El desarrollo de un país se retarda si antes no logra avanzar en educación, por lo cual, la educación preuniversitaria dominicana requiere cambios, y mientras más rápido mejor. Cambios que impacten las prácticas de los docentes en las aulas y posicionen las escuelas como centros importantes en cada comunidad; y la política sea política educativa, para que los estudiantes adquieran aprendizajes de calidad para participar en mejores condiciones en otros escenarios.

La reforma pedagógica y curricular de los años noventa no surtió los efectos esperados porque no fue aplicada adecuadamente por las autoridades de Educación. Y la revisión y actualización curricular en marcha, no ha sido ni revisión ni actualización, es más de lo mismo del siglo XX. Por tanto, sus resultados no serán diferentes si no se replantean. La calidad de la educación no se logra con discursos y publicidad costosa, es producto del trabajo planificado y desarrollado por todos los actores del sistema. Las palabras suelen usarse con mucha facilidad cuando se trata de escribir discursos; pero resultan muy difíciles de emplear, cuando se trata de orientar acciones que buscan resultados.

En los últimos años se han incorporado al sistema educativo estrategias que bien conducidas podrían contribuir al mejoramiento de la educación nacional, como son: la Jornada Escolar Extendida (JEE), iniciada en el año 2011; el Plan Nacional de Alfabetización Quisqueya Aprende Contigo, presentado al país por el presidente Danilo Medina el 8 de enero de 2013; y con el presupuesto aumentado al 4% del PIB, -desde enero de 2013- se inició un programa de mejoramiento y construcción de escuelas que ha permitido aumentar la matrícula a más de un millón de estudiantes en la JEE, y se ejecutan otras iniciativas.

Con este panorama de fondo, el lunes 22 de julio de 2013, Carlos Amarante Baret,  después de tomar posesión como ministro de Educación, en sustitución de Josefina Pimentel, dijo que llegaba “en  un momento importante de la vida política nacional, sobre todo en términos de educación, ya que se ha estado anunciando una revolución educativa” (listindiario.com). En consecuencia, Amarante Baret, se convirtió en el impulsor principal de la RE del presidente Danilo Medina, y el gasto en publicación y publicidad lo aumentó en 500% entre 2013 y 2014, según un estudio de Acción Empresarial para la Educación (EDUCA). Y cuando fue designado en otro ministerio, dijo en la ceremonia de traspaso, ocurrido el 17 agosto de 2016: “Sé que en manos del compañero Andrés Navarro todos estos proyectos seguirán avanzando, por su capacidad, y porque el líder de esta revolución está empeñado en que la educación dominicana de una vez y por todas sea de calidad, a eso apuesta nuestro Presidente (…)” (elnacional.com.do).

De revolución educativa (RE) se habla y se aplica en muchos países, pero en algunos solo ha sido: mucho ruido y pocas nueces, porque se obvia que para pasar de la consigna RE a  su diseño, implementación, ejecución y evaluación, se requiere un conjunto de prerrequisitos y condiciones que deben ser puestos a la consideración de los actores, tanto en los niveles de decisión política como en los niveles más significativos de esta revolución: el maestro de aula, precisa el educador peruano, Alfrendo Rodríguez Torrez.

Como prerrequisitos, este autor expresa que no habrá RE: (a) Si no milita en ella el maestro de aula y la comunidad educativa; (b) Si el Estado no dispone los recursos financieros para implementarla; (c) Si no se inicia con los alumnos cuyas necesidades educativas están menos satisfechas; (d) Si la sociedad en su conjunto y los medios de comunicación no se incorporan y se comprometen con ella; (d) Sin un diseño curricular pertinente  para cada nivel educativo; (e) Si los estudiantes no alcanzan los grados de educabilidad obligatorios, mediante la satisfacción de necesidades de nutrición y salud.

Y como elementos centrales de la RE, identifica: (1) Maestros motivados, con convicciones firmes sobre su misión, pues no hay ninguna duda que son ellos con sus estudiantes, los que tienen que hacer la revolución, los cambios que se requieren para alcanzar la calidad educativa; que mantengan una relación afectiva intensa con sus alumnos y un liderazgo efectivo en su comunidad educativa; (2) Alumnos bien alimentados, motivados y dispuestos al esfuerzo que significan los aprendizajes. El Estado debe convertir cada escuela en un centro de atención integral de los alumnos; (3) Un curriculum pertinente y relevante, pues basta de diseños curriculares realizados por “especialistas” de la Capital que desconocen o conocen muy superficialmente las escuelas y liceos públicos. Hay que  trabajar para los alumnos, para satisfacer sus necesidades de aprendizaje, de entendimiento de su entorno y de su vida, realidad que los desafía todos los días y que requiere de creatividad y convicción para afrontarla; y que aprendan lo que deben saber hacer con lo que aprenden; (4) Recursos financieros suficientes. El Gobierno debe poner a disposición de la RE todos los recursos financieros que sean necesarios. La educación de las futuras generaciones no constituye un gasto sino una inversión totalmente segura y de grandes réditos. Sin embargo, el dinero no es todo, hay que saber gastarlo para que sea una inversión rentable.

Todo parece indicar que al agregado de acciones descritas en el tercer párrafo es que se le ha llamado revolución educativa. Ya que ni Amarante ni Navarro, constantemente expuestos a la prensa en inauguraciones y otros eventos, se han referido a cuáles son las bases conceptuales que sustentan esa revolución educativa, que promocionan en los distintos medios. Asimismo, resulta preocupante  el titular de eldinero.com.do del 28 de marzo, 2017: Estructura actual del Minerd no puede sostener la “revolución educativa”, afirma ministro. Y Navarro dice: “Estoy convencido que con la actual institucionalidad es imposible que la revolución educativa sea sostenible. El Ministerio que hoy tenemos no sirve para sostenerla”.

En definitiva, la revolución educativa que se publicidad en la prensa es mucho ruido y pocas nueces.