Si nuestra democracia es un desorden gigantesco, repleto de desigualdades, gobernada por charlatanes, adversada por ineptos y contemplada indiferente por las ciudadanía ¿por que deberíamos asombrarnos de que Ramfis Trujillo amenace con convertirse en una fuerza política?
Un amigo cuyo talento aprecio y respeto me llamó la mañana del sábado 24 de marzo y airado, desbordando indignación, me aseguró que con gusto acudiría donde estuviera Ramfis parea tirarle pedradas. Discrepé. No es a Ramfis a quien deberíamos tirarle piedras sino a todos los canallas que están y han estado al frente de los partidos políticos, de los gobiernos, de las cámaras, del poder judicial, de las universidades y de todas las instituciones que de una manera u otra tienen que ver con el destino nacional porque – a no dudarlo- han sido sus incompetencias, sus deslices, sus corruptelas, su falta de carácter y de virtud las que han desacreditado nuestra “democracia” y abierto las puertas para que Ramfis Trujillo sea visto como una opción no necesariamente porque tenga condiciones –algo que no lo se- sino simplemente porque su apellido evoca la dictadura, el orden, el respeto, la mano dura, el fin del relajo.
Yo no se lo que dice Ramfis Trujillo, no he leído nada escrito por el ni escuchado ninguno de sus discursos así que no puedo juzgarlo ni referirme a el como un “carajo” lo que si puedo asegurar es que no me importa que sea hijo, nieto ni pariente de Trujillo. Primero, porque de nada de lo que haya hecho “ el Jefe” este tiene la culpa. Segundo, porque las condiciones históricas que parieron a Trujillo no son objeto de clonación a favor de nadie y Tercero porque el mundo, la sociedad y esta humanidad han cambiado tanto que pensar en que Ramfis Trujillo pudiera replicar las actuaciones de su abuelo es simplemente no pensar con claridad.
Trujillo fue un dictador. Se apropió de bienes ajenos por la fuerza y construyó un imperio económico cuya prosperidad se nutría de la protección de su gobierno, del monopolio establecido a su favor y del régimen de fuerza que lo amparaba. Trujillo fue culpable directo e indirecto de numerosos crímenes, algunos de ellos deleznables y otros tantos abusos. No permitió libertades públicas sino que las secuestró adueñándose del sistema político en su beneficio.
Lo que haga o diga Ramfis Trujillo importa muy poco o nada. Lo que si importa es la doble moral, la hipocresía, la imbecilidad y la perpetuación de mitos. Ramfis Trujillo, como figura política es el producto de la estupidez, el cretinismo, la ineptitud y la sinvergüencería de los gobiernos y de los dirigentes políticos dominicanos y eso nos incluye, a toda mi generación; todo lo que hicimos y dejamos de hacer. El que quiera engañarse, es libre de hacerlo, pero no juego en ese equipo. El verdadero problema no es Ramfis Trujillo, somos nosotros como pueblo y ese es el ejercicio que la sociedad dominicana rehúsa emprender. Si la “democracia” hace a los pobres mas pobres y a todos mas inseguros nada mas natural que la gente invoque la dictadura o acaso vamos a ignorar que desde hace muchos años un reclamo de barrio frecuente ha sido: Aquí hace falta un Fidel Castro. Que venga Trujillo a arreglar esto.
¿Es esta “democracia” superior y justificable frente a la dictadura de Trujillo?
¡Que lo puedes decir animal y nadie te va a matar o a encarcelar¡ Si esa es la medida, para mi y otros intelectuales estaría bien, pero para los que nada tienen no basta para compensar todos los otros males porque ellos ni antes ni ahora han escrito artículos ni pronunciado discursos.