Con el título que le he puesto a este desahogo, cualquiera pudiera llegar a creer que no me refiero a un nombre criollo, de eso que identificaban la dominicanidad como estampa de tierra adentro de mi país. Ese nombre es, Petronila Adames Frías, precisamente correspondiente a la misma persona.
Sin embargo, de haber encontrado una esquela mortuoria en cualquier medio, de seguro el nombre de Petronila, me hubiera pasado de desapercibido, y para evitar que mi alma y mi corazón fueran a equivocarse cuando tuviéramos que llorarla, preferí simplemente hablarle de la partida de Tonita como la conocían en el lar de su pueblo.
Y así lo hago porque de esa manera me traslado a la parte final de la calle Sánchez de Bonao, sitio del cual tengo profundos recuerdos infantiles, en razón de que fueron muchas las veces que mi padre, Taní Martínez Rosario, me llevó a visitar su primo Momón Rosario, o sea hijos de dos hermanos, el primero, de la hembra, y el segundo, del varón. En consecuencia, este último era el esposo de doña Tonita, de cuyas visitas conservo muchos episodios, pero los que más me marcaron fueron, el aroma del café criollo, tostado, majado y colado por la doña -y quizás Doménico, el hijo mayor de la pareja, ayudó a majar dicho café. Y la otra marca que siempre he llevado en mi recuerdo de infancia, era la proverbial empatía que se manifestaba entre mi padre y el padre de los hijos de doña Tonita y las finas atenciones de esta dama.
Entre visitas y visitas, recibiendo de la pareja siempre una pura manifestación de amor familiar, y ser testigo del afán diario de Tonita, compartido por don Momón, un fatídico día (26 de enero de 1978), como jugada del destino fallece el patriarca familiar, dejando entonces, aquella diminuta mujer cargada de párvulos todavía de amamantar, muchos de ellos, y otros tal vez en la cintura, abrazada sola a la esperanza de Dios, para que asumiera la antorcha de echar hacia adelantes sus 6 hijos que había procreado con su esposo, de mayor a menor, Doménico, seguido de Nerys, Oneyda, Fausto, Xiomara y Félix.
A partir de ese momento, nace la gladiadora. Hubo de asumir la rienda del hogar, y por efecto, tomar sus planchas de carbón para planchar pantalones de casimir y caqui, y bajo una férrea fe cristiana, tras ese fatídico evento de la naturaleza, asumió la conducción como madre soltera, solamente acampándose del manto protector de la Virgen de la Altagracia, -de la cual era devota-, a la que quizás como ruego, le habrá pedido que su tiernas manos se convirtieran en las rastras de arar, ya no la tierra, sino la esperanza de sembrar valores en sus muchachos huérfanos, así inculcarle sentimientos morales e impulsarlos por el bien y el amor a su próximo.
El domingo 25 de lo corriente, se marchó Tonita, quien había viajado allende los mares, a llevar en su pecho materno, la carga de unos besos prometidos a los suyos en los rascacielos de ultramar, y surcando los aires en una palmera de hierro de vuelo maternal, casi al fin de su vida, acude a la cita del amor filiar a depositar en las mejillas de hijos y nietos su beso maternal.
Si, se nos fue Tonita, y en vez de marcharse la veo llegar, tendiendo lienzos blancos en devoción de la virgen María estampando su nombre, quien siempre será inmortal.
Llegó Tonita y atrás dejó a Juanita carga de lejanía, y al no encontrar su vuelo, cogió la muerte de montura para perpetrarse en nuestro recuerdo, y marchándose en viaje infinito para explorar nuevos caminos que le llevaran a lo divino. Primero entregó sus piernas, como queriendo decir, hasta con muletas he venido a repartirles besos a los míos. Y rumbo al quirófano al querer extender tus 92 primaveras, pero, al parecer que ya no era necesario porque como dice el poeta Manuel del Cabral, "es tanto lo que había pisado esta tierra que es ella la que anda ya".
Se nos fue Tonita a esperar por su regreso, y aunque quedaron muchos besos pendientes, sabemos volará de nuevo, en busca de las mejillas de tus parientes, y no cesarán las estampas de tus mimos o besos, aunque a los cielos te nos fuera, no importaría la lejanía para sentirlo todos los días. Y si bien nos pudiera volver mañana, almacenados habrá de guardarlos, para enviarnos siempre a nuestros henchidos corazones, tus lluvias de bendiciones.
Se marchó Tonita y me dejó el revuelo de los ángeles heridos, ahora batiéndose en sus alas rotas y sutiles o quién sabe si de terciopelos, sin embargo, me han dado un golpe más duro que el propio hierro. Se nos fue Tonita y como quiera su regreso espero, ya no su cuerpo, solo me conformo que vuelva como ángel vestida, y que nos traiga su noble alma, cuando los muertos vuelvan a sus vidas.
¡Que descanse en paz y que reciba los abrazos colectivos de su pueblo, que aun quedamos en duelo por tu inmenso amor y tu gran desvelo, por darnos como lo hiciste, una familia modelo!