que se puso de moda hablar por celulares?
Alabo de buena fe el cambio de la metodología, porque confío en que la misma nos conducirá a manejarnos con datos más creíbles. Pero lo que he visto hasta ahora no me parece suficiente. Tendría que hacerse una revisión retrospectiva de los datos para un período muy largo, de modo que podamos analizar realmente lo que pasó, para que la historia oficial no quede distorsionada.
Y todavía eso es insuficiente. No basta con cambiar las cifras. También hay que pedir perdón. Pedir perdón a los organismos internacionales por inducirles a difundir por todos los rincones del mundo datos de los cuales ellos mismos desconfiaban.
Pedirles perdón a los analistas económicos dominicanos por obligarnos a utilizar en todos nuestros trabajos cifras estadísticas que sabíamos que no eran correctas. También a algunos, pedirnos perdón por todos los denuestos a que fuimos sometidos por decir que aquella metodología no era correcta y que los números estaban mal.
Y muy particularmente, pedir perdón a la ciudadanía; al pueblo dominicano al que se le estuvo dando cuentas de una realidad que no era tal.