Por lo menos durante dos siglos el libro de texto (LT) ha sido uno de los instrumentos del trabajo pedagógico de los docentes, de manera que resulta difícil encontrar maestros y profesores que no los utilicen en sus clases. Pero, en las conclusiones del III Encuentro Nacional sobre el Libro Escolar y el Documento Didáctico en la Educación Primaria y Secundaria, celebrado en 1990 en la Universidad de Valladolid, España, se advirtió: “Un libro por bueno que sea, será un instrumento ineficaz en el aula, si no cuenta con la labor del profesor, factor imprescindible de la acción educativa”.
En lo tocante a las escuelas dominicanas sin bibliotecas, -y hasta con ellas- el principal recurso que utilizan maestros y profesores para que niños, niñas y jóvenes aprendan, lo determina el Ministerio de Educación en el diseño curricular de cada nivel educativo. Y para lograr los aprendizajes, desde hace años desarrolla un programa que provee un LT único por curso y asignatura a los estudiantes de primaria y secundaria del sector público y aprueba los que seleccionan los colegios privados para sus estudiantes.
Entre los materiales utilizados en las escuelas para facilitar la enseñanza y el aprendizaje, son pocos los que despiertan tantas polémicas y han generado debates, desde hace tiempo y en muchos países, como los LT. Si por un lado existe consenso en la utilización de computadoras, mapas, cuadernos, pizarrón, entre otros, los LT todavía producen opiniones diversas sobre su uso -y abuso-, opinan algunos. Además, muchas de las críticas que se les hacen apuntan a sus deficiencias de contenido, sus lagunas y errores conceptuales o informativos.
La literatura especializada establece que un sector importante de los docentes cree que los LT han dejado de ser una herramienta útil. Otro, cree que dado su consumo masivo, siguen siendo un producto que puede dar buenos resultados si se utiliza de manera crítica y creativa. Y, por último, el sector mayoritario que sigue utilizándolos, a veces de manera acrítica y poco creativa, como único, o casi único material de enseñanza.
Entre aquellos que creen que los LT han dejado de ser un instrumento útil, hay que destacar al profesor de la Universidad de Valencia, Jaume Martínez Bonafé (2006), quién se pregunta por las razones que explican su papel hoy, ya que son “un formato para codificar el conocimiento escolar que tiene más relación con el antiguo tiempo de las catedrales que con los actuales tiempos del WorldWideWeb y el sujeto internauta”. Asimismo, considera que no se le ha dado al LT “la importancia que tiene en el control sobre el diseño y el desarrollo de la enseñanza, sobre el control del trabajo docente, sobre la manera en que implementa una racionalidad tecnocrática, cientifista e instrumental en la concepción de cómo deberán relacionarse la teoría y la práctica de la enseñanza”. Y agrega: “¿Cómo es posible que, siendo tan profundas y radicales las transformaciones que ha ido experimentando a lo largo de los siglos, el mundo de la cultura y el mundo de la comunicación, el artefacto que concreta y presenta el curriculum en el interior de la institución escolar haya permanecido casi inalterable desde la Edad Media hasta nuestros actuales días de neoliberalismo salvaje?”.
En el lado opuesto, Schmidt (2004) sostiene que el LT es un material importante y de gran aceptación porque, además de proporcionar, organizar y sistematizar los contenidos explícitos incluye métodos de aprendizaje de la disciplina. No es solo libro de contenidos de historia, geografía, química, sino también un libro pedagógico que está contenido en una concepción de aprendizaje. Mientras que T. Hutchinson y E. Torres (1994), en lugar de considerar el LT como un obstáculo en la enseñanza y el aprendizaje o un elemento poco flexible para la marcha docente, lo conciben como un marco o guía que ayuda a los estudiantes a organizar su aprendizaje tanto dentro como fuera de clase. Para los profesores, el LT constituye un material que hace la enseñanza más fácil, más organizada, más adecuada, y proporciona confianza y seguridad.
También hay que reconocer que para miles de escolares, en este y otros países en desarrollo, el LT es el primer contacto con el universo del libro. Y para otros miles, durante muchos años, seguirá como único soporte de conocimiento cultural, científico y literario, ya que muchos no tienen ni tendrán acceso a bienes culturales.
Los LT se califican como un instrumento político, una herramienta pedagógica y un medio de información. Talvez por lo cual se generan críticas diversas, y algunas de ellas provienen más de su uso que del libro en sí. Al respecto señala Prendes (1994): “El mal no está en el medio en sí, sino en el uso que de él se haga. El libro puede contribuir a la reflexión, a la creación y al aprendizaje innovador o por el contrario puede convertirse en instrumento que degrada y deforma la enseñanza".
Entre las críticas más comunes que les han hecho algunos autores hay que destacar las siguientes: (a) Presentan los contenidos de forma unidireccional, descontextualizados y aislados. (b) Tienen intereses ideológicos y políticos. Limitan el papel del maestro/profesor, que se convierte en un mero intermediario, entre el autor, la editorial, el ministerio de Educación y el alumno, o entre el ministerio de Educación, los colegios privados y el alumno. (c) Fomentan el reduccionismo metodológico del profesor. (d) No desarrollan la formación crítica de niños, niñas y jóvenes limitando, además, la experimentación. (e) Fomentan el aprendizaje de tipo memorístico y repetitivo. (f) No apoyan la confrontación de las publicaciones, y otras. Por su parte, la UNESCO en sus informes expresa que cuanto más se libere la información de formatos rígidos, y cuanto más se faciliten las posibilidades de compartir conocimiento necesariamente plural, más se acerca a ese derecho universal a la adquisición de saber.
Los LT utilizados en las escuelas y liceos públicos del país no deben ser la única fuente para desarrollar el proceso enseñanza-aprendizaje. Estos deben ser vistos como parte de los instrumentos de apoyo al trabajo pedagógico y que, por buenos que sean necesitan ser ampliados con consultas a otras bibliografías para enriquecer los aprendizajes de alumnos y alumnas.
Por último, es tiempo de que las autoridades del MINERD propicien políticas que reduzcan la brecha entre la educación pública y privada. Textos, en vez del texto único, formación inicial y continua de los docentes e incorporar las TIC y la Internet en la mayor cantidad de escuelas y liceos podrían significar una mayor calidad educativa.