El intento una nueva reforma constitucional para unificar las elecciones municipales con las presidenciales y congresuales, como ardid para hacer pasar la rehabilitación de Danilo Medina para que éste pueda volver a ser candidato presidencial, constituye otra de las tantas burlas al deseo de institucionalización y decencia de la práctica política en este país. Es natural que esa iniciativa la impulse principalmente la facción danilista y otros  sempiternos pescadores en ríos revueltos. Pero, sin medias tintas, que un importante sector del PRM apoye tal despropósito podría leerse como una inconsecuencia a la memoria de Hugo Tolentino que con tino y ahínco combatió el significado de los gobiernos del PLD, sobre todo este último.

Con su apoyo a la referida rehabilitación, ese sector perremeista también desconoce el generalizado sentimiento de lucha contra los sobornos de Odebrecht y la corrupción e impunidad, llevados hasta la nausea por este gobierno. Ese sentimiento se expresó más contundentemente en las marchas de Marcha Verde, de las que dirigentes y organizaciones del PRM fueron también activos participantes. En ese sentido, tal como pública y privadamente manifiestan connotados dirigentes de ese partido, la dirección máxima de esta colectividad debe dejar clara, oficial y urgentemente establecido su rechazo a los intentos de rehabilitación de Danilo y de reunificación de las elecciones municipales y presidenciales.

En política hay batallas que son ineludibles y darlas a tiempo es vital. En ese sentido, el sector del PRM que dice rechazar la reforma constitucional y que es mayoritario, ha dejado pasar demasiado tiempo para fijar una posición sobre un tema de suma trascendencia e interés para este país. Esa falta de  una posición oficial de condena al intento de rehabilitación de Danilo y al absurdo planteamiento de unificación de las elecciones, contribuye a alimentar viejos e históricos prejuicios contra ese partido, muchos de ellos intencionalmente cultivados por sectores de las más diversas matrices políticas, ideológicas y de clases. Esos prejuicios constituyen un pasivo negativo de esa colectividad que aún se refleja en sectores medios y jóvenes.

Por otro lado, la idea de unificar las elecciones municipales con las presidenciales dizque para abaratar la política constituye una falacia. Aquí, lo que resulta claro son los privilegios de determinados políticos y algunos funcionarios de varias instituciones del Estado que se dan sus propios sueldos y el monto de sus injustificables pensiones al cabo de cuatro años de servicios. Lo que sale caro son los vergonzosos barrilitos y cofrecitos de los legisladores,  la corrupción de amplios sectores de la clase política y de determinados empresarios que medran y engrosan sus fortunas a la sombra del Estado. Lo que hay que promover es un acuerdo político contra esas abyecciones.

Las elecciones municipales separadas de las presidenciales se realizan en casi todos los países, no por razones técnicas o económicas sino políticas, con ello se busca el fortalecimiento del poder local y los líderes locales, para potenciar el sentimiento de identidad de las comunidades, el cual es clave para el impulso del desarrollo de las comunidades locales basado fundamentalmente en sus recursos materiales y humanos. Muchas autoridades de ayuntamientos y distritos municipales que ahora quieren la unificación de las elecciones, buscan prolongar sus mandatos hasta agosto además, cubrirse en las sombrillas de los candidatos presidenciales.

En ese tenor, tanto la rehabilitación de Danilo como el ardid para llevarla a cabo: la separación de las elecciones, carecen de las más mínimas justificación y pertinencia. Por eso, es generalizado el rechazo a que se reforme la Constitución para tal fin y quienes insistan en tal despropósito cargaran con ese rechazo. Sin embargo, los más perjudicados serían aquellos que sin estar de acuerdo permitan que una minoría les imponga tal despropósito. Para evitar daños irreparables en lo inmediato y mediato, quienes se oponen a la reforma constitucional no le queda otra alternativa que no sea su rechazo rápido, resuelto y sin medias tintas. Sin paños tibios.

Es el deseo de vastos sectores de la sociedad dominicana, harta de la politiquería, las improvisaciones, los repentismos sin sentido y la corrupción de un significativo sector de nuestra clase política. Ser consecuente con ese deseo no es sólo expresión de responsabilidad, sino de sentido de oportunidad en una coyuntura electoral como la presente.