“Si no enderezamos el rumbo pronto, acabaremos allí donde estamos yendo”.

(Irwin Corey)

El aprendizaje emocional, social, combinado con el pensamiento sistémico nos ayuda a comprender la complejidad dinámica y la complejidad social del entorno, del contexto donde interactuamos. En gran medida captamos la causa y efecto, la acción y consecuencia, por la neuroplasticidad del cerebro que se moldea y cubre e incorpora en su amplitud, las nuevas experiencias, habilidades y el desaprender, aprendiendo. El cerebro se constituye así en el órgano que más tarda para su desarrollo definitivo, empero, no se agota ni se reduce frente a nuevas realidades.

Las sociedades cambian como efecto del grado de su desarrollo histórico, material y social. Su evolución es permanente, a veces nos da una percepción circular, sin embargo, cuando le damos la mirada del sociólogo hay un cambio sempiterno, a veces como el niño que transcurre entre los 8 años y los 12, entre los 12 a 18. ¡Rápido y veloz! A menudo cuando nos encontramos entre los 40 y 50 las mutaciones y transformaciones no logramos desdibujarla a simple vista.

La sociedad dominicana ha cambiado su fisonomía. Desde el 1961, salvo el 1989-1990, 2003 y ahora, 2020, grandes saltos hemos acumulado como sociedad, sobre todo en su infraestructura y algunos indicadores sociales que como mácula paradojal ha mejorado, empero, no en el ranking con sociedades similares a la nuestra. Un análisis tanto de corte transversal como longitudinal, como factores de tiempo involucrados, nos dice que no salimos airosos sobre todo en desarrollo humano y desigualdad.

La sociedad, simple obviedad, es totalmente otra con sus secuelas de asimetría y de injusticias. Las grandes transiciones con sus expectativas florecientes no colapsaron ni quedaron totalmente truncadas, no obstante, si sesgadas en la oblicuidad y la miopía de un liderazgo tautológico y no comprometido con sus tiempos y los desafíos renovados que a cada generación le interpela. Esa interpelación es la llamada subjetiva, la conexión ineludible entre la realidad y las expectativas, la dinámica social-económica-política e institucional que deriva. Se crea un cuerpo de conjunción donde el hilo rector cobra cuerpo en la asunción misma de la corporeidad holística.

No existe, pues, ninguna transición fallida en sí misma sino como parte del resultado final de la esencia, de la comunión que la sociedad tiene como un todo. Balaguer en la dirección de un Estado bonapartista con la plataforma formal democrática, era sin embargo, un Estado autocrático. No obstante, grandes fueron los cambios, inéditos en la formación social dominicana. Reformas materiales cuya incorporación de la materialidad traía el germen de su desplazamiento al desestructurarse, en gran medida, los desniveles entre la infraestructura y la superestructura.

El ascenso del PRD significó un salto en el orden institucional y democrático: libertad de los presos políticos, el retorno de los exiliados, despolitización de las Fuerzas Armadas, burocracia civil en la administración del Estado y un aire más fresco de la libertad y cambios de actitudes y aptitudes, en gran medida, de los aparatos coercitivos. La referida organización, no obstante, no jugaría su rol en las necesarias reformas estructurales en el contenido sustantivo de la dimensión económica. La llegada de Joaquín Balaguer, su retorno, le fue más fácil en su concepción autocrática, no así el soporte de la represión de los 12 años. La sociedad había cambiado, no fue fallida la transición, sobre todo, la modalidad política y el papel de los medios de comunicación. El paradigma mediático se transformó.

A partir de 1996 se forjaría una transición cuyo eje de articulación debió cimentarse en la concreción real de un verdadero Estado de derecho, allí donde la base institucional y la plataforma jurídica sería el norte de la dirección, teniendo como telón la transparencia y donde los servicios públicos fueran de entera calidad, eficiente y eficaz. El telón de fondo, desde 1996-2020, sobre todo a partir del 2005, fue la asunción del Estado como una corporación, una redimensión del Estado como negocio. La figura marxiana de la acumulación originaria de capital quedaría cuasi “tristemente arrinconada”, por el desbordamiento de la corrupción, del clientelismo demencial hasta el paroxismo.

16 años significaron una nueva casta, una “burguesía burocratizada”, al amparo total del Estado, con sus ramificaciones en el poder fáctico de una parte de la burguesía tradicional. Vale decir, las fuerzas sociales quedaron eclipsadas a lo largo de todo ese interregno en una especie de matrimonio donde el modelo económico quedaría frisado y la base de la competitividad estaba en el precio de ajuste de los salarios. Salarios bajos, sin innovación tecnológica, con capital humano, donde el promedio de escolaridad es el sexto grado y medidos por PISA quedamos en los últimos lugares en: ciencias, matemáticas y lectoescritura.

La sociedad se orienta, cambia, busca un respiro, quiere respirar en medio del asfixie más agotador. Sin oxígeno irrumpe cuasi sin respiración para cambiar. Sin embargo, los actores políticos no se ponen a tono con el nuevo liderazgo, no se empina conforme la circunstancia que exige la sociedad. Hay actores políticos en “vigencia” todavía como reminiscencia de la recesión democrática, como secuela del atraso político-social. Emerge una nueva sociedad que empuja y arrincona a aquellos que ayer fueron los protagonistas más connotados. Una lucha entre lo viejo y lo nuevo como cantera de esperanza de un nuevo porvenir. Lo que ayer fue aceptación social, indiferencia, hoy, es el grito no importa el peso de la desviación.

La sociedad cambió desde el mismo instante que el aparato político de dominación y hegemonía se desarticuló, se desmembró, con la antesala de los movimientos sociales y la desconexión de lo que fuera, en gran medida, su soporte social. El PLD fuera del poder, más allá del dinero del acumulado, sin la presencia del Estado a su favor, no podrá ser carta de triunfo en los próximos 8 años por lo menos. Desde la perspectiva político-social somos otra sociedad, más allá de la pandemia y su secuela de la crisis sanitaria, de la crisis económica y laboral. La no comprensión del liderazgo político retardará la magnitud del cambio, sin embargo, los anulará como actores.

Que una parte significativa de los Senadores sigan pontificando el barrilito y que solo dos no lo hayan recibido, nos dice mucho acerca del alejamiento que tienen con el sentir y expectativas de la sociedad. De igual manera, la reacción de la clase política con el discurso del Presidente acerca de disminuir en un 50% los aportes del Estado a las organizaciones partidarias para el año 2021. Lo real es que desaparezca ese subsidio y que solo se contribuya desde el Estado en periodo de elecciones. La partidocracia nuestra no entiende que tiene que asumir un aprendizaje social y emocional en la perspectiva del pensamiento sistémico, donde la conexión, empatía, adaptabilidad y resiliencia son las características que lo fragüen y empujen. Deben de asimilar como nos decía Thomas Edgley “Cambia o muere”.

Aquel proverbio chino que reza “los sabios se adaptan a sus circunstancias, tal como el agua adopta la forma de la jarra”. Kimberly no es Kimberly, como el todopoderoso Comité Político de ayer no es el mismo de hoy (dos meses de diferencia), como los 4 técnicos del PLD que “respondieron” al discurso del Presidente Abinader, hubiese sido inaudible, inaudito e inenarrable poderlo creer, verlos a ellos como ha sido el Congreso del PLD y su impacto en la sociedad. Es sencillamente que la sociedad cambió.

¡Un nuevo liderazgo emerge en la sociedad, más horizontal, más transparente, más de cara al rostro y a los ojos, con menos manipulación, menos cinismo y simulación, con menos mentiras para jugar al tiempo, con más coherencia y determinación en el compromiso con los intereses societales! Ese nuevo liderazgo se encuentra en el seno de la misma sociedad. Un liderazgo que rompe con la tradición de la jerarquía, que no entiende de status ni de posición económica. Un liderazgo más con autoridad moral que la autoridad posicional, con más valentía y compromiso, con más visión hacia los intereses en su conjunto, con más firmeza, con más apertura hacia la colaboración y el saber con extraordinario carácter lo que no es negociable.

Ralph Waldo Emerson dijo alguna vez con mucha propiedad “la vida es un viaje, no un destino”. La cruzada es la búsqueda y encuentro con nuevas tonalidades. Quizás nos encontramos frente a una sociedad que está muy por encima del liderazgo político, donde hay tres de ellos que no la representan, que no guardan relación con la textura de su nueva dimensión. De allí que todo lo cuestionan, lo interpelan y está en la órbita del equilibrio en la paciencia, sin perder el contenido de la nueva testificación.

¡La sociedad se dio cuenta como mucho antes nos lo había expresado Fiodor Destoievski “El secreto de la existencia humana no solo está en vivir, sino también en saber para que se vive”. Ese es el camino de la sociedad dominicana en este nuevo tránsito, duro, difícil, inagotable, con incertidumbre, pero decidida a luchar contra los obstáculos en la búsqueda de nuevas oportunidades!