Al  Covid 19 podríamos perdonarle haber llegado de contrabando en un infeliz turista del que no sospechamos; imponernos hasta ahora 80 ruedas de prensa de un ministro de cara patibularia; presidir el Comité Central de la campaña electoral del Penco; prohibir que uno vaya por ahí a botar el golpe tomándose un trago y condenarnos a vivir en prisión domiciliaria. Pero, eso sí, jamás le perdonaremos, además de enfermar, desemplear y matar a tanta gente, haberle impuesto al país una odiosa rutina monotemática en la que, como es mi caso, escribir de algo nuevo cada dia cuesta un trabajo del carajo.