Mediante el Convenio 183 sobre protección a la maternidad de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), expresada en la Resolución 211-14 que consagra la maternidad de 12 a 14 semanas y que fue emanada en el año 2000, es un verdadero paso de avance desde el punto de vista social, pues viene a constituir dos semanas más para que la madre este con su hijo.
Los actores sociales más conscientes tienen que visibilizar y poner en su justa dimensión esta trascendental decisión, para que no opere una discriminación en contra de LA MUJER por parte de los empleadores a la hora de seleccionar sus recursos humanos. Ya una importante empresaria dijo que “El aumento de las semanas de disfrute maternal podría suponer un impacto económico para las empresas, sobre todo para las pequeñas y medianas, si no se realizan ajustes”.
Una visión sumamente estrecha pues el horizonte, la perspectiva debe ser más holística. Lo que implica en el imaginario social y emocional para la familia que acoge a la nueva criatura; lo que significa para la sociedad en término de costo, calidad de vida y bienestar para el grupo primario por excelencia en la sociedad; y el impacto social y económico se configura más para la empresa, ya que la mujer se sentirá más estable emocionalmente, una vez llegue a la organización, lo que coadyuvará a una mayor y mejor productividad y calidad con respecto a sus tareas. Ello trae consigo más motivación y en consecuencia, el clima organizacional se expande de manera más positiva.
Se ha demostrado científicamente que un personal motivado, su potencial aumenta exponencialmente entre un 30 a un 46%, lo que impacta a favor económicamente para la empresa. Cabe resaltar desde el punto de vista de la construcción cultural, desde la Sociología Organizacional y Psicología Social que cuando la mujer trabaja, esto repercute más favorablemente en la familia. La mujer tiene menos derivaciones fuera del hogar que el hombre con respecto al dinero y se concentra más en la frase de Stephen Covey “Lo primero, lo primero”. O, como decía Hesse “Lo que importa más, nunca debe estar a merced de lo que importa menos”. La mujer asume una perspectiva más global con respecto a las necesidades de la familia y a una mayor cohesión social.
Aquí, en República Dominicana, las mujeres son muy discriminadas a pesar de contar a su favor con el Artículo 39 que responde al Capítulo I de los Derechos Fundamentales, que dice “Derecho a la igualdad. Todas las personas nacen libres e iguales ante la ley, reciben la misma protección y trato de las instituciones, autoridades y demás personas y gozan de los mismos derechos, libertades y oportunidades, sin ninguna discriminación por razones de género, color, edad, discapacidad, nacionalidad, vínculos familiares, lengua, religión, opinión política o filosófica, condición social o personal”.
En el numeral I contempla “La República condena todo privilegio y situación que tienda a quebrantar la igualdad de las dominicanas y los dominicanos, entre quienes no deben existir otras diferencias que las que resulten de sus talentos o de sus virtudes”. El numeral 4 señala “La mujer y el hombre son iguales ante la ley. Se prohíbe cualquier acto que tenga como objetivo o resultado menoscabar o anular el reconocimiento, goce o ejercicio en condiciones de igualdad de los derechos fundamentales de mujeres y hombres. Se promoverán las medidas necesarias para garantizar la erradicación de las desigualdades y la discriminación de género”.
No obstante, estar consagrado en la Ley de Leyes, en nuestra sociedad que tenemos más mujeres que hombres, sin embargo, los hombres tienen una tasa de desocupación mucha más baja: 8% y las mujeres 23%. El desempleo ampliado es de un 14% y las mujeres tienen una desviación negativa de 10% más del general. El hombre 6% menos del porcentaje general para una desviación positiva.
Cabe resaltar que las mujeres ocupan el 67% de la matrícula universitaria y de cada 100 que se gradúan con honores, 90% son mujeres. Con relación al salario, donde existe un principio gerencial, que estipula “a trabajo igual en idénticas condiciones, salario igual”. En nuestra sociedad las mujeres ganan promedio 23% menos que el hombre. Incluso, en la misma Administración Pública se registra esta discriminación en detrimento de la mujer.
La mujer constituye estadísticamente el 50.9% de la población; en cambio, como contraste y expresión del atraso social que se verifica en la cultura visceralmente machista, la ocupación masculina es de un 63% y la mujer de un 37%. Las mujeres se sitúan con mayor tasa de ocupación en el Sector Servicios: Educación, Salud y un componente significativo en el Turismo; empero, no en las escalas de las referidas más arriba.
El empleo es el fenómeno social que más contribuye con la generación de la riqueza de una sociedad; determinando el grado de inclusión/exclusión de la misma y expresa un componente importante de la autoestima de una persona; nos señala el grado de participación de una persona como ser humano. Es el síntoma que nos llena el alma de la verdadera afiliación institucional. Sin empleo, la vida se vuelve cuasi nada, fofa, mullida; ausente de la vida social. Es, en otra palabra, el baluarte de la incorporación de la demanda y la oferta en una sociedad que contribuye a más Capital Social y Cohesión Social.
El empleo bosqueja la disciplina del individuo, su organización, ilusión, sueños y esperanza. Significa la concreción de la vida material y espiritual. De los cuatro roles de una persona: 1) Familiar; 2) De pareja; 3) Social; y, 4) Ocupacional, este último valida los demás y hace posible el equilibrio del individuo al penetrar en todos, cual si fuera un eje transversal.
Nuestra economía acusa un enorme contraste. Crece la economía a un ritmo halagüeño, pero no así su tasa de empleo. La precarización laboral limita, al mismo tiempo, la potencialidad de una ciudadanía crítica, que se exprese como ser social, aunando una mayor integración social. El 44% de los empleos son formales y el 56% informales. La mujer acusa una dimensión muy grande en el Mercado Informal: 61%. El empleo es el eje vital que ramifica parte sustancial del desarrollo de una persona; sin él se destruye el corazón de un ser humano y las sociedades no encuentran la columna de la verdadera correa que sintoniza con el desarrollo.
La Resolución 211-14 de la Organización Internacional del trabajo (OIT) que vela por una maternidad más de protección a la familia, no debe verse desde el espacio meramente reduccionista del impacto económico a la empresa; sino, como una oportunidad del crecimiento de la familia, más sana, más integrada y con menos costos económicos y sociales para la sociedad.
¡No contribuyamos a la cadena intergeneracional de la pobreza en una sociedad donde el 40% de la familia es monoparental, conducido esencialmente, por LAS MUJERES. A la desigualdad de los salarios y la participación en el empleo y su precarización, no sumemos la exclusión de la burbuja de dos semanas de protección a la familia. Dejemos atrás la medición de los límites que lleva a la confusión y a la procrastinación!